jueves, 12 de diciembre de 2013

Al borde del silencio de Jenny Cano Hermoza. Poesía. Diciembre de 2013


   

Este manojo de poemas de Jenny Cano, riguroso y concentra­do, nos entrega en cada una de sus líneas una experiencia de vida de quien entiende que en los instantes se rezuma la sabi­duría. La escritura, como un ojo mágico, se detiene en ciertos hechos que impactan a la poeta, los condensa, y los pone ante nuestros ojos de un modo inédito. Hay un vaho de tristeza en todos los actos humanos y una sabiduría crepuscular los mitiga que esta poesía ha sabido captar en sus recónditos de­talles. Estos textos, meditados como lo haría un monje zen, son pequeños satoris, iluminaciones, anhelos metafísicos que tranquilizan la noche lóbrega de los seres humanos.
Marco Martos Carrera


La escritura de Jenny Cano Hermoza es una tentación del acoso impostergable del silencio. Cada poema suyo es una puerta sombría, una frontera luminosa de nuestra cotidiana existencia. Como las voces hondas y desgarradas de nuestro tiempo, la poeta trata de testimoniar, sin estridencias ni hojarascas vanas, a orillas del mar, con un lirismo estremecedor, la desolación de lo humano. Su poesía levanta a ratos, como una prueba de amor, la bandera raída de la condición humana.  Esa es su callada victoria contra el olvido.

                                                 Hildebrando Pérez Grande
                                                              UNMSM





sábado, 23 de noviembre de 2013

Ángel Gavidia: TODA SU POESÍA.

ISBN 978-612-4082-24-5

Arando en el mar (1996)
No sólo por el exterminio
no sólo se trataba de morir 
(fue miedo nuestro pan de cada día)
sino que con dos pies ya no podíamos
caminar. Era grave 
esta vergüenza 
de ser hombres
iguales 
al desintegrador y al calcinado.
          
Pablo Neruda
Un minuto después de la última explosión,
 más de la mitad de los seres humanos habrá muerto, 
el polvo y el humo de los continentes en llamas derrotarán a la luz solar, 
y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo.
Gabriel García Márquez

ATRÁS,
muy atrás,
más allá de los saurios,
en el agua,
algo
atisbaba la vida entre las sombras,
palpitante,
inasible,
emocionado,
juntando con el dolor del primer parto
–arista con arista–
su laborioso rostro diluido.
Hoy,
que sembramos la tierra,
que hacemos poemas a la amada,
que torcemos  el rumbo de los ríos para hacerle justicia
a los desiertos,
un grueso error de Dios
amamanta en las jaulas a los átomos
y les pone collar
y los adiestra
para morder la yema de la vida
hasta volverla nada.


Para qué, entonces,
para qué,
lo difícil,
las hormigas,
el color,
el silencio que se fue haciendo trino.
Para qué, entonces,
el mañana en los ojos del desesperado
y la porfía del vendedor de baratijas
y el niño lisiado sujeto a su muleta, caminando.
Para qué,
si ya no habrá mañana
                      ni ayer
porque habrán roto el origen de raíz.


Las piedras,
los manantiales,
los peces,
las cucardas,
los más ocultos árboles,
pagarán por nosotros,
por dejarnos crecer,
por ayudarnos,
por no impedir a tiempo la malvada neurona procreando.


¿De dónde vino esto?
¿Con quién?
¿Cómo llegó?
No lo sabemos.


Diferente es el tigre desgarrando al venado,
la bacteria,
el volcán
o la tierra chocando con un cuerpo celeste.
Diferente.
   

Y los viejos camellos
y los huacos recónditos
y los más viejos árboles
¿qué dirán?


El musgo
lactando de los pechos de la piedra,
tan callado,
tan verde,
tan pequeño,
sin hacer daño a nadie,
ni al roble,
ni a la hierba,
ni al gusano,
ha de caer también acribillado.


Las ballenas,
las azules,
las verdes
y las negras;
las profundas,
las distantes;
las amas y señoras;
las que canta cuando aman,
cuando lloran,
cuando extrañan;
las de las grandes cóleras,
las escasas;
las que se va muriendo y aún no mueren;
las de los cielos líquidos y las pampas verticales
deben de haber tenido una opinión.


El viento sepultará a las aves.
¿Y el canto?
El viento no podrá con las aves y su canto.
No podrá con él mismo.
No podrá.


¿El fuego?
¿Qué será del fuego?


Quiénes irán por los caminos,
las calles,
los cafés,
las iglesias vacías,
las viejas bibliotecas sin respuesta.


Y las grandes preguntas:
¿Dios,
la libertad?
Peor que absurdo calcinado:
Nada.
Los duendes que habitan los helechos,
las brujas que aman a los diablos y tuercen los caminos,
los fantasmas,
las almas que no hallaron reposo en los sepulcros,
sucumbirán también
junto con Pulgarcito y Blanca Nieves.


Las cartas,
las heroicas,
las románticas,
las perversas,
las primeras:
    letra a letra  formando la palabra zurcida a una lágrima,
ya no tendrán razón;
como tampoco,
la suerte del venado esquivando al disparo, 
ni el túnel del convicto
que dista de la calle apenas el asfalto.


Los trenes
y más que los trenes, la nostalgia;
la huella que no es huella sino para los hombres;
lejos,
cerca;
ni lejos ni cerca,
para qué.


La esperanza
acaso
elija
al Mar Muerto
(su hijo más pobre y más querido)
para
morir
con
él.


También morirá la soledad
o, eterna como es, quizás escape a la hecatombe
y sea la viuda de los hombres vagando por el Cosmos.


La palabra
aquí
y allá
palideciendo,
encrespándose,
tensa
como un tambor,
como un arco de nervios,
como un hombre,
abriendo los brazos,
fuerte,
débil,
fuerte.
Arando en el mar.
Ángel Gavidia Ruiz (Mollebamba, Santiago de Chuco, 19539
“Nací en Mollebamba, Santiago de Chuco, en 1953. Pasé mi infancia en un caserío que en el incario se llamó Cundurmarca, después se llamó La Yeguada y durante la guerra interna el ejército le puso por nombre Pampa Hermosa. Creo que ahora ha vuelto a llamarse La Yeguada. Era una pampa mágica poblada de pardelas extrañas, grillos de colores y retazos de pantano que temblaban, en donde alguna vez aterrizó un avión. Esa pampa, que en las tardes sabía ponerse intensamente sola, me tomó de la mano para garabatear mis primeros poemas y probablemente todo lo demás. Estudié medicina humana en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y ahora me desempeño como médico internista en el Hospital Belén de Trujillo y como docente en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de esta ciudad en donde resido. Es decir, la poesía y la medicina batallan en mí, no sé si irreconciliables, exigiéndome cada una su ración urgente de vida y de sangre, su parte de conocimiento teórico y práctico, su porción innegociable de tiempo. He publicado cuatro libros de poemas: La soledad y otros paisajes, Un gallinazo volando en la penumbra, Fuera de valija y El centro de la tierra, cuatro en prosa, tres de cuentos: Aquellos pájaros, La cita y otras ausencias y Los días y el viento y otro de difícil clasificación, El molino de penca. He escrito, así mismo, dos ensayos: “El cólera en la ficción de García Márquez” y “Ribeyro y Santiago de Chuco”. Con respecto a Un gallinazo volando en la penumbra está constituido, en realidad, por cinco pequeños poemarios: Poemas encontrados, Arando en el mar, Un gallinazo volando en la penumbra, Los caballos del retorno y Libreta de apuntes. Finalmente, quiero decir que considero que un buen poema ha de tener dos características fundamentales: capacidad de síntesis y capacidad de sugerencia, además, obviamente, de ese oxígeno especial que, a modo del aire que insufla los huesos de las aves, predisponga al vuelo, al luminoso vuelo.” 
Ángel Gavidia

"La soledad y otros paisajes es una muestra extraña no solo por su brevedad aparente, sino y sobre todo, por su extraordinaria profundidad y belleza. Dice en los cinco primeros versos a  manera de pórtico: Luego de ti / y de la bulliciosa población que te habita / torno a la soledad / como alguien que regresa a su querencia  / después de tanto tiempo... Estos versos tan libres y transparentes como el rayo de luz que puede recorrer el infinito, están expresando el concepto mayor de la Vida […] Y regresa no a la soledad del renunciamiento, sino a la poderosa soledad original y creadora, desde la cual el Poeta y el hombre están ya desplegando las ilimitadas potencias de su corazón y de su espíritu. "  
                  Julio Garrido Malaver  

"En Fuera de valija corre la sangre y la emoción de un poeta verdadero. Sus poemas son instantáneas de aquella oculta verdad que en el plectro del bardo parece estar más cerca de la revelación que en los otros mortales. Poesía de alta tensión, de fuego abrupto, pero también de sosiego, de égloga y silencio. ¡Cuánto del viejo haravec, del caminante, y del hombre que sabe posarse sobre un libro, merodea estos versos!"                                                                                Alberto Alarcón


PALABRAS PRELIMINARES
Carlos Santa María Ruiz

Un poema no solo debe ser bien escrito, debe además ser bien sentido. Cada poeta es un lente único que refleja al mundo tal como le ha tocado verlo y vivirlo. Pero para que esto se logre, la palabra exige de sus cultores lo que Vallejo llamaba “honestidad espiritual”. Esa suerte de despellejamiento del que poco o nada se aprende en las bibliotecas.
Esto lo entiende muy bien Gavidia; quien, desde sus primeras entregas, marca las pautas que normarán su poética. Qué de las palabras./ Una/ a/ una/ formando el muro/ al que hay que conseguir/ un par de buenas alas. Son precisamente estas “alas” las que le permiten a su palabra tomar una altura distinta, por encima de otras, aparentemente mejor vestidas, pero que no se atreven al diálogo entre el vuelo y los abismos, por el riesgo de perder su vestimenta y mostrar su piel.
Temían los antiguos que llegase el momento en que el truco sea tomado por magia. Y temían con razón. En tiempos donde el histrionismo se confunde con rebeldía, el pesimismo con lucidez y la verborrea con hondura, casi se le agradece a Gavidia ese verso sencillo, claro y fresco, que fluye como un riachuelo de aguas cristalinas frente a nuestra mirada. Noche que te deshojas como si fuera otoño,/ en gruesas penas/ que las he de pisar aunque no quiera,/ perdona, tengo prisa./¿No ves mi ropa limpia?/ ¿Sientes mi cuerpo fresco?/ Es que tengo noticias que ha salido el sol/ y voy a verlo. Cada verso impacta, no por su retórica, sino por esa naturalidad con que baja las escaleras. El poeta no habla de; habla desde. 
Desde un caserío asentado en la pampa y la penumbra, como bien señala en su primer poemario. Con luz y con sombra. Pues el mismo riachuelo de aguas transparentes que mencionamos líneas arriba deja entrever, en algún punto de su cauce, un origen de aguas encrespadas, más tórridas y turbulentas. Urgido por una pesadilla/ tomo el estetoscopio/ y voy de frente al corazón/ -mi corazón-/ que a esta hora canta/ como un trágico búho/ desde la enrevesada fronda/de mi vida. 
Las cosas, afirmaba Pessoa, son el único sentido oculto de las cosas. Y no le faltaba razón. Aceptarlo, sin embargo, implica cierta simpleza que consideramos deshonrosa. Los artistas parecen formados para pensar que el sentido de las cosas se encuentra oculto, cuando muchas veces salta a simple vista. Afortunadamente, no es el caso del autor que nos congrega. Directo. Puntual. Conciso. Más allá del tema que emprende, su presencia se percibe en cada cosa que dice. Algo les faltaba a mis manos/ (estas concavidades cargando su vacío)/ hasta que hallé las dunas de tu espalda/ y coseché la dicha y este canto. 
No quiero extenderme más de la cuenta. Agregaré tan solo que Gavidia es, como él mismo suele recalcar, un “experto en soledades”. Un ser que se sumerge y a veces se extravía dentro de sí mismo para ver el mundo con mayor claridad. Ahondar sobre los tópicos que aborda su poesía requeriría ya la presencia de un crítico, lo cual me exime de esa tarea. Diré sin embargo que, sea cual fuere el tema que enfrente, que los hay muchos y con notable acierto, lo hace siempre bajo dos ópticas: la de la nostalgia por el ambiente serrano del niño que aún lo habita Era una casa/ a la orilla de un río,/ un árbol, / un camino,/ cerros color marrón,/ y unas aves volando/ sin destino. O la del estudiante que arrastra por las calles de una ciudad extraña su desencanto. [...] mi cuarto,/ mi mesa sin amigos,/ mi libro fatigado,/ en la vieja pensión,/ fueron, supongo,/ como un poste sin luz/ o una grada innecesaria en su orilla más áspera.
Nada más, maestro. Un abrazo. Y que el libre caudal de la emoción siga fluyendo como un potro chúcaro que zapatea en la página en blanco, tira abajo el tintero y sigue pa’ lante.

Ángel Gavidia: la sutil profundidad del silencio
y la intensidad poética
 Dr. Gonzalo Espino Relucé
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

La pequeña comarca aparece como un recurso que emerge, que lo atrapa, que no lo deja: grata, íntima, plena de armonía, inocencia y felicidad. Desde ese lugar, el sujeto lírico se construye, pero se ve desafiado, mejor aún, interpelado en una suerte de contrapunto a lo largo de Toda su poesía, una voz que desdobla al yo y lo escinde. Su contemporaneidad y su referencialidad se asocian a la ciudad poblada de vacíos, desencuentros e inestabilidades, a la que el sujeto lírico sobrevive y enfrenta. Los desplazamientos por ambos espacios –y tiempos– advierten la voz de un sujeto dividido que estructura el poema. Una poesía que se reelabora perfecta y continuamente en torno a la soledad. La soledad –y el campo semántico que ella evoca– impregna toda la poesía de Ángel Gavidia, que va de la ternura a una irreverencia borrascosa, y que Danilo Sánchez (2010) supo aquilatar como poesía donde la “emoción, conmoción y crisis” se convierten en una sucesión de “hazaña(s) del lenguaje”. Si bien resulta exagerado e impreciso hablar de Toda su poesía, al mismo tiempo constatamos que se trata de los poemarios ya publicados y de un grupo de poemas que el autor ha decidido disponer para sus lectores. Ni el autor ni su editor indican cuáles son los criterios para hablar de esa totalidad, en todo caso, no deja de ser interesante esta práctica en tiempos en los que las primeras ediciones se vuelven inaccesibles, de manera que voy compartir mi lectura de la poesía que ofrece este extraordinario poeta liberteño. 

1. Trasgresión de las fronteras

La poesía de Ángel Gavidia participa de una constelación de prácticas poéticas que no siempre ha sido leída desde la ciudad que se solaza en determinar lo hegemónico del país. Tal lógica para la poesía peruana de los últimos tiempos tiene una fuerte carga de exclusión; convierte al poeta que vive en el interior de la nación en un incidente pasajero y, en muchos casos, en un fenómeno aislado, aunque de poca importancia y trascendencia para aquello que llamamos Perú. Cuando sucede todo lo contrario: son precisamente estos procesos los que nos interesan, se dan en espacios que no corresponden al centro, y aun cuando estos pertenecen a lugares con historia, no siempre asoman como parte de la configuración del imaginario del país. En términos pragmáticos, estoy volviendo sobre la idea de región como lugar de enunciación y como un territorio de palabra cargada de realidades, ficciones, sueños, sensaciones, sentidos, reclamos, maneras de sentir la condición humana, con una tradición que se forja a sí misma como parte de una dinámica identitaria, y que suele trazar lazos con otras culturas y espacios. Y este es el caso de la poesía que se mueve con autonomía, que no se resigna a la distancia (periferia a centro) y que se reinventa permanentemente. Tiene, por cierto, una larga data en la poesía trujillana para la escena nacional: los grupos "Norte", "Trilce" y "Nuevo Amanecer", y a más de tres poetas en plena circulación: Alejandro Romualdo, José Watanabe y Arturo Corcuera; a más de un clásico: César Vallejo, y una figura anticanónica como la de Leoncio Bueno. Carta de presentación que se vuelve a su vez más interesante si se toma como referencia el premio Poeta Joven del Perú que definió un buen tramo de la poesía peruana contemporánea, hoy sustituida por el Copé. De hecho, no puedo dejar de subrayar la pesada sombra que ofrece nuestro clásico; por ello, difícil concebir el desarrollo de la poesía regional sin que se pase por esa figura tutelar, sin parricidios o lealtades bobas. 
La poesía de Ángel Gavidia deja entrever esa problemática, sin embargo su respuesta no corresponde al barullo de farándula ni a los pliegos ya trazados en los medios de comunicación masiva, se limita al trabajo paciente y feliz de hacernos descubrir en la palabra lo que no solemos concebir como simples mortales, hacer decir aquello que alguna vez el lector ha querido expresar y lo encuentra en una palabra gestada por la poesía. 
Su proyecto poético ha ido invadiendo los circuitos literarios –no el comercial–. Esto explica en parte su exclusión sistemática de las antologías nacionales y los procesos que implican la difusión del mercado y de esa perezosa crítica que mira exclusivamente la poesía que se hace y difunde en/desde Lima como la poesía peruana, y tal como en esta comunicación se indica, las más importantes notas y recensiones no provienen de sitios vinculados a la Academia. Gavidia, no parece interesarse por el lugar que ocupa en el espacio de la poesía sino cómo su poesía conquista ese espacio a despecho de lo que la crítica puede decir ahora.
No representa a un grupo, a un sentimiento, no parece tener espíritu gregario, se le sabe de sus aventuras en Greda (Carbonel 1986, Espino 2011), pero no hay más que eso. La inserción de Gavidia en el entorno poético puede considerarse tardía, aun así, pertenece a la más destacada promoción de escritores que circula en estos tiempos: Bethoven Medina Sánchez y Luis Eduardo García que, con Ángel Gavidia, resultan lo más relevante de la poesía del Norte del Perú. 

2. El carné poético

Así escribí en febrero del 2011: Ángel Gavidia nació en las alturas de Mollebamba (Santiago de Chuco, Perú) en 1953. Su autorretrato se parece a una metáfora: "La terrible certeza de unos pasos perdidos en el mar." (:136); la imagen de esta figura poética lo desdibuja: "terrible" y al borde de la indefinición en una especie de retrato hecho de bruma, en "pasos" perdidos. Así el poeta se autopercibe, en algo que no lo agrupa, que lo deja suelto sin contornos; solo lo identificamos con la voz que aparece en sus poemarios, una voz que pugna con la soledad. Lo sabemos moderno. Gavidia escribió “Pasé mi infancia en un caserío que en el incario se llamó Cundurmarca. Era una pampa mágica poblada de pardelas extrañas, grillos de colores y retazos de pantano que temblaban, en donde alguna vez aterrizó un avión. Esa pampa, que en las tardes sabía ponerse intensamente sola, me tomó de la mano para garabatear mis primeros poemas y probablemente todos los demás.” (Urbanotopía 2006). Bucólico, de ensoñación, es el espacio de la infancia, y deja entrever dos trazos: como palabra memoria de la voz –en ello diremos ritmo y música– del tiempo, y como palabra-inscripción,  letra que acaso lo salva de la contingencia del presente y del tiempo. Médico de profesión y profesor universitario, su sensibilidad se asocia a un cuerpo que escruta (material e insensible) y a un cuerpo que vive (material y sensible).  
Su producción poética tiene de instinto y devoción, y su narrativa está pegada a una continua presencia poética. Sus primeros poemas fueron desechados por la sabiduría de un hombre que goza de la palabra: no hay que levantarle la falda a la realidad por gusto; en cada levantada un hijo, o sea un buen poema, le habría dicho Max Silva Tuesta (Sánchez Lihón 2010, Espino 2011). Algunos de sus poemas aparecen en  “Raíz Cúbica”, revista de los jóvenes poetas de Cajamarca, por los 80. Publica con la gente de la revista  “Lluvia” y en Trujillo con el grupo literario  “Greda”, al que pertenecieron también Erasmo Alayo y Lizardo Cruzado. Todos sus poemarios saben de la exigente labor del poeta, y su primer libro, La soledad y otros paisajes (1987) define los trazos que se reinventan a lo largo de estas dos décadas de persistente producción poética: la crónica soledad del yo-poético, los tránsitos espaciales (comarca/ciudad), la concentración e intensidad lírica y la brevedad del verso libre. La escritura de Gavidia pelea contra la pereza, contra el facilismo y se impone la exigencia de hablar con tono renovador, esto explica por qué sus textos son relativamente tardíos. 

3. Las piedras del zapato

La poesía será un acto permanente, devoción; la soledad lo atrapa y constriñe. La poesía es vida: la soledad lerda, perezosa y muerte. Reclama para la poesía fidelidad casi religiosa, apego libre a la escritura y  disciplina en el trabajo poético. Le exige que sea sincera, al mismo tiempo que sea “buena poesía”. Sus libros se han publicado en Lima por editoriales que  no se asocian necesariamente con el mercado del libro; sus circuitos son otros, pertenecen a eso que he llamado lectores de poesía, cofrades de la poesía.
Si los registros poéticos de Ángel Gavidia pueden ser caracterizados por “el predominio de la imagen, la sugerencia y la metáfora, al servicio de una poesía que no declara, sino que insinúa” (Lozano 2011) y en la que “lo sensual y terrenal, se plasma en una extraordinaria e insuperable visión cromática y plástica”, estos adquieren otra dimensión en la estructura poética que, como indiqué, viene gradualmente sucedida de traslaciones espacio-temporales entre la comarca y la ciudad, la de una voz escindida y moderna, un sujeto lírico que prefiere la soledad, que incorpora asociaciones dislocadas, humor negro y parodia, por lo que resulta  revés complementario de la armonía sugerida por Saniel Lozano.
Su primer libro, La soledad y otros paisajes (1987), cimenta las características de su poesía: brevedad y concentración temática que van acompañadas por una rigurosa elección del tono y el ritmo en cada poema. El hablante de este poemario deja traducir la extensión corrosiva de la soledad en la intensidad poética. Los objetos y espacios están tocados por ella, aun cuando se hable de seres y referentes amados: "Quizás Dios no creó la soledad [...] Quizás... quizás por eso/ la soledad fue triste/ y Dios se hizo distante." (:35) La sencillez de estos poemas se ve reforzada por pares contrarios que le dan una vitalidad desconcertante: nacimiento/ muerte, día/ noche, alegría/ tristeza, como ocurre en los diez versos del poema “Noche que te deshojas como si fuera otoño” donde la tensión poética se produce por la presencia de un yo retenido, aun cuando aspira salir de la quietud y la oscuridad: "¿Sientes mi cuerpo fresco?/ Es que tengo noticias que ha salido el sol/ y voy a verlo." (: 52)
Con Un gallinazo volando en la penumbra (1996) los poemas parecen acercarse a la opacidad de aquello que no es asible. El poemario está dividido en cinco cuadernos. Cada uno mantiene independencia. La voz del yo poético que articula al poemario es la de un sujeto escindido: habla como si estuviese danzando en la fiesta patronal. Se trata de una embriagante celebración de la palabra, que, basada en el ritmo, predica la "sinceridad de la poesía". Lejos del panfleto, lejos de la poesía fácil, su registro intenta también ser un testigo lírico de las cotidianidades y la soledad como queja que se replica en desigualdades. La soledad se expresa como ritual, en la condición del ser como humano: [...] ni llanto/ ni nada que me diga que he andado y sufrido/ desafinan con mi alma". (:67)
El tono del cuaderno cuatro –que coincide con el título– se caracteriza por un espacio poético definido por la fuerza de la brevedad. La concentración nos hace recordar a los haiku: el lector los lee como instantáneas, pero tras estas se ha condensado una gama intensa de sentidos. Si el lector alcanza el detalle, distinguirá la riqueza de estos poemas. Gavidia ha extremado su sensibilidad, ha llegado al límite del enunciado poético: un verso. Tal realización le es posible porque su voz atiende a la intensidad, y el ritmo a una economía poética poco estudiada, como ocurre con "Autorretrato", o este poema, “Río”: 

¿A dónde irá mi sangre? (:125)

Veamos otra vez el título del poemario y de la sección ahora convertido en poema:
Un gallinazo volando en la penumbra
¿De qué lado tristísimo del mundo se deprendió esta astilla? (:122)

Hay una ampliación semántica en la nominación del par gallinazo-penumbra, signado por la oscuridad y aquel espacio distante que está fuera de nuestro alcance. Luego viene la pregunta que reformula el enunciado, si “astilla” resulta metonimia de “gallinazo”, los sentidos se amplían. Astilla se asocia a un elemento que hiere y que viene de un espacio calificado como “tristísimo lado”.  La metáfora de humor negro, el primer verso, se convierte doblemente en un lugar hostil, que golpea. La elección de yo-poético se extiende a una situación superlativa, pues se trata de ese universo que corresponde a la absoluta tristeza, no a su contrario (alegría). Una estructura magistralmente trabajada como dístico, de un ritmo perfecto,  de humor negro –modernísimo– posible por la combinación de la vocal fuerte /a/ con la lateral /l/, en primer verso; y por las vibrante /r/ con las fricativa /s/ del segundo verso, que hace una impresión poética cautivadora por su perfección. Lo que fluye no es solo el juego de palabras: es la propia humanidad. De esta manera, todo el poemario se caracteriza por su intensidad poética, basada en la brevedad y el ritmo, en cuyo marco se instala una acepción propia de nuestra modernidad. Habla como si la palabra, por primera vez, se asombrara del mundo, como si fuera la primera vez que se nomina con ese tono del hombre que se ha visto tocado por la soledad. 
Libro rescatado, dirá Alberto Alarcón, Fuera de valija (2010) es un conjunto de poemas que trasgrede la vida bucólica que lo ha tenido capturado, para enfrentar el caos de las travesías de la ciudad.  La singularidad de sus versos viene de la amplitud de registro; y la unidad del poemario está dada otra vez por la concentración del poema. Aunque los versos libres estructuran los poemas, cuya expresión mínima será el dístico y máxima los 26 versos. La palabra no solo es artefacto bello sino que se carga, necesariamente, de sentido. Forma y contenido vuelven sobre la transparencia del poema, la buena poesía. Transciende el ejercicio y nos acoge precisamente porque las palabras pueden decir algo al otro. En sus poemas hay una perfecta combinación de la tradición andina y la poesía moderna: en "Origen" se aprecia la estructura dual, típica de la copla andina, un enunciado proposicional y luego una conclusión sorpresiva: "Qué de los cascos retumbando en la pampa", cuyo final es "[...] la primera palabra/ de una voz que no es mía/ pero que habla por mí" (:162).
Mientras que en El centro de la tierra (2011) se declara terrenal, se apropia de un cuerpo sensible que colma todo. Sensual. El goce del cuerpo se parece a la obsesiva soledad a la que nos tiene acostumbrados el yo-lírico. El suyo es un cuerpo que goza: toca, ve, siente, percibe, pero siempre se vuelve bruma. Inasible atmósfera,  se diría. Un cuerpo que desborda euforia y parece –acaso perece– atrapado en sus límites (“Ocho”):
Tu columna vertebral,
una palmera.
Tu cuerpo,
una palmera.
El huracán nace de ti
y me rompe como a un cristal,
como a una bandada de pájaros
piando. (:208)

Cuerpos provocativos que se desvanecen, difícil asir: “Tus caderas, / el fiel del universo, / el péndulo que sigue su rumbo alucinado.” (“Once”: 211). O como dirá más adelante: “Tu espalda tiene el sabor salado de las playas desiertas” (“Quince”: 215). toda esta sensualidad, goce, tiene algo de frustración y vuelve sobre el desarraigo, la imposibilidad de una par feliz, tal como queda connotado, manifiesta el goce pasajero y selectivo al que no se vuelve, queda casi al borde; un “tú” que no parece acompañar al yo-sensual que se presenta en el poema, y en este poemario: 

Yo soy el náufrago 
varado sobre ti después de la tormenta. (:215)

Otros poemas simplemente reitera la grandeza de la poesía de Ángel Gavidia. La brevedad contingente, la palabra musical y la soledad aparecen como marcas inevitables de su poesía. De esta suerte podríamos leer tres poemas: el primero es la niñez que vuelve como vital, completa y tierna, lugar ido que el poeta retiene, acuña como signo de vida y se contrapone a “Apunte a lápiz” (:221) en que se revela otra vez un sujeto cercano a la sombra, no es ya el hombre, el sujeto vital; pero “En la esquina de un parque, él espera”, traza a un hombre que camina vacío y circunstancial, un sujeto moderno.

4. Trazos de la poesía de Gavidia

En general, la poética de Ángel Gavidia participa del encanto y la aventura de las experiencias modernas de la poesía contemporánea, y deja entrever el flujo de una tradición como saber necesario en el hacer de la poesía. Y toda ella asociada a la soledad que no lo abandona, todo lo contrario, lo rodea, lo atrapa, lo estruja, convirtiéndose en una justificación de su existencia que se rinde a la poesía, como par del ser que la hace posible, y que en palabras de Juan Paredes Carbonel se expresa como “sentimiento ontológico, descubrimiento existencial, como abandono. Se puede vivir en compañía pero al mismo tiempo solo.” 

Apunte a lápiz

Simplemente
la imagen de un hombre
construido de esperas. (: 221)

La soledad es su marca y hace que su poesía asuma estas características:
1. El ritmo musical se aprecia en la forma cómo se eligen las palabras del poema. Los versos parecen construcciones que se amparan en el viejo precepto modernista, del que toma la música como realización del verso: “Un relincho demente galopa por mis tardes/ y, a veces, / un silencio que trina todo lo ausente que eres” (:38). La asociación, por demás de estirpe surrealista, intensifica la condición sonora del verso: relincho, sonido fuerte, demente, desordenado, en un movimiento que coincide con el momento final de la luz del día. Lo que viene luego denota cohibición e incertidumbre, aun cuando el silencio sugiera tranquilidad. Se trata de una metonimia acústica que se vuelve interesante precisamente porque se trata de opuestos (:38).
2. El texto poético reclama al paratexto como parte de su estructura. Títulos, llamadas o referencias necesitan ser leídas como parte del poema. La voz poética parece repartirse en todas esas instancias y demanda del lector su restitución en el todo. El poema se lee como un todo: el título, el texto, el epígrafe, las estancias, etc., no se pueden leer solos. Si se leen con autonomía estas reclaman su necesaria inserción en ese todo que los asocia, pienso en “La casa derruida” (:37-41).
3. Si bien la voz poética aparece como una sola, esta suele asumir diversos tonos y tiempos en un mismo escenario. El recuerdo puede apelar a un estadio lejano, pero en el ahora cambia de tono y resulta desconcertante. En el mismo texto, “La casa derruida”, apreciamos: (a) la disposición espacial de los poemas y ofrece, a su vez, elementos de una modernidad poética; (b) una escritura donde cada segmento tiene autonomía y, al mismo tiempo, (c) se correlacionan como un todo.  
4. La intensidad continente y la brevedad del poema. Los poemas de Gavidia se caracterizan porque su palabra logra contener, en la brevedad de su realización, imágenes, sensaciones y situaciones que de otra forma se difuminarían. De esta suerte la palabra se vuelve sencilla y transparente. No necesita de otros elementos, salvo cuando esta opta por el par contrario.
5. Las asociaciones paródicas –humor negro– corresponden a los trastrocamientos propios del tratamiento moderno de la poesía. La escritura poética de Gavidia exhibe en sus textos el humor negro que fluye con apariencia de una inocua inflexión poética que resulta absolutamente corrosiva. Esta misma situación pone de relieve su condición moderna: apela a lo paródico que ingresa como un tono  característico, acaso aprendido del cancionero andino, y que hace que lo esperado se desvanezca y este yo sorprenda, incomode o se burle del lector; de esta forma, el poema se vuelve irreverente y se asocia al par contrario. 
El último poema de Toda su poesía (:224) vuelve sobre lo dicho como característica de la poesía de Gavidia:  

En la esquina de un parque, él espera 
Él o el tiempo, 
una cuerda 
que
a modo de infinitas golondrinas 
va poblando el silencio.

En principio, volvemos sobre la tonalidad del poema que se estructura, como dijimos, sobre varias esferas: una secuencia tonal más o menos larga, que luego se condensa y en la que el paratexto, se integra al poema. “En la esquina de un parque, él espera” o una cadencia que fluye, que retiene en sus tonos ritmos que calan como sensaciones comprimidas, y en la que advertimos un singular equilibrio en los cinco versos, solo posible, otra vez, si se leen con el título del poema. De esta manera ser y tiempo se asemejan a una cuerda (v.1, v.2), a la finitud fugaz, pasaje de la vida que se replica en la noción de espacio cuyo centro es el “silencio” (v.5) y que en “a modo de infinitas golondrinas” (v.4) explícita su apego a la tradición poética, a la metáfora que nos recuerda un continuo movimiento entre el venir y el ir, entre el estar y la ausencia, otra vez la soledad. Si el ser del silencio, el paratexto, revela al sujeto de carga poética, un sujeto por quien transcurre el tiempo, que pese a su espera se sabe escindido y permanentemente solo, no puede ser separado, y esa es una característica de esta poesía. No sabemos si el yo poético quiere referirse al otro o al tiempo. El rasgo paródico de su lenguaje disocia y trasgrede la unidad del ser, él no es el otro, pero al mismo tiempo lo es y lo será porque este sujeto lírico privilegia la soledad cuyo campo semántico alberga a “silencio”.

5. Lectura inconclusa

Si sus referentes pueden explorarse en ese espacio idílico del tiempo remoto, de la estancia en la comarca andina y en su continuo desarraigo, que cerca la ciudad o todas las contingencias de la realidad, la voz poética apuesta por la palabra que nunca concluye. Es decir, sale de la esfera de una cotidianidad que va más allá de su estancia; por ello, su exploración poética vuelve sobre temas trascendentes como el amor, la muerte, la propia existencia, como aupadas por la marca de una poesía que, siendo música, es al mismo tiempo significado. No sorprenden por eso las palabras de Garrido Malaver "extraordinaria profundidad y belleza", aunque resultan más precisas las de Alarcón: "Sus poemas son instantáneas de aquella oculta verdad que en el plectro del bardo parece estar más cerca de la revelación que en los otros mortales. Poesía de alta tensión, de fuego abrupto, pero también  de sosiego, de égloga y silencio" Los poemas de Ángel Gavidia son íntimamente modernos, estos textos tienen en su construcción el aprendizaje vanguardista, en especial del surrealismo. Toda su poesía explora un ritmo musical que se emparenta a la serenidad de las formas andinas, ecos casi desdibujados, pero que operan en el poema. En la preferencia por el verso libre y su extrema concentración, en la contemplación y la intensidad, en la manera cómo atrapa al lector. Se trata definitivamente de una poesía que, realizada en el lar norteño, se piensa desde la universalidad de una palabra que circula para el mundo, una poesía que desborda la contingencia de su escritura tentadora y tentada  por la trascendencia del poema. 


Referencias bibliográficas:

Del autor:
Gavidia, Ángel. Los días y el viento. Lima: Pasacalle Editores, 2012. (Cuento)
. El centro de la tierra. Lima: Arteidea Grupo Editorial,  2011. (Poesía)
. Aquellos pájaros. 2ª ed. Lima: Ediciones Altazor, 2010. (Cuento)
. Fuera de valija. Lima: Arteidea editores, 2008. (Poesía)
. El molino de penca. 2ª ed. Lima: Arteidea editores, 2003. (Narrativa)
  .Un gallinazo volando en la penumbra. Lima: ed. de Luis Alarcón, 1996.  (Poesía)
        . La soledad y otros paisajes. Lima: Lluvia Editores, 1987. (Poesía).

Sobre el autor:
Eslava, Jorge. "El molino de penca. Un aliento de origen" en  El molino de penca. 2ª ed. Lima: Arteidea editores, 2003. 
Espino Relucé, Gonzalo. “La brevedad y la intensidad en la poesía de Ángel Gavidia” en La alforja de Chuque <http://gonzaloespino.blogspot.com/2011/02/la-brevedad-y-la-intensidad-poetica-en.html>
Lozano Alvarado, Saniel E. “Poesía de El Centro de la Tierra”. Presentación  en 6ª. Feria del Libro de la Universidad Privada Antenor Orrego (Trujillo, 6 de octubre del 2011) <http://nalochiquian.blogspot.com/2012/03/poesia-del-centro-de-la-tierra-escribe.html>
Paredes Carbonel, Juan. “Poesía e intención en la actual literatura santiaguina” en Revista de Santiago de Chuco y su feria, nº 1 (1985).
Sánchez Lihón, Danilo. “Ángel Gavidia, emoción, conmoción y hazaña del lenguaje” en Capulí, Vallejo y su tierra (17.05.2010) <http://capuli-vallejoysutierra.blogspot.com/2010/05/angel-gavidia-ruiz-laurel-vallejo-2010.html>
UrbanotopÍa. “Ángel Gavidia/ BIO/BIBLIO” en Urbanotopia () <http://urbanotopia.blogspot.com/2006/12/ngel-gavidia.html>
VIrhuez Villafane, Ricardo. “Poesía y narrativa en la obra de Ángel Gavidia” en Revista Peruana de Literatura, (17.09.2010) < http://revista-peruana-de-literatura.blogspot.com/2010/09/poesia-y-narrativa-en-la-obra-de-angel.html>



martes, 1 de octubre de 2013

RECIENTE PUBLICACIÓN: PERTURBATORIO DE DAVID JIMÉNEZ

ISBN 978-612-4082-23-8
Perturbatorio. Poesía de David Jiménez.
Hipocampo Editores, septiembre de 2013.
DESAPARECEN LOS OJOS

Desaparecen los ojos
El fuego nos llama
El goce de las bestias nos pertenece
El espejo se quebró
Y muestra sus cicatrices
La mujer perdona nuestra sombra                      
La luz será fruición o dinamita                
Una máscara interrumpe la elección
Otros labios recibirán el licor alucinado  
Otras manos dibujarán nuestro vientre
Llega el jinete para quitarnos la traición
Desaparecen los ojos
El fuego nos llama
El goce de las bestias nos pertenece

INCESTO

Todos queremos una mirada
La mirada del sueño y la herida eviterna
Y volverá la soledad de la mirada
Para hacernos sentir su bellísimo laberinto
Aunque nadie comprenda el encanto de la vida
Ni la exquisitez del morir
Por eso existimos arrodillados sobre el fuego
Creando el rostro de la alegría
Cuando la primera lágrima aparece

martes, 17 de septiembre de 2013

RESCATES: 16 HISTORIAS DE ANIMALES de HERNANDO CORTÉS

16 HISTORIAS DE ANIMALES

(1+6=7)
Siete=Número Sagrado
Siete Días de la Creación
Siete Días de la Semana
Siete Sacramentos
Siete Pecados Capitales
Siete Años=La Edad de la Razón
Siete Palabras de Cristo en la Cruz
Siete Notas de la Escala Musical
Siete Sabios de Grecia
El Sétimo Cielo





ISBN 978-603-45205-0-9

"A propósito de locura, ahora, a mis 83 años que acabo de cumplir, puedo decir que no es una locura hacer teatro en el Perú, no obstante las dificultades y el poco interés que muestra el Estado y los grupos de poder en apoyar las artes, las ciencias, la cultura en general. Será porque le temen a la verdad científica y al arte comprometido."  Hernando Cortés en entrevista de Alberto Villagómez para Pacarina del Sur, n° 3, 2012.
Por Teófilo Gutiérrez Jiménez
De Hernando Cortés Mendoza (Piura, 1928- Lima, 2011) se conoce una vida dedicada al teatro como actor, director, dramaturgo y profesor. Su obra teatral es valiosa, única.  Pero la razón de este rescate es otro: el año 2008 publicó el libro de relatos 16 historias de animales en Hipocampo Editores, un libro extraño para la bibliografía de este autor y que reclama con justicia un lugar en su extensa producción literaria. 
Conversamos por primera vez  el año 2008 en su solariega casa de Barranco. Un amigo en común, Julio Montero, me pasó el mensaje de que Hernando Cortés quería editar un libro de relatos para jóvenes. Las citas fueron varias y, finalmente, empezamos a hacer el libro que se llamaría 16 historias de animales. Es un libro pequeño que se publicó sin pena ni gloria. La tarde que él lo vio, simplemente lo dejó en la mesa de la sala y se fue a comprar pan. Como no volvió, me fui, me quité, dejándole en silencio los ejemplares solicitados en la amplia sala de su casa. No lo volví a ver más. 
Y siempre me pregunté qué fue lo que no le gustó de un libro que él mismo cuidó, eligió dibujos y tipos, en fin, el diseño y también la corrección. Pero no lo sabré y solo supongo que este hijo putativo no encaja en la obra más lograda: el teatro, donde destacan La ciudad de los reyes (dos ediciones: 1990 y 2000), Tierra o muerte (dos ediciones: 1986 y 2002), Estación de desamparados (dos ediciones: 1993 y 2002). Y la Universidad Ricardo Palma le publicó el 2008 y 2009 las Obras Completas de teatro en 6 tomos: Teatro I Trilogía Limense: La ciudad de los Reyes, Estación Desamparados La Gran Lima. Teatro II Teatro Histórico: Los Conquistadores, Los Libertadores y Los Patriotas. Teatro III Trilogía para chicos: Historia del tonto que movió las montañas, Historia del loco que rehizo el mundo e Historia que incendió la libertad. Teatro IV: Trilogía de la violencia: Tierra o muerte, Santo oficio Máscaras negras. Teatro V: Fantasmas y otras piezas breves y Teatro VI: Machu Picchu (Comedias de fantasía, de amor y de muerte).  
Los ejemplares de 16 historias de animales han estado mudos en un estante, olvidados y rechazados por su padre. Pasado el tiempo, pienso que este libro podría interesarle a alguien y que yo intento interpretar en este párrafo, porque cada relato es una expresión intimista de mirar a estos 16 animales a través de su comportamiento cotidiano, que juegan traviesos en la memoria de un narrador objetivo y ducho en el manejo del lenguaje, humanizando parte de ellos, pero a la vez que nos muestran el lado trágico de la vida que el hombre dispone sobre los otros seres indefensos y sujetos a su dominio. Así desfilan las imágenes rápidas como la Abeja incansable, el Perrito faldero o gozque, el Elefante cautivo, el Canario Tuyur que no cantó más, la Liebre "que da brincos, salta y llora" y que un buen día perdió el corazón. También los microbios, el oso, la paloma, el gallo, etc. Todas estas historias concluyen en el animal que somos: el hombre. Es el relato más corto y contundente: "Un hombre es todos los hombres. Es el hombre. Todos lo conocemos. Es el animalito indefenso que todos amamos. Pero es un dios. Es Dios. Y nada ni nadie podrá prevalecer sobre él".

La Victoria, invierno frío del 2013.


lunes, 16 de septiembre de 2013

Rescates: La musa fragmentada, poesía de Raúl Guevara


RAÚL GUEVARA:
La musa fragmentada, Hipocampo, Lima, diciembre 2008


El autor: entre la amistad, la medicina y el arte

ROSINA VALCÁRCEL

Mi primer recuerdo de Gamaniel Raúl Guevara Chacabana se remonta a 1962. Como un tierno trocito de carbón evoco ese año, mi pubertad rota y mi lapicero rojo. Gamaniel era un joven pensativo, callado y tímido. Era un buen socialista, con un compromiso real, defensor de las causas populares. Yo sólo era una despistada colegiala de 3er grado de Secundaria. Su calor humano nos envolvía, una mañana dominical en una playa lejana color ágata, llamada La Chira, más allá de Chorrillos, cerca de muchos jóvenes, adolescentes y pioneros, habló y nos dijo: –Si las horas no vuelven, no importa, la energía, la presencia física y/o espiritual de nuestra gente es lo que interesa. Los maestros y héroes son el ejemplo. Dejé de verlo muchísimos años. Hubo pánico y dispersión entre los militantes. Hubo divisiones dramáticas. La gran familia se desintegró, se atomizó. La Historia tuvo bemoles inesperados. La Historia universal giró, el Muro cayó, la Historia se suspendió. Hoy nuestra ciudad sucumbe encadenada. Otras patrias abren su corazón con justicia. El Perú a menudo es una noche extraviada. Pero, bajo las alas del viento matinal, la amistad prístina nos aguarda con sus nobles ojos inquietos. La voz del galeno genial Vital Scapa nos une, su alma generosa, su sabiduría. El resto es un mazo de naipes, un dolor que se encona, un manto de abejas zánganas. 
Gamaniel Raúl Guevara (Lima, 1943), médico de profesión, es un humanista singular, un verdadero discípulo de Hipócrates: «él entra en las casas con el único fin de cuidar y curar a los enfermos», «evita toda sospecha de haber abusado de la confianza de los pacientes, en especial de las mujeres» y «mantiene el secreto de lo que crea que debe mantenerse reservado».
Su vínculo con la literatura data de sus fervorosos años de universitario, cerca de poetas, pintores y quijotes de la Generación del 60 como César Calvo, Francisco Izquierdo, Carlos Franco, Adriana Palomino, Cato Franco, entre varios. 
Igualmente, acompañado de Zulma Linares, su esposa, con coraje e idealismo, ha viajado al interior de nuestro país realizando labores de proyección social a través de su ejercicio profesional. También ha publicado textos, artículos de su especialidad en revistas nacionales y extranjeras; y es editor de la valiosa revista Paediatrica. La musa fragmentada es su primer poemario. Valió la pena aguardar.
Presentación 
El viernes 20 de febrero a las 7:00 p.m. celebraremos el magnífico poemario La musa fragmentada, de Gamaniel Raúl Guevara, en el Instituto Raúl Porras Barrenechea de la universidad de San Marcos (Colina 398, Miraflores). Comentarán los destacados escritores Carlos Garayar y Marco Sertzen.
EL LIBRO
Hipocampo editores tuvo el acierto de lanzar La musa fragmentada, en bella publicación pulcra. Se emplearon los tipos Trajan para títuloa, Book Antique para el texto, en papel bond peruano, Atalas, marfileño de 83 gramos. Un saludo al sello Hipocampo, gracias Teófilo Gutiérrez por este hallazgo.
El libro dedicado a Zulma, su compañera, consta de 24 poemas, armados en seis conjuntos. Las indagaciones y evasiones a las que se insinúan le consienten profundizar en expresiones coloquiales y cromáticas, y afrontar la soledad y el silencio, hasta hallar una voz que congregue las disímiles sensaciones que transitan las páginas del libro. Por ejemplo:
“Una pelota cruza el horizonte violeta de tus tardes / y tras ella la alegría de un párvulo / un olor a pescado inunda tus veredas / como un río sencillo, invisible y delgado bajo la luna. // Calle atascada en mi memoria / como un sueño inconcluso guardado en la carpeta escolar”.
Se trata de matices que rastrean cada poema hasta encontrar una linealidad que cubre la intención del autor en formas tan diferentes como intensas.

Breve muestra de La Musa Fragmentada 


VUELO TRUNCADO 

Un oscuro escarabajo revolotea en mi dormitorio,
despiden sus élitros un sordo zumbido de helicóptero.
Se topetea ciego con las lámparas, los estantes,
los revoques
del techo.
En su equivocada ronda atraviesa el círculo de mi noche insomne,
altera el horizonte de mis doradas fantasías,
cruza los linderos del amor, toca el cuerpo de mi compañera.
¿Qué hace aquí esta obstinada criatura?
¿Cómo vino a dar aquí este robot sin brújula?
Le he dado un golpe enérgico con el libro
y el animal aturdido ha caído en un rincón.
No he sido amable ni agradecido con él,
pues su confuso vuelo enderezó mis pensamientos,
dio lugar para escribir estas líneas de respeto a la vida,
estos versos de ocasión que hoy pretenden ser poema. 

5
YO NO SÉ DÓNDE 

Yo no sé dónde se pierden los cielos
esta tarde
en qué luna en qué horizonte
en qué ruido de campanas se disuelven
sus luces sus fuegos
sus volcanes
yo no sé dónde se habrán ido sus humos
por qué ojos sus medallas
por qué atajos sus topacios
sus pavesas
yo no sé en qué mares se habrán hundido sus navíos
sus cordeles sus banderas sus castillos
aquí sólo han quedado espinos
árboles calcinados petrificados peces
agitadas sombras atizando el silencio
de desconcertantes soledades…


http://rosinavalcarcel.wordpress.com/2012/01/06/raul-guevara-la-musa-fragmentada-hipocampo-lima-diciembre-2008/

Enero 6, 2012
por Rosina Valcárcel

jueves, 22 de agosto de 2013

MARIE, LIBRO DE POESÍA DE RAÚL NOBLECILLA

La tierra. La felicidad son tus vías. La muerte puede ser bella. El poeta reza. Cuerpos atravesados por el aire fino. Sangres multicolores. Ósculos que son versos. La imaginaria poesía en prosa de Raúl Noblecilla Olaechea viene a reconciliarnos con el amor, el deseo y la muerte.

Roger Santiváñez

Los poemas de Marie transcurren en Lyon. Ella va con el poeta al encuentro y desentierro de su propia tumba: la fantasía o la sublimación de la ausencia, del deseo de amar, de trascender. El lirismo fluye por las venas de estos versos. «Poema desde el sur», por ejemplo. Un discurso que permanentemente apela al tú, del lector y de la persona amada. Con amor declarado y con carnalidad expresiva, porque el poeta sabe expresar y tender puentes al lector.

Paolo de Lima


GÓTICA DE RAÚL NOBLECILLA 

[Roger Santiváñez, Campo de verano en el invierno / New Jersey / enero 2013]

1
Hay velocidad y memorias que sufren naufragios –siempre desde el sur– donde crecen las rosas y un nombre –Marie– es un sueño de liberación. Ocurre en Lyon y todo desaparece. Poesía. Quedan el café y las cenizas. Llantos que no terminan jamás. Palabras alumbradas. Nadie te cree cuando dices te amo. No es fácil acostumbrarse a la soledad. Capitanes de barco, marineros, rostros ocultos. Lugares encendidos. Chapes. Los árboles inmóviles. Niños perdidos. Mis pasos encima de tus huellas. 
2
Estío. Cerros y grama. La medida y la inmensidad del amor. Ya no hay preguntas. La tristeza nos invade, el ruido de la pena. La hermosura de una mujer. Eucaristía. Lo que se te ocurra vive en el cielo nocturno. No podemos olvidar el pasado. Hay un azar. El azar es una necesidad –dijo Bretón. Ausencias. Cementerio de recuerdos. Mármol helado. Cadáveres exquisitos. Tumbas y ataúdes. Películas de horror. Metálica. La resurrección de los muertos. Lágrimas. Colores ardientes. La eternidad.
3
Mares corporales. Costas azules de muchachas. Hay que correr, infantes, soles cansados. El movimiento perpetuo. Corazones sonrientes. Paces. Batallas eróticas. Montañas calientes, huecos foráneos. Otra vez la utopía. Podemos nadar, hundirnos, almohadas, alumbramiento de la poesía. Vamos a compartir el tiempo. Ahora ya no tengo ideas. Huir. Una jerga incomputable –Hernández dixit. Permanencia. Delicada criatura. Ilusiones marchitas. Hay soledad, amarres, vidas incomprensibles, historias no respondidas. 

4
¿Dónde estamos? Enlaces, cuellos, ya me olvidé. Las noches albas. Crujidos, puntos cardinales. Transparencias, pétalos, La amada inmóvil. El fantasma de Enrique Lihn. La gran poesía de Enrique Lihn. Fechas inolvidables. Revelaciones. Apocalipsis. La torre de Babel. Una pena muy honda se apodera del corazón. Se sale el mar. Un baño de poesía. No la hallamos. Nos habíamos amado tanto. Mojados, escalera al cielo y al infierno. Apaga la luz. No tenemos nombres. Nadie, me llamo Nadie. 

5
La tierra. La felicidad son tus vías. La muerte puede ser bella. El poeta reza. Cuerpos atravesados por el aire fino. Sangres multicolores. Ósculos que son versos. La imaginaria poesía en prosa de Raúl Noblecilla Olaechea viene a reconciliarnos con el amor, el deseo y la muerte. Y por eso he escrito esta especie de homenaje a su gran talento basado en sus propias palabras.

LOS DISPAROS, LIBRO DE POESÍA DE EVGUENI BEZZUBIKOFF

Evgueni Bezzubikoff hace el milagro. Sus poemas abren en el ojo unas mirillas. Uno se asoma por ellas y ve a otros como nosotros, pero mejores, más nosotros, viviendo la poesía que afuera leemos.
Carlos Franz

Es refrescante encontrar una voz joven y nueva, y sobre todo reconocible en el concierto de las voces de la generación a la que pertenece. Su tono es cosmopolita. Su poesía pertenece a los emigrados y es nostálgica, querendona y reflexiva, aun a 130 km. por hora.
Rodolfo Hinostroza

LOS DISPAROS DE EVGUENI BEZZUBIKOFF 

por Miguel Ildefonso

En la poesía peruana, como en la de Latinoamérica, existió la migración del poeta hacia nuevos y antiguos horizontes. Nuevos en el sentido de una búsqueda de renovación estética que dio obras como la de César Vallejo, César Moro o Jorge Eduardo Eielson. Y antiguos porque significaron adentrarse en la tradición occidental y participar o dialogar con dichos referentes y monumentos universales. El punto de llegada era Francia principalmente, la vieja Europa, como ahora lo es los Estados Unidos. Sobre todo desde los poetas aparecidos en los años ochenta, el imperio se ha vuelto un nuevo referente en que poetas que radican allá han volcado sus versos retratando la constante diáspora, el continuo exilio, la interculturalidad babélica que caracterizan a este nuevo mundo globalizado. Voces como la de Eduardo Chirinos, José Antonio Mazzotti, Mariela Dreyfus, Miguel Angel Zapata, Róger Santiváñez, prefiguran esta nueva voz, la de un poeta que muy pronto llegó al país del Tío Sam. A diferencia de otros, Evgueni Bezzubikoff se inició poéticamente en ese nuevo territorio lleno de renovados mitos. De ahí la frescura de su poesía que señala Rodolfo Hinostroza en la contratapa de Los Disparos, libro que estamos presentando en Lima, en la Librería La Familia, ante su familia, lejos de la librería McNally, de su ciudad poetizada, Manhattan, en donde suele presentarse Evgueni y presentar a sus amigos que como yo, algunas veces, recalamos en esa gran manzana para levantarle el vestido a la Estatua de la Libertad, y ver de qué color son sus bragas.   
Hoy está aquí Evgueni, en Lima la bella, la Manhattan inca, presentando él mismo estos Disparos que nacen tanto de estas ciudades como de los libros que nos colman y de las experiencias íntimas por las que, como también dice Carlos Frank en la contraportada, “ve a otros como nosotros, pero mejores, más nosotros, viviendo la poesía que de afuera leemos”. Su poesía, como ya hemos ido viendo en sus libros anteriores, apunta a revelarnos lo que queda de esas pesadillas urbanas del amor cuando algo oscuro se nos presenta justo cuando vamos a alcanzar lo inalcanzable. Me viene a la mente la escena final de la película Carlitos Way cuando un asesino inesperado es quien fulmina a Al Pacino que estaba a punto de abordar el tren y alcanzar el amor soñado con la amada bailarina. Esa intensidad busca la poesía que nos trae el poeta ahora, esa tragedia que está en las carreteras, en los bares, en los museos, en los teatros. El poeta conversa con la muerte como si fuera la nostalgia o como si se tratara del amor. O quizás sean lo mismo, una misma imagen tridimensional como son las fotografías que acompañan a los textos.
Los disparos apuntan a esos viejos mitos con los cuales se han construido esta civilización, y que hoy se ven trastocados por una nueva sensibilidad. Es lo que se interpreta de la imagen de la portada del libro, la mujer es abrazada por un esqueleto, un fantasma, un pasado que aun viste de vida aferrándose a esa mujer intacta, renovada en sus nuevas dimensiones. No en vano son mujeres, y jóvenes y bellas, las que se retratan en el interior del libro también. Y solo hay un hombre allí, un anciano en un auto más viejo aun. Y, por supuesto, al final vemos al mismo Evgueni, como el cronista de esta nueva era, con el fondo del río Hudson y el Central Park, a una altura en que solo la poesía puede alcanzar para decir lo inexpresable.

Miguel Ildefonso

Portada del Sol, invierno, 2013.


A PROPÓSITO DE LA MONTAÑA: LA REGIÓN MÁS TRANSPARENTE EN LOS CUENTOS DE NINO RAMOS

La Montaña de Nino Ramos Panduro, Hipocampo Editores 2022.  Escribe: Mario Suárez Simich La educación tradicional ha acuñado en el imagina...