martes, 12 de noviembre de 2019

No queremos cazar la Noche, nuevo libro de poesía de Carolina O. Fernández


Carolina O. Fernández es ama/trabajadora de casa, escritora indisciplinaria y profesora sanmarquina. Ha publicado A tientas (2016), finalista en el premio Copé de poesía 2015, una parte de este libro obtuvo el primer premio de los Viernes Literarios el 2014; Un gato negro me hace un guiño (2005); Una vela encendida en el desierto (2000), poemario con el cual obtuvo el segundo premio Nacional Horacio 2000 convocado por la Derrama Magisterial.
La obra poética y ensayos de Carolina O. Fernández se han publicado en varias revistas y antologías.
Sobre poder, imaginarios sociales, cultura y género ha escrito los libros: Procesos de descolonización del imaginario y del conocimiento en América Latina. Poéticas de la violencia y de la crisis (Fondo Editorial Facultad de Ciencias Sociales de la UNMSM, 2004), Poéticas afroindoamericanas. Episteme, cuerpo y territorio (Pakarina/ UNMSM, 2014); La letra y los cuerpos subyugados. Heterogeneidad colonialidad y subalternidad (UASB, Quito, 1999).
Estudió sociología y doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, maestría en Letras en la Universidad Andina Simón Bolívar de Quito y Género y ciudadanía en la Universidad de Huelva, España.

Carolina O. Fernández


Gloria Mendoza Borda, dixit: «Solidaridad, sabiduría, complicidad, humor, sanación, río de tierra, mar y aire son huellas profundas en la poesía de Carolina O. Fernández: “dudo que usted haya estado conmigo/ pero no dudo que usted estuvo en la Habana (…) y se quedó por siempre conmigo/ pero no en la Habana/ se quedó en el silencio”. Su identidad poética es la irreverencia que provoca en sus lectores una sensación de alegría en su homenaje a Emily Dikinson: “y saludábamos a la vaca Margarita/ que rumiaba el rencor del carnicero/ en un porongo llevábamos la leche”(...) La poeta nos agita y conduce, a pesar del dolor, por ese sano humor casi siempre ausente en la poesía peruana».  

Ana Peluffo, dixit: «Interpelada por la realidad oscura y distópica de los feminicidios, la racialización de la pobreza, la discriminación y el acoso, Carolina O. Fernández construye un corpus poético feminista; ahí la sororidad, las alianzas entre cuerpos y el ecologismo ambiental se convierten en zonas de resistencia contra el colonialismo. Como las iluminaciones profanas de Walter Benjamin, cada uno de los exquisitos poemas que componen este libro estetizan y poetizan la cotideaneidad de un sujeto femenino nómade que se vuelve colectivo en su diálogo con otras voces».  

Roger Santiváñez, dixit: «Un fraseo que se aproxima a lo visceral: “Me arranco los ojos/ pestañeo sangre” nos presenta el talento personal de Carolina O. Fernández en su libro No queremos cazar la Noche. Con este tono principia su viaje a través de los recuerdos familiares, las calles de París –donde leemos: “Kristeva/ Ollé y Verástegui/ barricadas en los Campos Elíseos/ yo ofrecía cigarrillos con mi poncho rojo”–, es decir, el mundo de la bohemia intelectual que soñó con la Revolución y también la inmersión en un trabajo del lenguaje que consigue versos de lograda belleza. (...) Poesía fuerte, directa que nos remueve la conciencia, lo que no es óbice para que nuestra poeta alcance sugerentes estados de intensidad estrictamente lírica».


Muestra poética de Carolina O. Fernández

Nombrar
lo que se lleva dentro
el árbol
hojarascas
mi corteza

En la memoria abundan paisajes
no aman teñirse el cabello

Desprenderse

Desgajar la palabra
astral
la unidad cuántica
y anudar
besar los ojos

(no los anteojos)



Al abrir la ventana
se abre el velo
quebradizo de mis labios

En las hayas una luz
tan oscura como mi piel
brinco de un barranco a otro
hasta arribar al piélago

Sumerjo mis ímpetus
en oleado canto El Pacífico
ruge

Soy una golondrina que saluda al mar
Para llegar a mí y empezar
me arranco los ojos
pestañeo sangre
balbuceo canto a las montañas

Para llegar a mí
y descubrir la orilla
arrancarme los albatros
más allá del misterio
lograr la escollera verde
viajo por dunas
oceánicos vientos nutridos de coleópteros
o enmudezco ante el cantar
de la escritura que zozobra

Madre no debió abandonar
el balcón de aquella puerta azul
sobre la montaña más alta

No debió escuchar a papá
así yo no habría
venido a esta cima

No estaría con mi canto
a riesgo de extinguirse
en la penumbra de este
pequeñísimo globo azul
a punto de estallar

Emergencia

Ellas no querían cazar la noche Anne Sexton
ellas deseaban gozar disfrutar la noche
días de sombra  luz  oscuridad

María Jimena iba a clases de pedrería en la comisaría de Canto Rey/ María Jimena 11 años disfrutaba abalorios diurnos/ divertimento en su nuevo portalápices y su morral/ en sus mundos imaginados y prendas de vestir/ Aquí donde quieren matar los sueños pero no podrán arrancar tu voz/ qapariy que vacía las entrañas María Jimena/ aquí estamos/ vela encendida.

Si supieras Felipe Guamán Poma que aún
la absurda arrogancia de poseerlo todo
gobierna el mundo
acorrala a las niñas
y con la fuerza del odio de dios
violan y asesinan

“el padre Alvadán desnudaba a su hija y le miraba
el culo y el coño y le metía los dedos, y en el culo
le daba cuatro azoticos, cada mañana
 le hacía a todas las solteras (…) un fiscal atestigua
que un padre verdugo lo castigó porque tenía una india amancebada en su casa y cocina, y
así la tuvo; y después de haberle castigado le
pidió una hija suya, que tenía y le dijo que más
honra tenía que fuese mujer del padre y no de un indio hatun luna tributario y se llevó a la hija
doncella y la desvirgó a la fuerza; y
después de esto tornó a pedir a su hermana…”

FGP

Aquí estamos viajero en el matadero
continuamos navegando contra la corriente
siglo tras siglo

Aquí donde quieren matar los sueños
pero no podrán arrancar tu voz
aquí estamos apátridas
hierba encendida

Vicki Beatriz Quispe Hallasi 25 años natural de Juliaca/ quemada con agua hirviente en San Juan de Oro por Nicolás Albert Ccuno Perca/ fue en la madrugada de un día/ dios no estuvo enfermo/ Ella preparaba el desayuno en un cuarto alquilado/ ella lo amaba
¿Amor? ¿Temor a la soledad?/ a la soledad de la noche?/ Soledad helada en las alturas de Juliaca/ soledad agobiante del trabajo a destajo.
Prefería abrigarse en la cocina preparar sangrecita para comensales de ensueño/ prefería preparar el thimpo de Carachi a base de pescado/ olorosa muña y chuño entero/ Así lo conoció saborearon juntos  vibrantes viajes/ todo cambió desde que empezó a sumergirse en la oscuridad y frialdad minera/ la sorprendió arrojándole el agua hirviendo/ al oído/ al cuello/ al omóplato/ al pecho que ayer mimaba con sus besos.
Rosa Andrade Ocagane 67 años/ mujer sabia de los pueblos resígaro y ocaina/ natural de Nueva Esperanza y Pebas en Loreto/ Un 25 de noviembre de 2016/ te pienso y te imagino hermana Rosa/ navegando y cantando contra la corriente en el río más grande del mundo/ un 25 de noviembre el cuerpo de Rosa Andrade fue encontrado acribillado torturado/ autoridades de la comunidad resígaro encontraron y entregaron al asesino que quería matar tu canto/ la fiscalía provincial de la república y su “democracia” también quisieran matar tu canto/ para el tribunal de la república/ la vida de Rosa Andrade no vale absolutamente nada.
Eyvi Liset Ágreda Marchena 22 años/ empleada de service natural de Cajamarca/ quemada en un bus de la línea 8 entre la Av. 28 de Julio y Paseo de la República/ ironía de dios pater/ Eyvi fue quemada una mañana que dios estuvo enfermo/ dios no  estaba  enfermo/ dios arrojó gasolina e incendió la vida de Eyvi/ dios arrojó gasolina a Juana Mendoza/ cuantas veces pidió a su madre y su hermana que la esperaran que no la dejaran sola/ cuantas veces intentó denunciar

Han matado la vida
           la luna el sol
           han matado a Eyvi
           22 años
           sueños incumplidos
           señorita
           22 años mi hija.

Ausencia que hace llorar a la madre/ a las muchachas del barrio de la hermosa región de Cajamarca/ allí donde se padecen los secuestros/ cuarto de rescate con ondulantes nubarrones.

Han matado a Eyvi/ A Olinda Arévalo/ la abuela sabia del pueblo Shipibo-Konibo/ A la pequeña Jimena de apenas 11 años/ Sus vivaces ojos negros reflejan la profundidad de la noche/ vela encendida en trinar de pequepeques.
Sueños tercos
los sueños de Olinda
de Eyvi
los tuyos los míos
son rotundamente tercos
se multiplican
se reencuentran en las pequeñas
y grandes palabras
nos entrelazan
se visten con ropa limpia
saben a mandarina
a racimos de vid
saben a la vida vestida de enjambres violeta
y vibrantes océanos

Ellas no querían cazar la noche Anna Sexton
ellas deseaban gozar la noche
días de sombra luz y oscuridad

Hoy al borde del naufragio y esta llama que no se apaga/ Esta llama que arde que destruye y encabrita/ Esta llama en el cuerpo de Eyvi de Jimena/ En mi cuerpo llama muralla gigantesca que zarpamos en esta república encarnada en el gran depredador y sus anémonas insaciables
en esta gran prisión de niñxs y mujeres
en esta gran prisión de trabajadorxs

En ti observé lo que tienen de enigmático los tiranos  decía Kafka

Hoy necesito una poco de sombra
la sombra que siempre me aguardaba
hoy también se fue





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