miércoles, 4 de diciembre de 2019

Objetos sin casta: Poemas escogidos (1998-2009), libro de Chrystian Zegarra

Hay algo perturbador en la poesía de Chrystian Zegarra (Trujillo, 1971). Luego de cinco volúmenes publicados, esta compilación libre, con ligeras correcciones de los originales y un (des)orden que desafía la cronología, contiene algunos de los poemas más deslumbrantes de la llamada “generación del 90” peruana. Pero esto no se debe sólo a la hábil factura de los textos, construidos con gran sentido del ritmo y distribución de imágenes: hay en ellos la profundidad y el nervio que hacen de un buen poema un poema impactante. En esta selección afloran las atmósferas góticas, los cementerios, hospitales y lugares de sufrimiento en general, como si el exilio que vive el poeta se hubiera internalizado y le sirviera para construir un mundo alternativo, casi como el negativo de una fotografía entre cuyas sombras asoman los fantasmas del pasado y los depredadores del presente: soledad, injusticia, dolor, incomprensión. Se trata sin duda de una de las voces más valiosas y poderosas de las recientes promociones de poetas peruanos.(José Antonio Mazzotti)

Chrystian zegarra (Trujillo, 1971)
 Hizo un doctorado en Literatura Hispánica en UCLA; actualmente es profesor asociado en Colgate University (Hamilton, Nueva York). Ha publicado cinco libros de poesía, el último fue Armas de fogueo (Hipocampo, 2018). Con Escena primordial y otros poemas (2007) ganó el Premio Copé de Oro otorgado por Petroperú. También publicó el libro de crítica literaria El celuloide mecanografiado: la poesía cinemática de E. A. Westphalen (Madrid: Verbum, 2013).

NOTA
estas páginas constituyen una muestra* ensamblada con retazos – hilachas – porciones / con lo que queda después de ventilarse en público / ahora hablo desde la ausencia / desde esa ribera que anula el regreso a marcas originales / abrir brechas y detonar horizontes / socavar lo que había sido estructurado / para que de sus escombros germine un potente desvarío / abundancia de campos magnéticos / de asociaciones por similitud o contraste / he desmantelado un tapiz cuyas piezas encajaban a la perfecta medida / he preferido la búsqueda de un agujero desde el cual armar un remedo de totalidad / a sabiendas de que ésta no existe / de que todo se compone de señuelos – grietas – resquicios / el bosque de la memoria exhibe ramificaciones impredecibles / me interno entre cañaverales / esquivando la maleza que reverdece descontroladamente / persigo huellas que iluminan una ruta espinosa / donde transitan animales huraños / habitantes acostumbrados a poblar sin miedo este simulacro / alguna vez la poesía me guió entre la maraña / me condujo al fondo del despeñadero donde resplandecía un sol incandescente / pero a menudo tropecé con piedras aferradas a una superficie de concreto / imposibles de remover con estas precarias fuerzas humanas / el lenguaje ha muerto / al igual que los fantasmas que se empeñaban en resucitarlo / desprovisto de aspavientos / escribo sin presagiar un gesto victorioso / y este acto breve exalta la plenitud de los límites / el gozo del ahorcado suspendido de una soga firme / la explosión de lo incompleto en un universo de cenizas y alaridos
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*Estos textos —reagrupados con ligeros cambios o significativos cortes— provienen de las colecciones Inmanencia (1998) / Regreso a Ourobórea (1999) / El otro desierto (2004) / Sacrificios (2007) / Escena primordial y otros poemas (2007) / Cinema de la crueldad (2009).


me tiendo de bruces en esta ladera
una fila de hormigas trepa
las lomas de mi espalda

la hierba crece como fusiles al borde de este abismo
apago cigarrillos en los ojos de los buitres
que merodean la carne acribillada
y acciono la luz de alerta
ante la inminencia de una escritura negativa

mis camaradas buscan calzar la noche
que baila con cintura de ramera
y la cuchilla al ras bajo el pañuelo
es una contradanza que secciona
la ansiedad de los cuerpos
un desnudo móvil cinemático
que se proyecta
detrás de una escenografía de cadáver

todos habitan sin falta
este reino de exterminio
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la cicatriz luce con odio en la mano del verdugo
no el cuchillo
no la madera
ni el aleteo de un haz de plumas blancas
la cicatriz la cerilla que incendia el cohete de mi ojo
y lo anula como ciego en la araña de la noche
bajo la púa movible del anzuelo

río de ácido en mi memoria
meces tu frente junto al columpio
te empinas con pies de hule
ante el resplandor de mi navaja

las aves no necesitan su cuerpo para vivir
su sangre es agua libre en la combustión del aire
por eso
sujeta el abanico de alas que alborotan
la savia desprendida del arbusto

te meces
te empinas como si fueras a levantar vuelo
con la tijera roja de tus brazos

el criminal es una efigie clavada entre la carne y el espíritu
he visto cuellos degollados a punto de ladrar
(pues el lenguaje
aún el de los animales
se distorsiona en la sutura de una trompa muda)

he visto la cicatriz no el cuchillo
no la madera

porque en estos cuerpos sólo siento levedad
el sol sepulto
y el grito que hoy los atraviesa
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guardo entre mis objetos personales
los clavos que dejó en mi lecho
el resucitado
el madero crucifica la pared vacía
ante la vela oval

te asombras por las sandalias de cuero
por la mochila de piel
por la osamenta de hombre o lagarto
y yo que no sé del misterio de la carne
sólo puedo mirar la reja abierta
los tres clavos de sangre clavados
en el horizonte de mis ojos de hierro

antes de la cena escuchamos lejanas voces
ecos de ancianos que abandonaban su querencia
para irse a clamar el caos al desierto

cuentan los niños desnudos de la plaza
que a las tres de la tarde
bajo un sol carnicero
una silueta humana desolló las aves de la iglesia
vistiéndose de cuerpo con despojos recogidos
en el cementerio animal

aquí yacemos en esta cama de estacas
esperando un cadáver que llega nunca
un cadáver que           según falsos testimonios
escupe en la mudez de su boca divina
palabras de humo
en el corazón de sus muertos




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