jueves, 22 de agosto de 2013

MARIE, LIBRO DE POESÍA DE RAÚL NOBLECILLA

La tierra. La felicidad son tus vías. La muerte puede ser bella. El poeta reza. Cuerpos atravesados por el aire fino. Sangres multicolores. Ósculos que son versos. La imaginaria poesía en prosa de Raúl Noblecilla Olaechea viene a reconciliarnos con el amor, el deseo y la muerte.

Roger Santiváñez

Los poemas de Marie transcurren en Lyon. Ella va con el poeta al encuentro y desentierro de su propia tumba: la fantasía o la sublimación de la ausencia, del deseo de amar, de trascender. El lirismo fluye por las venas de estos versos. «Poema desde el sur», por ejemplo. Un discurso que permanentemente apela al tú, del lector y de la persona amada. Con amor declarado y con carnalidad expresiva, porque el poeta sabe expresar y tender puentes al lector.

Paolo de Lima


GÓTICA DE RAÚL NOBLECILLA 

[Roger Santiváñez, Campo de verano en el invierno / New Jersey / enero 2013]

1
Hay velocidad y memorias que sufren naufragios –siempre desde el sur– donde crecen las rosas y un nombre –Marie– es un sueño de liberación. Ocurre en Lyon y todo desaparece. Poesía. Quedan el café y las cenizas. Llantos que no terminan jamás. Palabras alumbradas. Nadie te cree cuando dices te amo. No es fácil acostumbrarse a la soledad. Capitanes de barco, marineros, rostros ocultos. Lugares encendidos. Chapes. Los árboles inmóviles. Niños perdidos. Mis pasos encima de tus huellas. 
2
Estío. Cerros y grama. La medida y la inmensidad del amor. Ya no hay preguntas. La tristeza nos invade, el ruido de la pena. La hermosura de una mujer. Eucaristía. Lo que se te ocurra vive en el cielo nocturno. No podemos olvidar el pasado. Hay un azar. El azar es una necesidad –dijo Bretón. Ausencias. Cementerio de recuerdos. Mármol helado. Cadáveres exquisitos. Tumbas y ataúdes. Películas de horror. Metálica. La resurrección de los muertos. Lágrimas. Colores ardientes. La eternidad.
3
Mares corporales. Costas azules de muchachas. Hay que correr, infantes, soles cansados. El movimiento perpetuo. Corazones sonrientes. Paces. Batallas eróticas. Montañas calientes, huecos foráneos. Otra vez la utopía. Podemos nadar, hundirnos, almohadas, alumbramiento de la poesía. Vamos a compartir el tiempo. Ahora ya no tengo ideas. Huir. Una jerga incomputable –Hernández dixit. Permanencia. Delicada criatura. Ilusiones marchitas. Hay soledad, amarres, vidas incomprensibles, historias no respondidas. 

4
¿Dónde estamos? Enlaces, cuellos, ya me olvidé. Las noches albas. Crujidos, puntos cardinales. Transparencias, pétalos, La amada inmóvil. El fantasma de Enrique Lihn. La gran poesía de Enrique Lihn. Fechas inolvidables. Revelaciones. Apocalipsis. La torre de Babel. Una pena muy honda se apodera del corazón. Se sale el mar. Un baño de poesía. No la hallamos. Nos habíamos amado tanto. Mojados, escalera al cielo y al infierno. Apaga la luz. No tenemos nombres. Nadie, me llamo Nadie. 

5
La tierra. La felicidad son tus vías. La muerte puede ser bella. El poeta reza. Cuerpos atravesados por el aire fino. Sangres multicolores. Ósculos que son versos. La imaginaria poesía en prosa de Raúl Noblecilla Olaechea viene a reconciliarnos con el amor, el deseo y la muerte. Y por eso he escrito esta especie de homenaje a su gran talento basado en sus propias palabras.

LOS DISPAROS, LIBRO DE POESÍA DE EVGUENI BEZZUBIKOFF

Evgueni Bezzubikoff hace el milagro. Sus poemas abren en el ojo unas mirillas. Uno se asoma por ellas y ve a otros como nosotros, pero mejores, más nosotros, viviendo la poesía que afuera leemos.
Carlos Franz

Es refrescante encontrar una voz joven y nueva, y sobre todo reconocible en el concierto de las voces de la generación a la que pertenece. Su tono es cosmopolita. Su poesía pertenece a los emigrados y es nostálgica, querendona y reflexiva, aun a 130 km. por hora.
Rodolfo Hinostroza

LOS DISPAROS DE EVGUENI BEZZUBIKOFF 

por Miguel Ildefonso

En la poesía peruana, como en la de Latinoamérica, existió la migración del poeta hacia nuevos y antiguos horizontes. Nuevos en el sentido de una búsqueda de renovación estética que dio obras como la de César Vallejo, César Moro o Jorge Eduardo Eielson. Y antiguos porque significaron adentrarse en la tradición occidental y participar o dialogar con dichos referentes y monumentos universales. El punto de llegada era Francia principalmente, la vieja Europa, como ahora lo es los Estados Unidos. Sobre todo desde los poetas aparecidos en los años ochenta, el imperio se ha vuelto un nuevo referente en que poetas que radican allá han volcado sus versos retratando la constante diáspora, el continuo exilio, la interculturalidad babélica que caracterizan a este nuevo mundo globalizado. Voces como la de Eduardo Chirinos, José Antonio Mazzotti, Mariela Dreyfus, Miguel Angel Zapata, Róger Santiváñez, prefiguran esta nueva voz, la de un poeta que muy pronto llegó al país del Tío Sam. A diferencia de otros, Evgueni Bezzubikoff se inició poéticamente en ese nuevo territorio lleno de renovados mitos. De ahí la frescura de su poesía que señala Rodolfo Hinostroza en la contratapa de Los Disparos, libro que estamos presentando en Lima, en la Librería La Familia, ante su familia, lejos de la librería McNally, de su ciudad poetizada, Manhattan, en donde suele presentarse Evgueni y presentar a sus amigos que como yo, algunas veces, recalamos en esa gran manzana para levantarle el vestido a la Estatua de la Libertad, y ver de qué color son sus bragas.   
Hoy está aquí Evgueni, en Lima la bella, la Manhattan inca, presentando él mismo estos Disparos que nacen tanto de estas ciudades como de los libros que nos colman y de las experiencias íntimas por las que, como también dice Carlos Frank en la contraportada, “ve a otros como nosotros, pero mejores, más nosotros, viviendo la poesía que de afuera leemos”. Su poesía, como ya hemos ido viendo en sus libros anteriores, apunta a revelarnos lo que queda de esas pesadillas urbanas del amor cuando algo oscuro se nos presenta justo cuando vamos a alcanzar lo inalcanzable. Me viene a la mente la escena final de la película Carlitos Way cuando un asesino inesperado es quien fulmina a Al Pacino que estaba a punto de abordar el tren y alcanzar el amor soñado con la amada bailarina. Esa intensidad busca la poesía que nos trae el poeta ahora, esa tragedia que está en las carreteras, en los bares, en los museos, en los teatros. El poeta conversa con la muerte como si fuera la nostalgia o como si se tratara del amor. O quizás sean lo mismo, una misma imagen tridimensional como son las fotografías que acompañan a los textos.
Los disparos apuntan a esos viejos mitos con los cuales se han construido esta civilización, y que hoy se ven trastocados por una nueva sensibilidad. Es lo que se interpreta de la imagen de la portada del libro, la mujer es abrazada por un esqueleto, un fantasma, un pasado que aun viste de vida aferrándose a esa mujer intacta, renovada en sus nuevas dimensiones. No en vano son mujeres, y jóvenes y bellas, las que se retratan en el interior del libro también. Y solo hay un hombre allí, un anciano en un auto más viejo aun. Y, por supuesto, al final vemos al mismo Evgueni, como el cronista de esta nueva era, con el fondo del río Hudson y el Central Park, a una altura en que solo la poesía puede alcanzar para decir lo inexpresable.

Miguel Ildefonso

Portada del Sol, invierno, 2013.


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