sábado, 3 de julio de 2021

PALABRAS DE OTOÑO, libro de poesía de Carlos Ernesto Orbezo



Carlos Ernesto Orbezo

Profesor de Arte y periodista peruano radicado en el estado norteamericano de Virginia desde 1989, donde dirigió el semanario en español La Prensa Metropolitana y fundó y editó la revista de entretenimiento VIDA Magazine. En Perú fue director de noticias de Radio América y por muchos años tanto en su país de origen como en los Estados Unidos desarrolló labores de promoción cultural para la comunidad latinoamericana. En los Estados de Virginia, Maryland y Florida, tuvo responsabilidades de productor y conductor de espacios educativos y de farándula para Tv por Cable y Radio Hispana.

Nació en el distrito del Rímac, Lima, pero creció y se formó escolarmente en el balneario de Barranco, Lima. Cursó estudios de Arte y Diseño en la antigua Escuela Nacional de Arte Dramático de Lima y en la Escuela de Teatro “Emilio Carballido”, dependencia del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura del Distrito Federal, México. Su formación como Comunicador Social fue desarrollada en el Instituto de Periodismo “Jaime Bausate y Meza” (hoy convertido en Universidad de Periodismo). 

En la actualidad Carlos E. Orbezo, quien adquirió la ciudadanía norteamericana, se encuentra retirado de su actividad periodística luego de veinticuatro años continuos en esta profesión. Las pasiones que mantuvo desde la década de los ‘80 fueron la dramaturgia y la poesía. Gracias a estas aficiones ha logrado cumplir una tarea hermosa en la difusión de sus trabajos literarios a través de redes sociales que le permitieron ser invitado como poeta y periodista a diferentes eventos por Iberoamérica, recorriendo países como México, Colombia, España y Perú. Autor de su primer poemario Las pecas de tu espalda, mayo del 2019 en Perú. Continúa escribiendo crónicas y obras de teatro. 

Palabras de otoño

El escritor Carlos Ernesto Orbezo, en su segundo poemario Palabras de otoño, acopia una fuente exquisita de textos que le da acceso al instintivo de vivencias que recoge y genera importancia no solo para el autor en la etapa de madurez, que todos los seres humanos desearíamos experimentar, sino que él mismo reviste y recrea los versos de fuego y mirra, los seduce ante el buen juicio de lectores y la escala de prudencia y sensatez. 

Palabras de otoño relata sus propios clamores, los más íntimos, los más internos, los hace que broten de manera fina para dar rienda suelta a lectores comprometidos con el criterio de una vida soñada, trajinada en delirantes periodos, son sus versos transitando la vida, propiciando la cordura y en ella se prevé una aprovechable vitalidad en el espíritu, los trazos del poeta son sus propios versos, al referirse al término “vejez” discrepa enormemente de la “vejez del alma”, y transporta a los lectores hacia sus  propias creaciones, hacia el arte de escribir en el espíritu, y la vivencia de purificar sus propios miedos marcando distancias, donde no sea “ilícito mirarse en el espejo “como contraste del tiempo.  

Esta nueva obra que lleva acertadamente el título de Palabras de otoño revela esa travesía de mirar  “palabras encontradas”, mirar la “piel encadenada cruzando puentes” en la mitad de los sueños. El autor perfila su propia “quiebra ante el espejo de su propia alma”,  frente a versos y abecedarios limpios y humanos, donde la nada queda al final silenciada.

Escribe Silvia Ortiz

El escritor Carlos Ernesto Orbezo en Palabras de otoño, hace credo de sí mismo su propia estancia, la vida suya discurriendo profundidades, es su propia voz, la de todo aquel que rebase cuatro paredes en campos diversos, la vida del poeta, su intrínseca actitud frente al espejo, sus errores, sus caídas, sus aciertos, su mágica forma de ver el calendario mordido por crepúsculos andares. El accionar propio del autor se mueve, la vida espiritual frente a edades que no pesan, y que ya porta serenamente.

El poeta recorre el espejo de sus propios años, invita cálidamente a esa mirada ausente de temores, se constituye en un duelo de conciencia plena y de seguridad del que anda, del que muestra su propio campo fresco, se halla así mismo en la timidez, y la vaciedad de sí mismo, sus años. Tenemos frente a nuestros ojos la capilla poética más certera del alma, ama y discurre por témpanos de frialdad en ese trajinar, y no se quiebra, ora sobre versos dolorosos, se conduele con el paso matutino de andantes, embalsamados andantes en la ofrenda misma del espejo.

El lector podrá descubrirse prontamente en ese binomio del que ofrece el autor, esa plegaria pastoral de gruesísimo formato, muy pocos escritores han podido perpetuarse en los ojos de lectores, de modo tan sencillo y con purificado escrito, ante ustedes este generoso aporte de justicia y benevolente rescate para el alma, Palabras de Otoño, lirismo sereno y arduo amor por los espejos.

Virginia, USA


Prólogo

Escribe Enrique Dintrans Alarcón

Y regalaré mi taza de café, las frutas mendigas de mi pluma

(del poema terrenal: “Palabras de Otoño”).

El escritor Carlos Ernesto Orbezo desarrolla sus escritos en la universalidad de los “otoños”, la generosa alfombra humana que se gesta como manantial en la exquisitez poética,  y es que a nuestro escritor le acompaña una fina intensidad y profunda gama emocional, deja abierta la mirada hacia los grandes misterios de la existencia humana, y la notoria intención de hacer perceptible aquellas verdades que “el alma calla”, no obstante, nos hace partícipes de una maravillosa conciencia, los “períodos del alma”, los “otoños del silencio”, una vez más es el lector o grupo de lectores que determinarán los quejidos nuevos que se sumen a la colosal invitación del “otoño en marcha”. 

En este segundo poemario titulado Palabras de otoño, es el mismo escritor quien traza un camino minucioso y distintivo hacia la acertada experiencia vital del otoño. La obra suya emerge, con una conciencia lúcida, cromática y descriptiva de lo que parece ser un ciclo, un movimiento vital, donde el balcón mismo del otoño se asoma con experiencias luminosas y desgarradoras. La voz del  poeta irrumpe en cada verso,  adopta distintas estancias emocionales, celebra e impulsa un registro vigoroso de sus recuerdos, olvidos y pasiones, cruza fronteras, levanta visiones, se examina a sí mismo con sorprendente naturalidad, transparencia y plática. Los sentidos quedan perpetuados y los  lleva al asombro mismo de la edad, de tal forma que es imposible no asombrarse, ni sentir empatía por lo que representa. 

Por otro lado existe en la poesía viva del autor, una conciencia del proceso histórico universal, donde la voz lírica le permite reconocerse y haberse perdido en jardines babilónicos, arañando sus propias alas, divagando su canto ante “huesos pensativos”, el poeta de la “danza plena” adjunta sus pasos lentos, su voz también es “voz hambrienta de secretos arrinconados”, es  culpa desesperada digiriendo preguntas, una voz que se siente golpeada “en sus propios versos”. El poeta Carlos Ernesto Orbezo, afirma haber caminado por calles imperfectas, vestido de blanco, desesperadamente de blanco, ridículo y desértico, irremediablemente sensible, se ofrece así mismo como “testigo inquebrantable” y poeta del “alimento interno”, él mismo cabalga y olvida abecedarios, desenreda idolatrías  encadenadas a tierra de nadie.  

Frente a lo sagrado y la expectativa de lo divino, no puede ocultar cierto trato con registros de lo religioso, muy recurrente a lo largo de sus escritos, pareciera una veneración meritoria del “mirarse por dentro y en otoño”, así se observa que recorre su largo peregrinaje, y es la poesía, su poesía la que intenta cruzar puentes en que el tiempo se disuelve como ocurre en el poema “Un día”, y así, “un día cualquiera, de visitas inesperadas”, un día en que quizá llueva, o que quizá nunca llegue, en el que el poeta “olvide cerrar puertas”, o “la memoria se escandalice”, y es que esa voz, su voz ha vivido tanto, que “ha llorado sobre sábanas santas” y traza silenciosamente porque “hay lluvias festivas en copas de vino”, y “por los besos y versos de todos los viernes santos”. Sin embargo hay un quiebre de esta alma peregrina que, no renuncia a un declarado compromiso de escribir “plegarias en las cenizas”, escribir “las miserias del alma sobre lluvias de hambre”.    

Y como varón del amor, deja una enseñanza mayor, amar y respetar a la mujer, dejando de lado ese torbellino de crímenes en que se mata y se atropella a cada mujer del mundo. Su voz se levanta ante el festejo por la mujer “como revelación del amor”, presenta una relación amorosa hacia la mujer, su esposa a quien describe en la libertad de las ataduras y culpas, la mujer que ama señala el autor “la que limpia con besos de fruta mis mejillas golpeadas / la que todo lo transforma y glorifica / la que alimenta sus ojos en la ruta de la inocencia y todo, todo lo desnuda”. Es esa mujer, su esposa, la que esculpe milímetro a milímetro el otoño de los sueños, la mujer de la sonrisa autentica, su esposa, la mujer que considera serenamente hermosa, ella la que imagina locuras de fuego y de siempre emancipada culpa, ella la que goza en sus brazos como niña, y en “otoño”, en otoño, en todos los otoños, eso espera.  

Por otro lado y en perfecta sintonía y registro introspectivo, el poeta refiere a la “Madre”, a su propia madre y en ella a todas las madres. Le perturba ver partir algún día a su propia madre, y de seguro confía eternamente en los otoños de los hijos y el cuidado de sus madres, eso cree, eso anhela, por eso escribe: “espérame en el faro de las conductas olvidadas”, espérame “cuando marches al paraíso de los mundos felices”, la madre, a quien quiere escoltar, a quien revela incansablemente ser dueña de sus adentros, de sus avances, de saberse y saberse vivo de verdad y en “otoño”, pues ella le ha dado el poder de una mirada que le ha llegado como una visión “bendita” de la tierra, una visión acústica de vivir y de vivir en la libertad de cada ruego.   

Palabras de otoño de nuestro autor Carlos Ernesto Orbezo, nos invita a la consolidación de esta tierna, y espléndida plegaria por la vida en “otoño”, adherirnos, y a sumar de por si en nuestras sociedades el arte de vivir el “otoño de palabras” de nuestro interior, nos ofrece vida, y la danza jubilosa en la esfera del cristal de nuestras edades, nuestro interior, nuestras vivencias, ahora en medio de un mundo recargado de ausentes “otoños”. Este poemario podría sumarse a las casas de hogares donde la lectura se haga baluarte de tantos y tantas angustias de “otoño”.

Santiago, Chile.

Febrero, 2020.

MUESTRA POÉTICA

CAMINOS IMPACIENTES

Y aquí estamos...
gaviotas embriagadas,
abriendo alas a la realidad
de nunca aborrecer inocencias,
liberando condenaciones,
eliminando canciones de fuego
en oraciones matutinas,
sujetando costumbres
en cada silencio transparente
de latidos eternos.
Gaviotas embriagadas...
hoy estamos sin gemidos
rescatando memorias intensas,
horas de promesas bailables,
miradas enmascaradas
sin nombres excluidos,
palabras huecas,
letras traviesas impacientes,
arrojando monotonías
de voces incorregibles.
Y aquí estamos...
bajo lluvia de letras egoístas,
sacudiendo cansados secretos,
con las ansias de creer
que hay espinas y sueños
en el camino libertario
de juramentos ardorosos...
y es que somos peligro
bajo el humo de viejos árboles,
sin violines encendidos.


ESTE DÍA

Este día...
que no es un día cualquiera
en el otoño de mis cantos...
hay líneas blancas
en las huellas del reloj,
en páginas coloreadas
que alimentan fantasmas,
en lo profundo de mis paisajes
de luces intermitentes,
de cruces en la frente.
Líneas blancas
en los sonidos bendecidos
de la inocencia,
en la sangre transformada
en vino tinto de viejos siglos,
en lágrimas o lluvia,
sin abecedarios peregrinos
por el viento musical
de mis años perdidos.
Este día...
que no es un día cualquiera...
escribiré sobre alborotos
del cansancio
cuando desgarro la mente
de todo lo fatal en los huesos.
Líneas blancas...
en la rabia del camino
que roba los auxilios
de ventanas abiertas.
Solamente este día
en el otoño de mis danzas,
de hierba húmeda,
de banderas ahogadas
cada mañana sin medallas,
con las manos apretadas
en los bolsillos, 
robando el frío a las sombras, 
crucificado en mis letras.





REHÉN DE VOCES, libro de poesía de SILVIA ORTIZ




Silvia Ortiz 

       Nació en Arequipa, Perú. Posee estudios de doctorado en administración de empresas y maestría en gestión de la educación. En 1996, coordina la presentación del libro Trinos y aleteos en Lambayeque, Perú y en dicho evento, juramenta como Directora de Relaciones Exteriores de la Casa Nacional del Poeta, Chiclayo. Ese mismo año, presenta su primera plaqueta La casa vacía. En 2011, fue declarada Visitante Ilustre en Cajamarca. En 2012, fue reconocida y nombrada Huésped Ilustre en el VI Festival de Poesía Cielo Abierto, Barranca. Ese mismo año, le fue otorgado el Diploma de Mérito por su aporte cultural en el I Encuentro de Escritores en Ica. En 2013, fue nominada Huésped Ilustre en Cajamarca y recibe Diploma de Honor por su valiosa participación literaria en el IV Festival Internacional de Poesía, Cajamarca, y en ese mismo año presenta su poemario Los Nudos de la noche en la V Feria de Libro Zona Huancayo. En 2014, obtiene el Diploma de Honor en el Festival Internacional de Poesía por la Paz, Lima y participa en el Encuentro Poético del Quincuagésimo de la Creación del Instituto Raúl Porras Barrenechea, Lima. En 2015, participa en el Primer Encuentro de Escritores Peruanos en los Estados Unidos en Washington, D.C. 

       Sus obras aparecen publicadas en las siguientes antologías en Perú: De quenas y bandoneones (2011), Ontolírica del viento (2011), Fiesta del amor (2013), el VIII Festival Internacional de Poesía por la Paz (2014), Humanipoetimente (2014), Más allá de la palabra (2015). A nivel internacional, sus poemas fueron incluidos en antologías tales como el I Encuentro Internacional de Poetas en Valencia, España (2015) y Miradas sin tintes de piel, México (2016), Viaje de Poetisas Hispanas hacia el Mundo Árabe, Jordania, (2016), Poetas Latinoamericanos en los Ojos de la India, India (2016). En 2014, sus poemas fueron publicados en las revistas literarias peruanas Delirium tremens, Abrazomar poetierizado y Palabra en libertad  y, en 2016, en la Revista azahar de Colombia y la Revista internacional Galaktika poetiké ADUNIS, Albania. Es autora de los poemarios Los nudos de la noche, 1ra edición (2013), La ceniza de otro Dios (2014), Ojo de pez I (2014), La fresa de tu boca (2015), Los nudos de la noche, 2da edición (2015) y Ojo de pez II – Humanidad arañada (2015), La casa del silencio (2019). Ganó el Premio Mundial a la excelencia Literaria en el II Congreso Mundial de Escritores "MIGUEL DE CERVANTES", de Orlando, Florida (2016). Diploma de Honor por su Destacada Labor Literaria y Aporte Cultural en el Mundo, Agencia de Prensa Internacional APREINT, Barcelona, (2019). Recibió Homenaje en la Revista letrare ATUNIS (2017). Algunos de sus poemas fueron traducidos al inglés, francés, italiano y bengalí.

Recensione di Teresa GENTILE

L’amore, l’amicizia, la misericordia, la fede sono chiavi di volta per dar voce a chi non ha voce e che per tanti motivi si vede costretto a rinunciare a una vita familiare, sociale e professionale normale perchè catalogato come «schi - zofrenico» e posto tra esseri in cui, e non per loro colpa, l’anima è prigioniera di una affettività alterata, di gelosia immotivata, di scissione tra pensieri ed azione, di allucinazioni uditive e visive, di deliri di persecuzione, di disordini nel linguaggio, di catatonie che li rendono inquieti, ed in continuo stato d’agitazione, depressione, irritabilità, disperazione e con voglia crescente di ricorrere al suicidio. Ebbene, la nostra Silvia Ortiz dedica la sua poesia proprio agli schizofrenici ed a noi. Ci parla della loro tristezza, della loro solitudine, della loro malinconia. Si sofferma sulle loro famiglie che soffrono e di istituzioni specializzate che con professionalità si impegnano perchè avvenga una ottimale inclusione sociale dopo un periodo di opportune cure e mutamento d’ambiente di vita e di occupazioni motorie.

I versi di Silvia Ortiz sono ispirati, appassionati e animati da particolare vibrazione quando ci parlano di una politica disumana che sceglie la via del silenzio su tale complesso problema sociale che pure ha radici profonde. Infatti, alla base dell’insorgenza della schizofrenia è proprio un contesto sociale privo di regole giuridiche ed etiche e sempre più violento, criminale destabilizzante, frustrante e discriminante. Ciò nelle persone più fragili e sensibili causa l’insorgenza di paure, senso d’oppressione, inadeguatezza, irritabilità esasperata, disperazione, manie suicide o omicide. Come conseguenza ogni regola viene eliminata, impunemente è distrutta ogni forma di bellezza e vengono soffocati gli ideali ed i sogni più belli, ogni speranza e ogni umana certezza. E’ logico che troppe tensioni, troppe paure incontrollate portino a comportamenti irrazionali, fragili, incomprensibili e provochino scissioni gravi tra pensiero, memoria, percezione, mitezza e violenza.

Vero irrinunciabile psichiatra, - ci avverte Silvia Ortiz - dovrà essere ogni padre perchè : sempre più gli si richiederà d’esser forte, di dare non solo un esempio etico adamantino ma di educare i figli ad esser ligi a regole precise per crear stabili argini tra le frontiere del bene e del male. Più egli sarà un eroe del quotidiano e più i figli diverranno coraggiosi, forti, capaci di non esser sconfitti dai falsi miraggi della violenza e da illusori pseudomiti offerti dalla società odierna. Questa preziosa poetica di Silvia Ortiz è puro flusso di luce e merita d’esser letta perchè è prezioso seme di vita nuova.

Italia, 2017 

Recensione di Teresa GENTILE 

(Traducción libre del texto en la contraportada)

«El amor, la amistad, la misericordia, la fe son claves para dar voz a aquellos que no tienen voz y que por muchas razones se ven obligados a renunciar a una vida familiar, social y profesional normal porque se clasifica como "esquizofrénico", y colocado entre seres en los cuales, y no por su culpa, el alma es prisionera de una afectividad alterada, de celos desmotivados, de una división entre pensamientos y acciones, de alucinaciones auditivas y visuales, delirios de persecución, de desórdenes en el lenguaje, de catatons que los hacen inquietos, y en un estado constante de agitación, depresión, irritabilidad, desesperación y con un creciente deseo de suicidarse. Bueno, nuestra Silvia Ortiz dedica su poesía a los esquizofrénicos y a nosotros. Nos habla de su tristeza, su soledad, su melancolía. Nos habla sobre sus familias que sufren e instituciones especializadas que se comprometen profesionalmente a garantizar una inclusión social óptima después de un período de tratamiento adecuado y cambios en el entorno de vida y las ocupaciones físicas. Los versos de Silvia Ortiz están inspirados, apasionados y animados por una vibración particular cuando nos hablan de una política inhumana que elige el camino del silencio en este complejo problema social que también tiene raíces profundas. De hecho, la base de la aparición de la esquizofrenia es un contexto social sin reglas legales y éticas y un criminal cada vez más violento, desestabilizador, frustrante y discriminatorio. Esto en las personas más frágiles y sensibles provoca la aparición de miedos, una sensación de opresión, insuficiencia, irritabilidad exasperada, desesperación, manías suicidas u homicidas. Como consecuencia, se eliminan todas las reglas, cada forma de belleza se destruye con impunidad y los ideales y sueños más bellos, toda esperanza y toda certeza humana se sofocan. Es lógico que demasiadas tensiones, demasiados temores incontrolados conduzcan a comportamientos irracionales, frágiles e incomprensibles y causen serias divisiones entre pensamiento, memoria, percepción, suavidad, violencia. Silvia Ortiz, una verdadera psiquiatra, nos advierte que tendrá que ser cada padre más y más: se le pedirá que sea fuerte, que dé un ejemplo ético inflexible, que brinde reglas precisas a sus hijos para crear fronteras estables entre las fronteras del bien y del mal. Cuanto más es un héroe de la vida cotidiana, más valiente, fuerte, capaz de no ser derrotado por los falsos espejismos de la violencia y por los pseudomitas ilusorios de la sociedad actual. Este precioso poemario de Silvia Ortiz es puro flujo de luz y merece ser leído porque es la mitad de una vida nueva.» 

Italia, 2017


MUESTRA POÉTICA

XXIV

La historia virreinal no es la misma 
en el invierno de malvas   
no es la misma en el histórico dolor
no es lo mismo el paso relámpago
con mecánica costumbre 
el deslinde en la demencia 
como caja de cartón
no es lo mismo 
un árbol deshecho por la deshonra  
en el motín que acompaña  
al arco iris en el cauce de improperios
no es lo mismo. 
La belleza libertaria no es la misma 
se equivoca cuando evoca consuelo 
en la efigie falsamente levantada 
no es lo mismo 
el pavor estudio inexacto 
en novelas extintas en la sociedad del terror
no es lo mismo la observancia de la calma 
en su propio vaivén latido   
no es lo mismo 
las flores en la antorcha 
en los dulces que invoca 
hoy tu boca.

XXXIV

Me dijeron que me cubra 
de los tiempos bajo auroras
del insomnio cuentagotas
son los golpes que recibo casi a diario
son los versos de este trago medicinal 
son cuidados en merienda libertarias 
¡contra el gluten!
¡contra el gluten!

Me dijeron que me calme  
que me arrope de soberbias 
en acceso de los grillos en la noche, 
la herida es baraja frente hospitalaria 
de comer y de beber en el gluten 
conviven traiciones de mi mente 
nula calma. 

Me dijeron de antemano
que los bosques gigantescos 
aseveran que vigile la comida
que los pépticos ingresaron con engaño
es el gluten el bandido y la probable
causa mental en el juego de la vida 
y en la rima sensibilidad
sensibilidad al gluten.


PRÓLOGO

Escribe Carlos Ríos Cuadros

        Son como gotas de agua, como rocío del alba, como las flores que tienen aromas indelebles, así son los versos de Silvia Ortiz que con suave movimiento se esparcen en el firmamento y cae un paradigma como cisma de la física en quebranto, y se levanta un constructo rebelde con cantos de voces que lloran, ríen, sufren, protestan, mueren y muerden la miseria humana; son los versos del fervor humano y de la atrevida visión social. Silvia logra capturar el color del dolor de la escisión de la mente humana en que se derraman matices del delirio, del semblante sombrío, de la mirada esquiva, de los caminos torcidos. 
        Sorprendente la aventura poética de rodar un poemario, donde la sensibilidad y todos los sentidos se hincan ante la agudeza de los nervios desnudos de la escritora Silvia Ortiz, donde se describe la historia de los enigmas dolientes del alma y de la psiquis, como ordena las líneas y los hitos que al iniciar la lectura de esta singular obra titulada Rehén de voces convertida a partir de hoy en una clase maestra de un trastorno mental, llámese esquizofrenia u otro, donde expone con versos límpidos el abandono social y familiar, la ausencia del afecto y amor, la calidez del apretón de manos y del abrazo, de las frases que dicen estoy cerca y te quiero.  
        La poeta Silvia Ortiz tiene la virtud de coger con las manos la vaciedad del alma humana y lograr decantar lo que ellos dicen en voces altas, en gestos de apatía, en noches de insomnio que yacen tirados en sombras, en voces que te hablan muy quedo al oído, llegando a inflamar versos que sueñan y rompen silencios de labios sellados que torturan incendios de voces que nacen y nacen. 
Un trabajo extraordinario sucumbir, caer moribundo, ingresar al fondo del desorden mental, despojado de todo e iniciar una relación tan real que los conceptos mudan al escuchar los murmullos tan claros, las voces que ordenan a sentir y escuchar los paladares hambrientos de mil necesidades inimaginables. Un acierto descabellado el de Silvia Ortiz al entregarnos un poemario donde las luces se apagan y cae el telón para espectar en versos la historia real de un desorden mental.
        Leer esta obra es una invitación a un viaje del cual quizás no quieran retornar, yo aún no retorno, pues cada pedacito del poemario de Silvia Ortiz que engullí me tiene atrapado, porque  develó en mi conciencia la crudeza y las asperezas de las encrucijadas de los pacientes y sus verdades y el gran desatino de nuestras sociedades y sus conductores que padecen de una atrofia generacional para escuchar y observar el gran tema de la salud mental. No deja de llenarme de asombro como guía mi sensibilidad cada verso y postular nuevos conceptos para acercarme con más seguridad a una charla y encontrar el punto de equilibrio anhelado. Me han dado claros criterios la valiosa obra de esta escritora, cuyos versos emergen de saber mirar y escuchar. 
        Este poemario es un buen instrumento que impulso desde ya para que se convierta en una obra de lectura de todos los actores que participan en la atención de quienes padecen problemas de salud mental y para todos los interesados. En la actualidad la medicina está caminando senderos deshumanizados y necesitamos desde diferentes áreas del saber humano aportes que nos acerquen y recuperemos los procesos de humanización. Considero que este poemario recoge una vasta expresión del sufrimiento de quienes transitan y viven sumergidos en las frías celdas del anonimato y el olvido, de fácil entendimiento, constituyéndose en un poemario terapéutico liberador.
        Esta obra marca un hito dentro de la poesía que compromete a Silvia Ortiz a proseguir el trabajo iniciado en la salud mental, conservando sus postulados críticos y los versos que tiñen a los seres insensibles y a la sociedad y su mercantilismo para ser fácilmente identificables.
        Los críticos sabemos que el modelo neoliberal lo que toca lo convierte en un negocio y no escapa a esto la salud y la educación. Entendemos que salud es por principio un derecho universal con el cual nacen todos los hombres, es inalienable e irrenunciable y el estado debe preservar ese derecho universal, pero la realidad es terrible al ver morir seres humanos de inanición y tanta crueldad no cabe al ver a otro con un desorden mental, totalmente olvidado y que caminan como zombis por las calles de las urbes y en los pueblos olvidados alejados viven como topos perdidos por los montes y cerros, encerrados dentro de ellos mismos.
        Al revisar documentos de la especialidad de psiquiatría no hay hallazgo de construcciones poéticas que disequen la mente humana y sus vicisitudes como lo logra Silvia Ortiz con sus versos, alcanzando dimensiones poco conocidas del que se desprende ideas y conceptos que encontrarán con naturalidad donde anidarse y empezará una reproducción exponencial y una generalización de esta agudeza cognitiva plasmada en versos, pues se sumará al quehacer cotidiano y sensibilizará los latidos del alma y su visión, en una plática donde el encuentro terapéutico sea lineal de dos seres desnudos de prejuicios, doliente y terapeuta. Los instrumentos terapéuticos nacen de políticas de salud pública sinceras, conjuntamente con los gestores que desarrollan su experiencia en el campo, tomando el material más humano, y allí justamente engarzan las notas musicales del poemario Rehén de voces.
        Amigo lector se trata simplemente de humanizar el trato con los dolientes del alma y una reestructuración del pensamiento de la sociedad, que es una tarea de todos, de la humanidad entera, porque las grandes contribuciones como la de la escritora y poeta Silvia Ortiz marcan nuevos paradigmas de conceptualización de la mente humana.

 Psiquiatra (Lima, Perú)

EPÍLOGO

Escribe Antonio Rivas Carreño

        El problema con la poesía es que su intención es la de no ser clara, pues como ya tengo dicho, usa un orden en las palabras distinto al de la vida cotidiana, pues intenta describir imágenes que no existen pero que despierten en el lector reacciones muy reales, o puede incluso en ocasiones no tener otro objetivo que el de experimentar con sus propios sonidos, sin que sus palabras tengan un sentido lógico. El lector tiene que interpretar a su capricho lo que el autor quiere transmitirte o le deja en una ligera nebulosa a veces para que aquél adapte el  mensaje a sus propias inquietudes o anhelos, pues el contenido o mensaje en poesía, sobre todo cuando se escribe en verso libre, resulta a veces indescifrable. Y el motivo es debido a que están “escondidos” en las metáforas, una de las más bellas figuras literarias en lengua española. ¿Y qué es una metáfora? Bien, la metáfora es una figura de significado, una especie de comparación que puede ser de dos clases: pura e impura. La metáfora pura resulta del empleo de una palabra o frase con significado ajeno al suyo propio en base a una relación de semejanza, ejemplos: (Y paso largas horas oyendo gemir al huracán/… Entra en el torrente que te reclama/… Recojo con las pestañas sal del ojo y sal del alma). En cuanto a este último ejemplo la comparación es bien clara: sal del ojo es igual a “lágrimas” y sal del alma equivale a “angustia”, por tanto ya sabemos dónde podemos esconder poéticamente las lágrimas y la angustia. Así de simple. En cuanto a la metáfora impura, ésta se produce cuando la comparación aparece con elementos gramaticales ausentes. Un ejemplo: “Las palabras, guantes grises, polvo mental sobre la yerba…” (Falta “son como”)

        Bien, en este poemario de Silvia Ortiz se nos introduce, de alguna forma, en la esquizofrenia y en el trastorno bipolar. La esquizofrenia es un trastorno mental que precisa, para ser diagnosticado, de la presencia de dos o más de los siguientes síntomas: ideas delirantes: pensamientos que no corresponden con la realidad. Alucinaciones: percepción de sonidos, visiones o sensaciones olfativas o táctiles que nadie más percibe. Lenguaje desorganizado o incoherente. Comportamiento gravemente desorganizado. Síntomas negativos: introversión, empobrecimiento afectivo, apatía y déficits cognitivos (problemas de atención, memoria, concentración o capacidad de planificación). En cuanto al trastorno bipolar, antiguamente conocido como psicosis maníaco depresiva, es un trastorno caracterizado por la alternancia de fases de euforia con fases depresivas. Es importante no confundirlo con las variaciones del estado de ánimo reactivas a factores del entorno, que ocurren en breves períodos de horas o días y que son debidas a determinados rasgos de personalidad. En el trastorno bipolar, las fases de euforia o depresión, si no se tratan, pueden durar semanas o meses y no guardan necesariamente relación con problemas del entorno. Actualmente el trastorno bipolar se considera como un espectro de diversos trastornos, categorizados en cuatro tipos distintos: trastorno bipolar I, trastorno bipolar II, ciclotimia y trastorno bipolar no especificado, que reflejan distintas formas de presentarse la alteración cíclica del ánimo.

        Con un lenguaje pleno de expresión poética, Silvia Ortiz nos viene a demostrar en su obra que el mundo de la esquizofrenia en manicomios u hospitales psiquiátricos no es otra cosa que un pálido reflejo, que una humilde sombra de la cotidiana, áspera, entrañable y dolorosa realidad, donde nos introduce en un mundo tétrico, frío y oscuro, que es el hábitat del paciente mental con el ánimo de acentuar el contraste de la frágil humanidad de los enfermos con la enorme carga de injusticia que suponen las condiciones ambientales que sufren, y que ella describe con evidente maestría, las cuales penden constantemente sobre la cabeza de los pacientes, como una espada de Damocles, por cuanto de marginación sociológica suponen las condiciones infrahumanas que se ven obligados a soportar.

        Con ello, Silvia Ortiz no hace más que mostrar al lector su actitud de irritada protesta, ante un mundo negro y cruel, sin duda motivado por el inconformismo de la propia autora ante las constantes actitudes de injusticia con que la sociedad martiriza a los marginados en los hospitales psiquiátricos.

España, 2018






AL DI LA, reciente novela de GLADYS CAMERE







GLADYS CAMERE 

AL DI LA es la historia de la vida de cuatro generaciones de descendientes de ligures que abarca un periodo comprendido entre 1905 y el 2015. 
    La etimología de esta palabra, que puede entenderse como “más allá”, similar a “lejanía” en español, o aldilá –todo junto– que significa “la otra orilla, el otro mundo, inclusive el infierno”, se sintoniza exactamente con el drama de los inmigrantes italianos en tierras peruanas que buscaron desde la proa de un navío el horizonte prometido para construir una nueva vida y realizar sus sueños. 
    Gladys Camere nos entrega un híbrido ficcional, utilizando hábilmente un epistolario familiar, pero que se enriquece con la fabulación de otras historias de personajes, preferentemente femeninos. 
    En AL DI LA se percibe un tono verbal que consigue la catarsis y la empatía con el lector. En esta obra la tragedia y los pecados, las alegrías y las pasiones, eso que nos rodea toda la vida hasta la muerte, se cuentan sin artilugios porque los secretos tienen también una costumbre perversa de quitarse el polvo del tiempo.  



Se inicia tardíamente como escritora, debido a su excesiva dureza para juzgar su creación literaria, pero esta relativa pausa termina cuando publica su cuento “Penélope” en el volumen Memorias clandestinas que reúne a ganadoras y finalistas del primer Concurso de Narrativa para Mujeres del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán en 1992. Luego vendrían varias publicaciones en revistas de la época como La Tortuga Ecuestre, Kachkaniraqmi, Hipocampo de OroMusa.
    Su primera publicación: En primera persona, es un libro que reúne nueve cuentos escritos entre 1986 y 1994, cuyos personajes femeninos viven atrapados por el amor y la locura, o tratan de encontrar una salida a su conflicto. 
    Tentar al diablo, su segunda entrega, también reúne nueve cuentos (número que la autora considera perfecto), datan de los años 1989 y 1999. 
    Actualmente está escribiendo La curruca, una novela en la que cuenta la historia de una migrante italiana que vivió desde 1930 hasta 1920. También administra la página “Las warmis”, dedicada a transmitir información sobre las mujeres en las redes sociales.

AL DI LA (Fragmento)

Génova 2015

Onda su onda chi non sale  sfonda grafitti en via Balbi Genova


La sirena sonó larga y me puso la piel de gallina, a pesar de que sólo anunciaba la entrada al puerto de un crucero enorme, con cientos de turistas que recorren la ciudad con cámaras fotográficas colgadas del cuello, idénticos unos a otros. 
    Repasé con la mano los vellos erizados de mis brazos, y miré alrededor mientras tomaba un café en la terraza de un restaurante de una callecita estrecha y mágica del centro de Génova, más conocida como “Citta vecchia”.
    ¿Así habrá sonado la sirena del navío en el cual hace cien años zarpó para “lamerica” Giacomo Parodi, mi tío bisabuelo, y el primero de la familia en llegar al Perú? Para él, la espera en el Palazzo de San Giorgio –donde funcionaba la Aduana– debe de haber sido interminable. Seguro nervioso por los últimos trámites, pues allí se sellaba el contrato de trabajo una vez más, revisaban su recién expedido documento de identidad, verificaron nombres, apellidos y una foto a los 16 años. Un hermoso joven más de un metro ochenta, delgado, de pelo castaño ondulado y de intensos ojos azules. 
    Estampó ante la mirada indiferente del funcionario, un aspa como firma en conformidad con el trámite efectuado. 
    ¿Cómo habrá sido el día de la partida? ¿Habrá entrado a esta hermosa ciudad por la puerta Sovrana, luego de recorrer Chiavari, Rapallo, Santa Margherita, Recco, Nervi, en fin, todos los pueblos que conforman la Riviera del Levante? 
    Llevaría seguro una maleta de cartón prensado, muy sujeta con una correa de cuero, y estaría sudoso bajo su traje negro y la camisa blanca y el “berretin” o boina clavada hasta los ojos. Mientras que, en las laderas boscosas con olor de pinos y castaños de Lavagna, quedaban Luigia su madre, su hermana Irene y Lalla Mafalda mirando al horizonte para distinguir la nave en la que se iría Giacomo. 
    ¿Conocería esta soberbia ciudad, sus calles, callejuelas y callejones? Su centro histórico el más completo de Europa. ¿Conocería i carrugi? ¿Habrá aspirado con profundidad el olor de este mar que ha dejado su huella en cada muro, puerta, ventana y que ha desgastado por igual los muelles “el Vecchio molo” palacios, y casuchas miserables? ¿Habrá caminado desde Sottoripa, hasta llegar lo más cerca posible a “La Lanterna”, faro que ilumina con fidelidad el mar por muchos kilómetros? 
    Ya los detalles no los sabré jamás, sólo permanece lo que él mismo contó en sus pocas cartas, guardadas hasta hoy como un tesoro. 

lunes, 26 de abril de 2021

DÉCIMAS DE JINRE GUEVARA DÍAZ

 

Primera edición, Lima, marzo de 2021
Hecho el depósito legal en la 
Biblioteca Nacional del Perú Nº: 2019-09976
ISBN 978-612-4082-90-0

Fotografía : Manuel E. Guevara Valverde 

VÍCTOR VIMOS: «...los lugares de la tradición literaria están plagados de ausencias. Del campo a
la ciudad, se coloca en la frontera de esos vacíos. Lo hace para llevar claridad a
tantos espacios que dieron voz a los anónimos y de los que ahora no queda rastro.
Es, también, un documento testimonial de un tiempo doloroso, conflictivo, de
amenaza, pero repleto de eso que hace valiosa a la vida, de una belleza que no calcula
o negocia su aparecimiento, sino que es dada para quien pueda verla sin ojos
y oírla sin oídos. Una belleza que es. Y que dura en el tránsito de esta palabra.»

PRESENTACIÓN /  Jinre Guevara Díaz 

Del campo a la ciudad, mi segunda producción editorial, toma como arma discursiva la composición en verso. El año 2018, Por no quedarme callado, fue el primer paso dentro de esta necesidad de comunicación.
Los caminos del arte nos suelen revelar que «los procesos de creación» que pretenden involucrarse con las tradiciones de los pueblos, son como pequeños eslabones dentro de un mayor y complejo proceso creativo. Por estas razones, no concibo el carácter absolutista o de exclusividad que se suele atribuir al conjunto de una obra. Somos consecuencia de cómo interactuamos, de lo aprendido, de lo que nos antecede, de la trama de complejos procesos históricos y estrechas relaciones materiales establecidas con la tierra; de cómo nos relacionamos con los coterráneos, los paisanos, con personajes culturales destacados que, como consecuencia de estas interacciones, se manifiestan en nuestro andar. Cada creación surgida en el seno de estas relaciones y contradicciones, suele ser una suerte de propuesta epigonal de otras que la antecedieron. «El acto o voz genial» se hereda y estamos en el deber de ser conscientes de esa dinámica que multiplica las voces, la belleza, las denuncias y esperanzas.
En el presente libro, va mi reconocimiento a quienes alzaron su voz cuando fue necesario hacerlo, a los que expresaron coherencia para definir sus derroteros de vida, de militancia; a las mujeres que hoy alzan sus puños por la equidad de derechos para vencer las diferencias que ofenden; a los que abren el pecho para que se manifieste el alma; a los que rompen fronteras buscando un mejor mañana. Este trabajo no tendría sentido si no se aleccionara de sus ejemplos.
Quiero agradecer el desprendimiento y entrega de Omar Camino (cantautor y decimista peruano) amigo que admiro y quiero, que acudió a mi invitación para realizar el trabajo de rigor en la corrección de estilo. De igual modo, expresar mi gratitud al poeta, amigo y cómplice de esperanzas Victor Vimos, por aceptar prologar estas páginas; honor que atesoro. Asimismo, a Hipocampo Editores, casa editorial dirigida por Teófilo Gutiérrez (un gestor de «quilcas» de estos tiempos) por confiar una vez más en esta propuesta.
Finalmente, a mi madre, por su ternura y valentía, por su solidaridad infinita –hasta el sacrificio– para seguir protegiendo a su familia de cualquier dolor o carencia, aun en los extremos de su vida. Su retrato a los dieciséis años, cual centinela de dignidad, le da vida a la portada de este libro y es el mayor testimonio de lucha que identifico en esta vida, Del campo a la ciudad.


PRÓLOGO /  Víctor Vimos 
DEL CAMPO A LA CIUDAD: anotaciones para la prolongación de la ternura

uno

todo viaje se origina en el extrañamiento que anticipa el lugar de destino, es, quizá, una visión la que empuja a quien se desplaza a pensarse siendo otro, otra, otros, en un espacio que por desconocido brinda, precisamente, la posibilidad de cambio, de resurrección. Lo que pasa con la escritura tiene que ver con ese proceso: desplaza la mirada interior hacia un espacio en el que el ser es repartido entre las semillas de la luz y el sonido, y encuentra múltiples voces, texturas, sentidos, en los que adelanta su propia versión del futuro. 

dos

es la raíz, sin embargo, la que sostiene este sueño. Una dirección que hace hondura en lo más duro –¿el tiempo?– y permite que sus ramificaciones absorban todo mineral surgido de la ternura, del dolor, de la lucha, de la resistencia, del grito y el infinito silencio que, en adelante, se vuelven parte del nombre. Decir es mostrar esta raíz en la superficie, dirigirla hacia la tonalidad más nítida posible para que su dimensión permita transparencia y simplicidad sobre lo que en apariencia es complejo. Decir es iniciar un camino avanzando y retrocediendo. 

tres

el autor de estas décimas se desplaza para decir. Arma su viaje sobre los rastros de sus antepasados. Son dichos aquí hombres y mujeres que lo antecedieron en la palabra. Pero también las aves, las rocas, las lagunas, los minerales… una noción de naturaleza animada o inanimada con la que nutre su palabra. Se trata, en un inicio, de una forma de agrupar en la palabra a una comunidad en la que se piensa como destino, como punto de llegada. Ese rasgo parece intentar una definición con este viaje: la voz del hombre es la voz de la comunidad, produce algo que solo se puede experimentar entre semejantes, entre comunes de un mismo sentimiento. La experiencia opera entonces como un elemento activador de la relación con el lenguaje, se deja ver por delante de las palabras.

cuatro

¿qué une al hombre con el colectivo? Quizá –es apenas una posibilidad– el mensaje. Para que este sea transmitido no se requiere solo contenido sino forma. En estas décimas, ambos elementos son uno solo: un mensaje que se transmite al tiempo que se crea una forma musical que lo moviliza. En un tiempo en el que el grito parece imponerse con urgencia, la música es una respuesta inesperada, capaz de aclarar en zonas que estaban marginadas a propósito de la imagen contemporánea, el ruido de una ciudad enrumbada hacia no oír, la propia idea de una política hecha en la mentira. Bajo estas condiciones, la décima reta a quien la escucha a hacer una pausa en el ruido e incluirla como un lugar de contemplación sonora. Esa característica hace que el mensaje, siempre directo con respecto a los problemas contemporáneos, se ubique más allá de la noticia o el reclamo, y asuma una posición literaria, es decir, se abra para ser absorbido pluralmente por quienes lo leen.

cinco

pensadas así, estas décimas tienen una relación singular con la realidad vertida sobre la materia con la que se trabaja su lenguaje. El autor no aparta la realidad con el artificio de la comparación o su deriva retórica, sino que la muestra de forma cruda, directa, haciendo que la palabra sea el impacto que recibe quien la lee o escucha. Lo que resulta de ese encuentro es –no puede ser de otro modo– la ternura humana, la decisión siempre en manos del hombre, por movilizar sus esfuerzos a fin de que la realidad sea el punto de partida para el cambio. Hay un gran valor en la memoria de las que surgen estas décimas: no están antecedidas por el vacío, sino que forman parte de un ejercicio íntegro de crítica contra la realidad y sus desigualdades, que el autor lleva adelante a través del arte por más de dos décadas. 

seis
 
un paisaje trazado sobre estas características puede ser fértil en cada uno de sus extremos. Las secciones Militancia, Música, Migrante, Política, Personal y Cuarentena, integradas dentro de este libro, contienen formas poéticas que ponen frente a la realidad un asombro nuevo ante lo ya cotidiano. Ese es un giro especial de toda aventura escrita: la posibilidad de hacer ajeno el camino que recorremos a casa todos los días, y poblarlo de una forma de resplandor. Ese matiz acompaña las versiones que el autor entrega sobre los temas que le cosen lágrimas y sonrisas, sobre las ausencias y presencias dolorosas y celebrativas, alrededor de lo que falta y sobra. Se trata de un recorrido que prolonga la sustancia de la ternura para poder ver sin dolor, sin resistencia, aquello que se termina separando o uniendo, siendo, pura y sencillamente, humano. 

siete

se trata, también, de un recorrido por otras formas del Perú: el mestizaje, las regiones naturales, la música. Se trata de ver en la expresión sonora un correlato de la historia. Conviven de este modo la anécdota y la descripción en un modo propio de acercamiento a partes muy específicas de los acontecimientos. La chuscada, la marinera, el festejo, son también la historia de los hombres y mujeres anónimos que han forjado los valores de una tierra plural. Las décimas crean espacios sonoros para mostrar el rostro de ese otro que es todos, el trabajador, el luchador, el dirigente, envueltos en puntos de comunión tan vitales como la comida, el baile, la música. Es un reto a la idea de ser diferentes, extraños, cuando están unidos por sentimientos cercanos. 

ocho

una imagen antecede la noción de este viaje. El niño que en ningún instante olvidó la travesura. Se atiende de esta forma a una revelación singular: quien escribe estas décimas también está jugando, confiando en el punto de sanación que tiene lo lúdico para ampliar la visión de aquel que ha sido afectado por lo cruel de la realidad. Se escribe para empatar palabras, aromas, colores, rasgos de los sueños en los que nos vemos invencibles y, guiados por esa fuerza, arrojamos nuestras vidas más allá de los límites del cuerpo. Se escribe para soltar en el aire el gorrión azul de la libertad. 

nueve

los lugares de la tradición literaria están plagados de ausencias. Del campo a la ciudad, se coloca en la frontera de esos vacíos. Lo hace para llevar claridad a tantos espacios que dieron voz a los anónimos y de los que ahora no queda rastro. Es, también, un documento testimonial de un tiempo doloroso, conflictivo, de amenaza, pero repleto de eso que hace valiosa a la vida, de una belleza que no calcula o negocia su aparecimiento, sino que es dada para quien pueda verla sin ojos y oírla sin oídos. Una belleza que es. Y que dura en el tránsito de esta palabra. 

diez

el viaje de Jinre Guevara, como el de millones de almas y voces, es, será siempre, Del campo a la ciudad. Todo poeta, en su condición de vidente, sabe esas cosas que las recita de memoria el campesino: el color de un ala enferma, la carnada en un río tumultuoso, el lugar adecuado para el fuego. Con ese conocimiento, que permea los siglos, los usos, las presencias, se inventa continuamente el universo, en su versión más transparente y vital. Que su camino siga y que en él estos frutos continúen floreciendo es señal de que la vida se reafirma, y en ella la noción de que todo desplazamiento es palabra, es voz para volver a comenzar. 

 Cincinnati, 2021.  

DÉCIMAS DE JINRE

NEGACIONISMO 

El Perú nunca ha existido
ni aquel pueblo en que viviste,
ni los hijos que tuviste
es más, tú nunca has nacido.
Solamente te has creído 
las «verdades fantasiosas»
de gente que inventa cosas
hablando de «falsos muertos»,
de «abusos» que no son ciertos 
y «violadas mentirosas».


¡Nadie ha desaparecido!
Jamás hubo torturados,
desmembrados, ni quemados…
esos ¡nunca han existido!
¿No sabes que te han mentido
…que han faltado a la verdad?
¿Me hablas de universidad…
jóvenes de La Cantuta?
¡Delirios de «gente bruta»!
¡Por dios! ¡Qué barbaridad!


No existió Putis, Cayara,
ni «El Santa» ni «Barrios Altos»
¿Por qué tanto sobresalto?
¡Ni que el mundo se acabara!
El soldado no dispara,
a lo más, ¡comete «excesos»!
No se torturaron presos 
en el cuartel «Los Cabitos» 
¡Son errores, no delitos!
aunque te vuelen los sesos.


¿Hijos sin padres?, ¡no existen!
Menos, mujeres violadas.
¿Por «milicos», abusadas?
¡Qué les pasa! ¿Por qué insisten?
¡Tranquilos, no se despisten! 
Todo eso fue «¡patriotismo!»
«¡desprendimiento!», «¡heroísmo!»
«¡firme respeto a la vida!»,
¡Estrategia dirigida!
su nombre: ¡Negacionismo!

CAJAMARCA, 3 de julio 

Bambamarca y Celendín:
Cinco vidas apagadas
por la ambición desbordada 
que indolente, les dio fin.
Fue un acto de lo más ruin 
disparar contra inocentes;
su culpa fue ser conscientes,
alzar la voz por la vida,
al ver su tierra agredida
por mineras delincuentes.


Cajamarca entonces dijo:
«¡El pueblo no olvidará,
impune no quedará
la cruel muerte de sus hijos!
Y al agua que los bendijo
cuidaremos de traidores,
haciendo que bellas flores 
alumbren un nuevo día,
donde la paz, la alegría, 
sean siempre sus colores»


«NEGRINDIO DEL PERÚ» 

Les invadieron su tierra
¡Madre de su negritud!
de su sentir, su virtud…
donde la vida se aferra.
Les declararon la guerra
en el alma de su hogar,
sobre la paz de su andar,
de su espesura, sus flores...
al llegar los invasores
con el verbo: «esclavizar»


El Sol, la lluvia, los ritos,
el ritmo de sus tambores,
su horizonte de colores
se juntaron en un grito...
Y de aquel cielo infinito
con dolor que en luces truena 
al ver que arrastran cadena,
lloró en tormenta a sus hijos…
pues la cruz que los bendijo
ahogó con sangre su pena.


Otros cielos te esperaban
forzado por el destino,
por un «Dios» que en el camino
aquellos hombres rezaban.
La marea cimbreaba,
dejaba atrás tu memoria
y abría una nueva historia
el horizonte, el azar...
Nuevas sendas por andar,
tendrían tu sed de gloria.


Golpeaste piedra y caña,
fértiles surcos sembraste,
junto al «indio» trabajaste
empuñando la «guadaña».
Con el tiempo hecho en tu entraña
cantó el viento tus dolores
denunciando a los «señores»
al compás de un «panalivio»,
en un campo de aire tibio
ahuyentando tus temores.


Años de lucha sangrienta,
¡Miles de mujeres y hombres!
¡Cientos de anónimos nombres!
terminaron con la afrenta.
La injusticia, ¡se la enfrenta!
La libertad, ¡se conquista!
¡No hay lugar para el racista!
fue el ejemplo de tu lucha,
un grito que hasta hoy se escucha:
¡Nunca más un «esclavista»!


Siglos de vida te hicieron
dueño y dueña de esta tierra;
te afincaste en costa y sierra…
¡Aquí, tus hijos nacieron!
Con aquellos que partieron
construimos nuestra memoria,
formando una misma historia
junto al inca, azteca, maya…
mapuche, que no desmaya
charrúa, lleno de gloria.

MIGRANTE 

Hoy, ayer, desde mucho antes,
este mundo en que vivimos
al que amamos y sufrimos,
es hechura de migrantes.
Obra es del «migrar» constante:
El mundo y sus densidades,
los países, las ciudades, 
los campos con su paisaje,
los pueblos, el mestizaje
y tantas diversidades.


Y es que así como el humano
es producto del trabajo,
que lo empinó desde abajo
desde niño y hasta anciano,
podemos decir, ufanos:
Que la misma migración 
hizo al hombre con «pasión»;
que quien rechaza al migrante
se evidencia un ignorante...
perdonarán la expresión.

LA MISMA «YUKA» 

Por su mentira y cinismo 
hoy Keiko se encuentra presa,
por sus «cócteles» sin mesa,
sus rezos sin catecismo.
Por su vil fujimorismo
tan mentiroso, farsante, 
por sus falsos «aportantes»,
sus «taper’s» con veinte «lukas»,
por «lavar» la misma «yuka»
que ya su padre, lavó antes.

UNO MÁS 

Pequeño, insignificante,
sin una estrella, mundano;
de mi especie soy paisano,
aprendiz de caminante.
Un enfilado migrante
con valijas de esperanza,
fiel cosecha de mi andanza,
de lo que quise aprender,
que comparte sin querer
con quien me da su confianza.

EN CUARENTENA 

El aire se hizo más puro,
las aguas más cristalinas
y los parques con sus pilas
un paraje más seguro.
Hasta se derrumbó el muro
levantado con dinero
que separaba al obrero,
enfermera u operario
del «señorón millonario»,
porque ninguno es de acero.


Algunos desesperados
acapararon comida,
sin pensar que hay otra vida
a quien le falta centavos.
Separados a ambos lados
tanto en Lima como en Grecia,
ya sin misa en las iglesias
hasta el cielo se mostró,
¡tan limpio que contagió!
a las aguas de Venecia.


La «belleza» estaba oculta
y lo «importante» ignorado,
lo «injusto» muy camuflado
tras la «decencia» que insulta.
Mas la dignidad resulta
venciendo a la adversidad,
con gestos de humanidad
que devuelven la esperanza,
pa’ mirarnos con confianza
después de la enfermedad.


¡Sí, somos los agresores
de este mundo en que vivimos!
al que hoy han vuelto los trinos
de los pájaros cantores.
Sirvan pues estos dolores
para entender que la vida
no debe ser agredida
por la injusta indiferencia,
la «elegante» prepotencia
o la indignación dormida.

DATOS SOBRE EL AUTOR

Jinre Guevara Díaz presenta su segundo libro de décimas, que toma el sugestivo nombre Del campo a la ciudad, para reafirmar su permanente espíritu crítico desde su rica experiencia de vida y que involucra un lógica social y política. Una vez más el escritor continúa en esa incesante búsqueda de trascendencia y desarrollo del pensamiento humano.

El autor es músico autodidacto de origen cajamarquino; se denomina como «merodeador» de la décima y la poesía. Una de sus principales tareas está orientada a la investigación cultural. 

Es fundador e integrante del destacado grupo musical «Los Cholos» que difunden la música y el canto popular tradicional peruano. Esta agrupación ha realizado importantes giras y conciertos en el Perú y países como Chile, Argentina, Ecuador, Colombia, Bélgica, Francia, Alemania y España.

Con más de treinta y seis años de vida musical –veintiuno con «Los Cholos»–, ha participado en la producción de seis álbumes dedicados al estudio y difusión de lenguajes musicales tradicionales del Perú, como también en otros de carácter colectivo. 

Jinre Guevara ha sido ponente en conversatorios, conferencias y talleres de música y cultura tradicional peruana realizados en universidades, colegios y centros culturales del Perú y del exterior. Es columnista en portales de opinión no solo sobre música, sino también abordajes de coyuntura social, política y económica. 

En su constante espíritu de búsqueda de conocimiento ha recorrido gran parte de las regiones del Perú para tomar contacto con las múltiples expresiones culturales populares y personajes trascendentes del arte, sin duda alguna, estas privilegiadas vivencias e interacción han contribuido a las reflexiones poéticas que se recrean en Del campo a la ciudad.

Estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En la actualidad realiza un postgrado en Historia del Arte Peruano y Latinoamericano, y está investigando el desarrollo de las coplas cajamarquinas que expresan una singular y profunda historia de la región Cajamarca. También tiene en el tintero un libro de poemas y otro de narrativa.

PARA NO QUEDARME CALLADO


Primera edición, Lima, octubre de 2018.
Hecho el depósito legal en la 
Biblioteca Nacional del Perú Nº: 2018-14303
ISBN 978-612-4082-71-9 

Retrato de Jinre Guevara.  Carboncillo de Orlando Ocampo.

Por no quedarme callado reúne un conjunto de décimas de singular y atenta reflexión sobre hechos político-sociales que transcurren erráticos en el Perú y Latinoamérica, amén de otros rincones del planeta, porque la desigualdad, es universal. Este libro es el resultado poético de un cantor popular preocupado por circunstancias desfavorables que afectan no solo el proceso de desarrollo social, sino que incurren también en constantes afrentas a la dignidad de los seres humanos. Esa sensibilidad y compromiso de Jinre Guevara, esa  búsqueda de un mundo más justo y bello, es la génesis de un grito que nunca callará, de un sujeto poético que se torna molestia para sistemas que siempre tratarán de ocultar la verdad.

PRESENTACIÓN /  Jinre Guevara Díaz 

Mi primer acercamiento a la décima fue en la escuela primaria con «A cocachos aprendí», de Nicomedes Santa Cruz, versos que capturaron mi  atención sin entender realmente el porqué del ritmo y bello sonido de aquella historia leída en voz alta.

Vinieron después otras del mismo autor que poco a poco me daban luces de una forma delicada de construir aquellos versos. Tras de esa primera inquietud, siguieron algunas rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, de ellas, «Del salón en el ángulo oscuro» fue una de mis preferidas que me conmovió con su acariciante belleza. 

Desde entonces llamó mi atención ese agradable timbre. Sea quien fuere el que declamara o la lectura que pudiera caer en mis manos, era inevitable mi emoción y admiración, sobretodo, cuando los mensajes se planteaban de manera reflexiva por las cosas que solemos vivir en un país hermoso y golpeado como el nuestro.

El año 1986 conocí y escuché declamar por primera vez al maestro Julio Carmona, en la ciudad de Chiclayo, lugar hasta donde fui  para tocar con motivo del aniversario de su programa radial, «Pueblo despierta». Una de las experiencias más bellas de aquel viaje que recuerdo bien, fue la emoción estremecedora que me generaba oírlo declamar. Antes de regresar, me obsequió su pequeño decimario: «En honor a la verdad», que leí y aprendí con emoción; aquel ejemplar, lo conservo hasta ahora. Años después, la música me llevó a conocer personalmente a ese gran decimista criollo y popular, Juan Urcariegui García (ya fallecido), con ocasión de las bellas jornadas musicales que compartía entonces con don Manuel Acosta Ojeda, quien me lo presentó. Lo descrito, es un poco del camino recorrido y atesorado que dio inicial sustento a mi admiración por este bello arte.

Debo decir con claridad que no me considero un decimista. Y es que respeto mucho a quienes sí lo son y cultivan este oficio a plenitud, con vida dedicada, como para considerarme uno de ellos. Sólo me asumo como un curioso, atrevido (hasta insolente) y minúsculo merodeador de la décima. Me declaro, sí, un aprendiz constante del andar por este mundo, un incansable admirador de aquellos espíritus potentes que nos aleccionan con su pluma.   

Deseo por ello expresar mi gratitud a quienes generosamente brindarán su tiempo para atender estos versos, y en ese mismo camino, testimoniar mi reconocimiento al maestro Julio Carmona por su constante motivación para hacer posible esta publicación. Agradezco su dedicación y generosas reflexiones, que contribuyeron sin duda a sortear la temeridad inclemente para publicar estos versos.

La presente edición, pretende comunicar desde muy dentro las cosas que nos atrevimos a reflexionar en torno a la vida, la política, el amor, las luchas de nuestros trabajadores y las esperanzas por mejores tiempos que guían nuestras convicciones; tal vez sólo por el gusto de compartir o por no quedarme callado.


PRÓLOGO /  Julio Carmona 
PARA NO QUEDARME CALLADO

Desde las heridas de la vieja España, escribió nuestro inmortal maestro: «Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él». La genialidad, según él, se llama pueblo. Sin este no habría nación, no habría patria, no habría genios. Enorme deuda, entonces, la del genio para con su pueblo. Por eso quienes siguen el camino que va trazando el pueblo (junto a sus mejores hijos) no hacen otra cosa que devolver esa prístina enseñanza. Y esa es la tarea del maestro, del artista, del campesino, del obrero, del poeta. Todos son alimentadores de ese fuego. Por eso empecé llamando así a César Vallejo: nuestro inmortal maestro. 

Y, por eso también, quiero usar el apelativo de maestro para saludar a Jinre Guevara, autor de este libro para el que ha tenido la gentileza de permitirme pergeñar estas letras prologales. Es cierto que él —con la modestia sincera de los grandes— minimiza su acción poética. Porque sabe que está midiendo su talla con la de esa fuente de amor y fuego que es el pueblo. Es decir, con la de quienes lo preceden en este esfuerzo mancomunado de enaltecer la vida. Y, en efecto, no se equivoca Jinre. Los grandes cultores de la décima (que es la forma poética elegida por él para decir lo que no quiere callar) han sido tocados por ese fuego amoroso. Y siempre es difícil alcanzar su altura. Pero el solo hecho de intentar esa hazaña ya es un mérito.

Y quien se acerque a este nuevo —y, asimismo, antiguo— surtidor fluyente de ese hontanar, habrá de sentirse desconcertado. Y se preguntará por qué Jinre ha elegido la décima. Y la respuesta que intuyo es porque la décima —del mismo modo como el soneto— ha pasado a tener una prosapia genuinamente popular. Y Jinre no podía beber de otra fuente que no fuera esa. Una fuente que da la seguridad de no estar imitando a nadie aunque sean muchos los que la hacen suya. Y esto ocurre porque todo lo que deja de tener autor conocido pasa a ser de propiedad del pueblo. Del soneto se sabe que es oriundo de Italia. Pero ni en su país de origen ni en España, que es el de su arraigo, se tiene la certeza de quién pudo ser su primer usuario. En el caso de la décima se pretende atribuirla al poeta español Vicente Espinel (ubicable entre los siglos XVI y XVII) y es así que también se la suele llamar décima o espinela. Sin embargo, la fuerza de la costumbre (que es la que siempre le da la razón al pueblo) ha impuesto el nombre de décima y ha clausurado el de su supuesto creador. Se cumple así lo que dijera Manuel Machado, en una copla en la que explica el origen de esta: 

Hasta que el pueblo las canta, 

las coplas, coplas no son, 

y cuando las canta el pueblo, 

ya nadie sabe el autor. 

Y tanto es así que cuando los poetas llamados cultos o puros recurren a esa forma popular evitan asumir ese su nombre más común: décima. Es el caso de Martín Adán quien a su libro de décimas lo tituló La rosa de la espinela. Pero a los poetas populares les parecería totalmente cursi llamarse «espinelistas». Con mayor orgullo prefieren la calificación de decimistas. 

Los poetas populares —y Jinre pertenece a esa estirpe— no son mezquinos con otras formas de poetizar (las usan cuando la necesidad obliga), sin embargo —y esto es lo decisivo— no se extrañan o enajenan de esas formas originarias con que el pueblo sabe expresar y sentir mejor sus verdades. ¿Y qué mejor aprendizaje para el dominio de este hermoso —y nada fácil— arte de la décima, que hacerlo bajo el auspicio de sus cultores populares? Y Jinre así lo testimonia y menciona a Nicomedes Santa Cruz y a Juan Urcariegui García (y yo puedo agregar a Luis Felipe Angell, Sofocleto). Pero él incluye a otro grande del verso armonioso, Gustavo Adolfo Bécquer. (Y, asimismo, yo me atrevo a incluir a Rubén Darío). Y cualquier otro maestro más, cuyo nombre sea invocado, será para hacer un justo homenaje a su labor pedagógica que busca impedir su clausura o anonadamiento.

Yo siempre suelo decir —cuando los jóvenes estudiantes secundarios eligen este trabajo desinteresado de la poesía— que es la más segura garantía de que con cada uno de ellos habrá un policía (y hasta un delincuente) menos. El arte en general constituye un pasaporte inigualable para acceder a las regiones invalorables del espíritu creador o constructor de seres humanos íntegros. Por eso me congratulo y, de paso, agradezco a Jinre que considere a mi modesto trabajo como uno de sus referentes para el logro de estos textos poéticos que él ahora nos ofrece, con una solvencia que nadie creo ha de mezquinarle.

Aquí el lector encontrará una voz que dice su verdad sin medias tintas, con el respaldo de una sinceridad a toda prueba. Tocando temas tan comunes y al mismo tiempo tan especiales para todos los que nos ha tocado la suerte y el sufrimiento de haber nacido en este hermoso y doloroso país. Tal el caso de rememorar su historia que nos compromete para seguir dando más de nosotros mismos en su trayectoria de llegar a ser la auténtica madre patria que anhelamos (y no la madrastra a que la condenan ser sus necios hijastros). Y así leemos:

Llegaste con una cruz

en el puño de tu espada,
con tu biblia tan preciada
y cargando tu arcabuz.

Y ello constituye reconocer —como lo hace Jinre— la sabiduría y la grandeza de su pueblo:

Camino y siembro mis pasos

aunque no son solo míos,
antes existieron ríos,
que forjaron estos trazos.
Son del tiempo, como lazos
que refuerzan la memoria,
gestas cargadas de gloria
de los pueblos que lucharon,
mujeres y hombres que guiaron
las sendas de nuestra historia. 

Pero también se halla en estas páginas la ironía y el humor que fustiga la inopia y destemplanza de esos hijastros, que suelen cobijarse ya sea en los establos de la burocracia administrativa como en los chiqueros de la política criolla, aquellos oscuros recovecos en donde solo brillan los ojos angurrientos de la venalidad y la componenda. 

El «táper» de la vergüenza,
para la gente insensata
y que ignora la gran prensa.
color naranja y con plata,

Lo cual lleva a nuestro poeta a tocar los temas que fluyen de las ciudades que es en donde están más al acecho los tentáculos de la corrupción y los acíbares del delito.

Para zamparte a la «cola»
y pasarte la luz roja,
no te importa si se enoja
un adulto o una chibola.
Tú te sientes siempre «piola»,
el «mosca» que todo puede,
el que todo lo transgrede
sin importar los demás,
mas te engañas, ya verás,
nadie quiere a quien se excede.

Y asimismo están los temas de la solidaridad con los pueblos hermanos (Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia) que también luchan por dar a sus respectivos terruños la gloria de verlos libres de toda sujeción a cualquier amo extranjero. Y este cobijo del canto en lo esencial de Nuestra América, de nuestra patria grande, no puede no debe estar alejado de su fuente nutricia: la madre naturaleza, que es cantarle a la vida, a las aves, a la reina de los tubérculos, la papa, e igualmente  a esos otros frutos de la tierra que son los minerales, elementos todos ellos por los cuales nuestros pueblos se desviven y también lamentablemente mueren por la ceguera de gobiernos putrefactos. Y todo este abanico temático lo resume nuestro poeta en la primera décima de su última composición de pie forzado:

Desde chico fui aprendiendo
sin querer, sin darme cuenta:
el que no calla, se enfrenta
y que más se aprende, oyendo.
Que muchos andan huyendo
cuando un debate es planteado
y se ponen de costado...
Pero eso… ¡No iba conmigo!
aunque perdiera un amigo,
por no quedarme callado.

Jinre Guevara, nuestro poeta, cantor del pueblo, no quiere quedarse callado. Y hace bien que así sea. Y podrá perder un amigo (que también suele ocurrir, porque no callar implica a veces herir) pero también —como dice otro libro grande de la patria universal— se tiene un mundo por ganar. 

Sé que es innecesario decirlo, pero digo que Jinre sabe que estas palabras mías no están lastradas por el pegajoso hollín de la adulación. Y sabe que —así como dice la canción popular que «amor con amor se paga»— igualmente yo le digo que a su sinceridad respondo con mi sinceridad.

DÉCIMAS DE JINRE

«Táper»

El «táper» de la vergüenza,
color naranja y con plata,
para la gente insensata
y que ignora la gran prensa.
Es la burla a tanta ofensa
desdeñada por la gente,
que piensa que un presidente
puede robar y matar,
saquear, mentir, torturar
y decir: «¡Soy inocente!»

ALAN el inocente

Según el propio García
lo rodeaban sólo «ratas»,
ninguno fueron sus «patas»
y de robos, no sabía.
No se atribuye autoría
de «petro-audios», «faenones»,
«narco-indultos» y ladrones
liberados por dinero,
que en París fue un tipo austero,
que es un «doctor», sin millones.

Él dice que nunca ha dicho
que hay «peruanos de segunda»
y que esa frase iracunda,
de la prensa, es un capricho
Sostiene este susodicho,
que nunca fue un mentecato,
que jamás ‘planchó el zapato’ 
en la espalda de un peruano,
que en Bagua no fue inhumano…
que con él, no es «Lavajato».

Keiko-décima

Política y cocaína 
corrupción, robo siniestro,
son casi como el ‘pan nuestro’
cuando se habla de la «china».
Con «lavadores» camina
y hace gala de cinismo,
como aquel fujimorismo
que nos llenó de vergüenza,
ese que compró a la prensa
y nos condujo al abismo.

Quieren que me trague el cuento,
dicen que «Keiko es distinta», 
es claro que es «pura finta» 
para engañar a los «lentos» .
No tiene ningún talento
y es que… ¡nunca ha trabajado!
pero viaja a todos lados
gastando varios millones,
agarrando de «huevones»
a los que creen que ha cambiado.

¡Feliz día, Lima!

¡Lima, capital peruana!
Con tus huacas, tus balcones, 
mazamorra y picarones,
costeña y también serrana.
Una décima hoy me gana
para decir con amor: 
¡No existe mejor cultor
de nuestra diversidad…
…que eres más vieja en verdad,
que el turrón y el alfajor!

¡Alianza campeón!

Hoy llegaste hasta la cima
para enriquecer la historia,
corazón de La Victoria,
¡Campeonaste, Alianza Lima!
Hoy afirmas esta rima
constante de tus colores, 
como el amor en las flores 
que recuerdan a tus hijos,
a esos «potrillos» prolijos, 
¡«Blanquiazul», de mis amores!




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