lunes, 26 de abril de 2021

DÉCIMAS DE JINRE GUEVARA DÍAZ

 

Primera edición, Lima, marzo de 2021
Hecho el depósito legal en la 
Biblioteca Nacional del Perú Nº: 2019-09976
ISBN 978-612-4082-90-0

Fotografía : Manuel E. Guevara Valverde 

VÍCTOR VIMOS: «...los lugares de la tradición literaria están plagados de ausencias. Del campo a
la ciudad, se coloca en la frontera de esos vacíos. Lo hace para llevar claridad a
tantos espacios que dieron voz a los anónimos y de los que ahora no queda rastro.
Es, también, un documento testimonial de un tiempo doloroso, conflictivo, de
amenaza, pero repleto de eso que hace valiosa a la vida, de una belleza que no calcula
o negocia su aparecimiento, sino que es dada para quien pueda verla sin ojos
y oírla sin oídos. Una belleza que es. Y que dura en el tránsito de esta palabra.»

PRESENTACIÓN /  Jinre Guevara Díaz 

Del campo a la ciudad, mi segunda producción editorial, toma como arma discursiva la composición en verso. El año 2018, Por no quedarme callado, fue el primer paso dentro de esta necesidad de comunicación.
Los caminos del arte nos suelen revelar que «los procesos de creación» que pretenden involucrarse con las tradiciones de los pueblos, son como pequeños eslabones dentro de un mayor y complejo proceso creativo. Por estas razones, no concibo el carácter absolutista o de exclusividad que se suele atribuir al conjunto de una obra. Somos consecuencia de cómo interactuamos, de lo aprendido, de lo que nos antecede, de la trama de complejos procesos históricos y estrechas relaciones materiales establecidas con la tierra; de cómo nos relacionamos con los coterráneos, los paisanos, con personajes culturales destacados que, como consecuencia de estas interacciones, se manifiestan en nuestro andar. Cada creación surgida en el seno de estas relaciones y contradicciones, suele ser una suerte de propuesta epigonal de otras que la antecedieron. «El acto o voz genial» se hereda y estamos en el deber de ser conscientes de esa dinámica que multiplica las voces, la belleza, las denuncias y esperanzas.
En el presente libro, va mi reconocimiento a quienes alzaron su voz cuando fue necesario hacerlo, a los que expresaron coherencia para definir sus derroteros de vida, de militancia; a las mujeres que hoy alzan sus puños por la equidad de derechos para vencer las diferencias que ofenden; a los que abren el pecho para que se manifieste el alma; a los que rompen fronteras buscando un mejor mañana. Este trabajo no tendría sentido si no se aleccionara de sus ejemplos.
Quiero agradecer el desprendimiento y entrega de Omar Camino (cantautor y decimista peruano) amigo que admiro y quiero, que acudió a mi invitación para realizar el trabajo de rigor en la corrección de estilo. De igual modo, expresar mi gratitud al poeta, amigo y cómplice de esperanzas Victor Vimos, por aceptar prologar estas páginas; honor que atesoro. Asimismo, a Hipocampo Editores, casa editorial dirigida por Teófilo Gutiérrez (un gestor de «quilcas» de estos tiempos) por confiar una vez más en esta propuesta.
Finalmente, a mi madre, por su ternura y valentía, por su solidaridad infinita –hasta el sacrificio– para seguir protegiendo a su familia de cualquier dolor o carencia, aun en los extremos de su vida. Su retrato a los dieciséis años, cual centinela de dignidad, le da vida a la portada de este libro y es el mayor testimonio de lucha que identifico en esta vida, Del campo a la ciudad.


PRÓLOGO /  Víctor Vimos 
DEL CAMPO A LA CIUDAD: anotaciones para la prolongación de la ternura

uno

todo viaje se origina en el extrañamiento que anticipa el lugar de destino, es, quizá, una visión la que empuja a quien se desplaza a pensarse siendo otro, otra, otros, en un espacio que por desconocido brinda, precisamente, la posibilidad de cambio, de resurrección. Lo que pasa con la escritura tiene que ver con ese proceso: desplaza la mirada interior hacia un espacio en el que el ser es repartido entre las semillas de la luz y el sonido, y encuentra múltiples voces, texturas, sentidos, en los que adelanta su propia versión del futuro. 

dos

es la raíz, sin embargo, la que sostiene este sueño. Una dirección que hace hondura en lo más duro –¿el tiempo?– y permite que sus ramificaciones absorban todo mineral surgido de la ternura, del dolor, de la lucha, de la resistencia, del grito y el infinito silencio que, en adelante, se vuelven parte del nombre. Decir es mostrar esta raíz en la superficie, dirigirla hacia la tonalidad más nítida posible para que su dimensión permita transparencia y simplicidad sobre lo que en apariencia es complejo. Decir es iniciar un camino avanzando y retrocediendo. 

tres

el autor de estas décimas se desplaza para decir. Arma su viaje sobre los rastros de sus antepasados. Son dichos aquí hombres y mujeres que lo antecedieron en la palabra. Pero también las aves, las rocas, las lagunas, los minerales… una noción de naturaleza animada o inanimada con la que nutre su palabra. Se trata, en un inicio, de una forma de agrupar en la palabra a una comunidad en la que se piensa como destino, como punto de llegada. Ese rasgo parece intentar una definición con este viaje: la voz del hombre es la voz de la comunidad, produce algo que solo se puede experimentar entre semejantes, entre comunes de un mismo sentimiento. La experiencia opera entonces como un elemento activador de la relación con el lenguaje, se deja ver por delante de las palabras.

cuatro

¿qué une al hombre con el colectivo? Quizá –es apenas una posibilidad– el mensaje. Para que este sea transmitido no se requiere solo contenido sino forma. En estas décimas, ambos elementos son uno solo: un mensaje que se transmite al tiempo que se crea una forma musical que lo moviliza. En un tiempo en el que el grito parece imponerse con urgencia, la música es una respuesta inesperada, capaz de aclarar en zonas que estaban marginadas a propósito de la imagen contemporánea, el ruido de una ciudad enrumbada hacia no oír, la propia idea de una política hecha en la mentira. Bajo estas condiciones, la décima reta a quien la escucha a hacer una pausa en el ruido e incluirla como un lugar de contemplación sonora. Esa característica hace que el mensaje, siempre directo con respecto a los problemas contemporáneos, se ubique más allá de la noticia o el reclamo, y asuma una posición literaria, es decir, se abra para ser absorbido pluralmente por quienes lo leen.

cinco

pensadas así, estas décimas tienen una relación singular con la realidad vertida sobre la materia con la que se trabaja su lenguaje. El autor no aparta la realidad con el artificio de la comparación o su deriva retórica, sino que la muestra de forma cruda, directa, haciendo que la palabra sea el impacto que recibe quien la lee o escucha. Lo que resulta de ese encuentro es –no puede ser de otro modo– la ternura humana, la decisión siempre en manos del hombre, por movilizar sus esfuerzos a fin de que la realidad sea el punto de partida para el cambio. Hay un gran valor en la memoria de las que surgen estas décimas: no están antecedidas por el vacío, sino que forman parte de un ejercicio íntegro de crítica contra la realidad y sus desigualdades, que el autor lleva adelante a través del arte por más de dos décadas. 

seis
 
un paisaje trazado sobre estas características puede ser fértil en cada uno de sus extremos. Las secciones Militancia, Música, Migrante, Política, Personal y Cuarentena, integradas dentro de este libro, contienen formas poéticas que ponen frente a la realidad un asombro nuevo ante lo ya cotidiano. Ese es un giro especial de toda aventura escrita: la posibilidad de hacer ajeno el camino que recorremos a casa todos los días, y poblarlo de una forma de resplandor. Ese matiz acompaña las versiones que el autor entrega sobre los temas que le cosen lágrimas y sonrisas, sobre las ausencias y presencias dolorosas y celebrativas, alrededor de lo que falta y sobra. Se trata de un recorrido que prolonga la sustancia de la ternura para poder ver sin dolor, sin resistencia, aquello que se termina separando o uniendo, siendo, pura y sencillamente, humano. 

siete

se trata, también, de un recorrido por otras formas del Perú: el mestizaje, las regiones naturales, la música. Se trata de ver en la expresión sonora un correlato de la historia. Conviven de este modo la anécdota y la descripción en un modo propio de acercamiento a partes muy específicas de los acontecimientos. La chuscada, la marinera, el festejo, son también la historia de los hombres y mujeres anónimos que han forjado los valores de una tierra plural. Las décimas crean espacios sonoros para mostrar el rostro de ese otro que es todos, el trabajador, el luchador, el dirigente, envueltos en puntos de comunión tan vitales como la comida, el baile, la música. Es un reto a la idea de ser diferentes, extraños, cuando están unidos por sentimientos cercanos. 

ocho

una imagen antecede la noción de este viaje. El niño que en ningún instante olvidó la travesura. Se atiende de esta forma a una revelación singular: quien escribe estas décimas también está jugando, confiando en el punto de sanación que tiene lo lúdico para ampliar la visión de aquel que ha sido afectado por lo cruel de la realidad. Se escribe para empatar palabras, aromas, colores, rasgos de los sueños en los que nos vemos invencibles y, guiados por esa fuerza, arrojamos nuestras vidas más allá de los límites del cuerpo. Se escribe para soltar en el aire el gorrión azul de la libertad. 

nueve

los lugares de la tradición literaria están plagados de ausencias. Del campo a la ciudad, se coloca en la frontera de esos vacíos. Lo hace para llevar claridad a tantos espacios que dieron voz a los anónimos y de los que ahora no queda rastro. Es, también, un documento testimonial de un tiempo doloroso, conflictivo, de amenaza, pero repleto de eso que hace valiosa a la vida, de una belleza que no calcula o negocia su aparecimiento, sino que es dada para quien pueda verla sin ojos y oírla sin oídos. Una belleza que es. Y que dura en el tránsito de esta palabra. 

diez

el viaje de Jinre Guevara, como el de millones de almas y voces, es, será siempre, Del campo a la ciudad. Todo poeta, en su condición de vidente, sabe esas cosas que las recita de memoria el campesino: el color de un ala enferma, la carnada en un río tumultuoso, el lugar adecuado para el fuego. Con ese conocimiento, que permea los siglos, los usos, las presencias, se inventa continuamente el universo, en su versión más transparente y vital. Que su camino siga y que en él estos frutos continúen floreciendo es señal de que la vida se reafirma, y en ella la noción de que todo desplazamiento es palabra, es voz para volver a comenzar. 

 Cincinnati, 2021.  

DÉCIMAS DE JINRE

NEGACIONISMO 

El Perú nunca ha existido
ni aquel pueblo en que viviste,
ni los hijos que tuviste
es más, tú nunca has nacido.
Solamente te has creído 
las «verdades fantasiosas»
de gente que inventa cosas
hablando de «falsos muertos»,
de «abusos» que no son ciertos 
y «violadas mentirosas».


¡Nadie ha desaparecido!
Jamás hubo torturados,
desmembrados, ni quemados…
esos ¡nunca han existido!
¿No sabes que te han mentido
…que han faltado a la verdad?
¿Me hablas de universidad…
jóvenes de La Cantuta?
¡Delirios de «gente bruta»!
¡Por dios! ¡Qué barbaridad!


No existió Putis, Cayara,
ni «El Santa» ni «Barrios Altos»
¿Por qué tanto sobresalto?
¡Ni que el mundo se acabara!
El soldado no dispara,
a lo más, ¡comete «excesos»!
No se torturaron presos 
en el cuartel «Los Cabitos» 
¡Son errores, no delitos!
aunque te vuelen los sesos.


¿Hijos sin padres?, ¡no existen!
Menos, mujeres violadas.
¿Por «milicos», abusadas?
¡Qué les pasa! ¿Por qué insisten?
¡Tranquilos, no se despisten! 
Todo eso fue «¡patriotismo!»
«¡desprendimiento!», «¡heroísmo!»
«¡firme respeto a la vida!»,
¡Estrategia dirigida!
su nombre: ¡Negacionismo!

CAJAMARCA, 3 de julio 

Bambamarca y Celendín:
Cinco vidas apagadas
por la ambición desbordada 
que indolente, les dio fin.
Fue un acto de lo más ruin 
disparar contra inocentes;
su culpa fue ser conscientes,
alzar la voz por la vida,
al ver su tierra agredida
por mineras delincuentes.


Cajamarca entonces dijo:
«¡El pueblo no olvidará,
impune no quedará
la cruel muerte de sus hijos!
Y al agua que los bendijo
cuidaremos de traidores,
haciendo que bellas flores 
alumbren un nuevo día,
donde la paz, la alegría, 
sean siempre sus colores»


«NEGRINDIO DEL PERÚ» 

Les invadieron su tierra
¡Madre de su negritud!
de su sentir, su virtud…
donde la vida se aferra.
Les declararon la guerra
en el alma de su hogar,
sobre la paz de su andar,
de su espesura, sus flores...
al llegar los invasores
con el verbo: «esclavizar»


El Sol, la lluvia, los ritos,
el ritmo de sus tambores,
su horizonte de colores
se juntaron en un grito...
Y de aquel cielo infinito
con dolor que en luces truena 
al ver que arrastran cadena,
lloró en tormenta a sus hijos…
pues la cruz que los bendijo
ahogó con sangre su pena.


Otros cielos te esperaban
forzado por el destino,
por un «Dios» que en el camino
aquellos hombres rezaban.
La marea cimbreaba,
dejaba atrás tu memoria
y abría una nueva historia
el horizonte, el azar...
Nuevas sendas por andar,
tendrían tu sed de gloria.


Golpeaste piedra y caña,
fértiles surcos sembraste,
junto al «indio» trabajaste
empuñando la «guadaña».
Con el tiempo hecho en tu entraña
cantó el viento tus dolores
denunciando a los «señores»
al compás de un «panalivio»,
en un campo de aire tibio
ahuyentando tus temores.


Años de lucha sangrienta,
¡Miles de mujeres y hombres!
¡Cientos de anónimos nombres!
terminaron con la afrenta.
La injusticia, ¡se la enfrenta!
La libertad, ¡se conquista!
¡No hay lugar para el racista!
fue el ejemplo de tu lucha,
un grito que hasta hoy se escucha:
¡Nunca más un «esclavista»!


Siglos de vida te hicieron
dueño y dueña de esta tierra;
te afincaste en costa y sierra…
¡Aquí, tus hijos nacieron!
Con aquellos que partieron
construimos nuestra memoria,
formando una misma historia
junto al inca, azteca, maya…
mapuche, que no desmaya
charrúa, lleno de gloria.

MIGRANTE 

Hoy, ayer, desde mucho antes,
este mundo en que vivimos
al que amamos y sufrimos,
es hechura de migrantes.
Obra es del «migrar» constante:
El mundo y sus densidades,
los países, las ciudades, 
los campos con su paisaje,
los pueblos, el mestizaje
y tantas diversidades.


Y es que así como el humano
es producto del trabajo,
que lo empinó desde abajo
desde niño y hasta anciano,
podemos decir, ufanos:
Que la misma migración 
hizo al hombre con «pasión»;
que quien rechaza al migrante
se evidencia un ignorante...
perdonarán la expresión.

LA MISMA «YUKA» 

Por su mentira y cinismo 
hoy Keiko se encuentra presa,
por sus «cócteles» sin mesa,
sus rezos sin catecismo.
Por su vil fujimorismo
tan mentiroso, farsante, 
por sus falsos «aportantes»,
sus «taper’s» con veinte «lukas»,
por «lavar» la misma «yuka»
que ya su padre, lavó antes.

UNO MÁS 

Pequeño, insignificante,
sin una estrella, mundano;
de mi especie soy paisano,
aprendiz de caminante.
Un enfilado migrante
con valijas de esperanza,
fiel cosecha de mi andanza,
de lo que quise aprender,
que comparte sin querer
con quien me da su confianza.

EN CUARENTENA 

El aire se hizo más puro,
las aguas más cristalinas
y los parques con sus pilas
un paraje más seguro.
Hasta se derrumbó el muro
levantado con dinero
que separaba al obrero,
enfermera u operario
del «señorón millonario»,
porque ninguno es de acero.


Algunos desesperados
acapararon comida,
sin pensar que hay otra vida
a quien le falta centavos.
Separados a ambos lados
tanto en Lima como en Grecia,
ya sin misa en las iglesias
hasta el cielo se mostró,
¡tan limpio que contagió!
a las aguas de Venecia.


La «belleza» estaba oculta
y lo «importante» ignorado,
lo «injusto» muy camuflado
tras la «decencia» que insulta.
Mas la dignidad resulta
venciendo a la adversidad,
con gestos de humanidad
que devuelven la esperanza,
pa’ mirarnos con confianza
después de la enfermedad.


¡Sí, somos los agresores
de este mundo en que vivimos!
al que hoy han vuelto los trinos
de los pájaros cantores.
Sirvan pues estos dolores
para entender que la vida
no debe ser agredida
por la injusta indiferencia,
la «elegante» prepotencia
o la indignación dormida.

DATOS SOBRE EL AUTOR

Jinre Guevara Díaz presenta su segundo libro de décimas, que toma el sugestivo nombre Del campo a la ciudad, para reafirmar su permanente espíritu crítico desde su rica experiencia de vida y que involucra un lógica social y política. Una vez más el escritor continúa en esa incesante búsqueda de trascendencia y desarrollo del pensamiento humano.

El autor es músico autodidacto de origen cajamarquino; se denomina como «merodeador» de la décima y la poesía. Una de sus principales tareas está orientada a la investigación cultural. 

Es fundador e integrante del destacado grupo musical «Los Cholos» que difunden la música y el canto popular tradicional peruano. Esta agrupación ha realizado importantes giras y conciertos en el Perú y países como Chile, Argentina, Ecuador, Colombia, Bélgica, Francia, Alemania y España.

Con más de treinta y seis años de vida musical –veintiuno con «Los Cholos»–, ha participado en la producción de seis álbumes dedicados al estudio y difusión de lenguajes musicales tradicionales del Perú, como también en otros de carácter colectivo. 

Jinre Guevara ha sido ponente en conversatorios, conferencias y talleres de música y cultura tradicional peruana realizados en universidades, colegios y centros culturales del Perú y del exterior. Es columnista en portales de opinión no solo sobre música, sino también abordajes de coyuntura social, política y económica. 

En su constante espíritu de búsqueda de conocimiento ha recorrido gran parte de las regiones del Perú para tomar contacto con las múltiples expresiones culturales populares y personajes trascendentes del arte, sin duda alguna, estas privilegiadas vivencias e interacción han contribuido a las reflexiones poéticas que se recrean en Del campo a la ciudad.

Estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En la actualidad realiza un postgrado en Historia del Arte Peruano y Latinoamericano, y está investigando el desarrollo de las coplas cajamarquinas que expresan una singular y profunda historia de la región Cajamarca. También tiene en el tintero un libro de poemas y otro de narrativa.

PARA NO QUEDARME CALLADO


Primera edición, Lima, octubre de 2018.
Hecho el depósito legal en la 
Biblioteca Nacional del Perú Nº: 2018-14303
ISBN 978-612-4082-71-9 

Retrato de Jinre Guevara.  Carboncillo de Orlando Ocampo.

Por no quedarme callado reúne un conjunto de décimas de singular y atenta reflexión sobre hechos político-sociales que transcurren erráticos en el Perú y Latinoamérica, amén de otros rincones del planeta, porque la desigualdad, es universal. Este libro es el resultado poético de un cantor popular preocupado por circunstancias desfavorables que afectan no solo el proceso de desarrollo social, sino que incurren también en constantes afrentas a la dignidad de los seres humanos. Esa sensibilidad y compromiso de Jinre Guevara, esa  búsqueda de un mundo más justo y bello, es la génesis de un grito que nunca callará, de un sujeto poético que se torna molestia para sistemas que siempre tratarán de ocultar la verdad.

PRESENTACIÓN /  Jinre Guevara Díaz 

Mi primer acercamiento a la décima fue en la escuela primaria con «A cocachos aprendí», de Nicomedes Santa Cruz, versos que capturaron mi  atención sin entender realmente el porqué del ritmo y bello sonido de aquella historia leída en voz alta.

Vinieron después otras del mismo autor que poco a poco me daban luces de una forma delicada de construir aquellos versos. Tras de esa primera inquietud, siguieron algunas rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, de ellas, «Del salón en el ángulo oscuro» fue una de mis preferidas que me conmovió con su acariciante belleza. 

Desde entonces llamó mi atención ese agradable timbre. Sea quien fuere el que declamara o la lectura que pudiera caer en mis manos, era inevitable mi emoción y admiración, sobretodo, cuando los mensajes se planteaban de manera reflexiva por las cosas que solemos vivir en un país hermoso y golpeado como el nuestro.

El año 1986 conocí y escuché declamar por primera vez al maestro Julio Carmona, en la ciudad de Chiclayo, lugar hasta donde fui  para tocar con motivo del aniversario de su programa radial, «Pueblo despierta». Una de las experiencias más bellas de aquel viaje que recuerdo bien, fue la emoción estremecedora que me generaba oírlo declamar. Antes de regresar, me obsequió su pequeño decimario: «En honor a la verdad», que leí y aprendí con emoción; aquel ejemplar, lo conservo hasta ahora. Años después, la música me llevó a conocer personalmente a ese gran decimista criollo y popular, Juan Urcariegui García (ya fallecido), con ocasión de las bellas jornadas musicales que compartía entonces con don Manuel Acosta Ojeda, quien me lo presentó. Lo descrito, es un poco del camino recorrido y atesorado que dio inicial sustento a mi admiración por este bello arte.

Debo decir con claridad que no me considero un decimista. Y es que respeto mucho a quienes sí lo son y cultivan este oficio a plenitud, con vida dedicada, como para considerarme uno de ellos. Sólo me asumo como un curioso, atrevido (hasta insolente) y minúsculo merodeador de la décima. Me declaro, sí, un aprendiz constante del andar por este mundo, un incansable admirador de aquellos espíritus potentes que nos aleccionan con su pluma.   

Deseo por ello expresar mi gratitud a quienes generosamente brindarán su tiempo para atender estos versos, y en ese mismo camino, testimoniar mi reconocimiento al maestro Julio Carmona por su constante motivación para hacer posible esta publicación. Agradezco su dedicación y generosas reflexiones, que contribuyeron sin duda a sortear la temeridad inclemente para publicar estos versos.

La presente edición, pretende comunicar desde muy dentro las cosas que nos atrevimos a reflexionar en torno a la vida, la política, el amor, las luchas de nuestros trabajadores y las esperanzas por mejores tiempos que guían nuestras convicciones; tal vez sólo por el gusto de compartir o por no quedarme callado.


PRÓLOGO /  Julio Carmona 
PARA NO QUEDARME CALLADO

Desde las heridas de la vieja España, escribió nuestro inmortal maestro: «Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él». La genialidad, según él, se llama pueblo. Sin este no habría nación, no habría patria, no habría genios. Enorme deuda, entonces, la del genio para con su pueblo. Por eso quienes siguen el camino que va trazando el pueblo (junto a sus mejores hijos) no hacen otra cosa que devolver esa prístina enseñanza. Y esa es la tarea del maestro, del artista, del campesino, del obrero, del poeta. Todos son alimentadores de ese fuego. Por eso empecé llamando así a César Vallejo: nuestro inmortal maestro. 

Y, por eso también, quiero usar el apelativo de maestro para saludar a Jinre Guevara, autor de este libro para el que ha tenido la gentileza de permitirme pergeñar estas letras prologales. Es cierto que él —con la modestia sincera de los grandes— minimiza su acción poética. Porque sabe que está midiendo su talla con la de esa fuente de amor y fuego que es el pueblo. Es decir, con la de quienes lo preceden en este esfuerzo mancomunado de enaltecer la vida. Y, en efecto, no se equivoca Jinre. Los grandes cultores de la décima (que es la forma poética elegida por él para decir lo que no quiere callar) han sido tocados por ese fuego amoroso. Y siempre es difícil alcanzar su altura. Pero el solo hecho de intentar esa hazaña ya es un mérito.

Y quien se acerque a este nuevo —y, asimismo, antiguo— surtidor fluyente de ese hontanar, habrá de sentirse desconcertado. Y se preguntará por qué Jinre ha elegido la décima. Y la respuesta que intuyo es porque la décima —del mismo modo como el soneto— ha pasado a tener una prosapia genuinamente popular. Y Jinre no podía beber de otra fuente que no fuera esa. Una fuente que da la seguridad de no estar imitando a nadie aunque sean muchos los que la hacen suya. Y esto ocurre porque todo lo que deja de tener autor conocido pasa a ser de propiedad del pueblo. Del soneto se sabe que es oriundo de Italia. Pero ni en su país de origen ni en España, que es el de su arraigo, se tiene la certeza de quién pudo ser su primer usuario. En el caso de la décima se pretende atribuirla al poeta español Vicente Espinel (ubicable entre los siglos XVI y XVII) y es así que también se la suele llamar décima o espinela. Sin embargo, la fuerza de la costumbre (que es la que siempre le da la razón al pueblo) ha impuesto el nombre de décima y ha clausurado el de su supuesto creador. Se cumple así lo que dijera Manuel Machado, en una copla en la que explica el origen de esta: 

Hasta que el pueblo las canta, 

las coplas, coplas no son, 

y cuando las canta el pueblo, 

ya nadie sabe el autor. 

Y tanto es así que cuando los poetas llamados cultos o puros recurren a esa forma popular evitan asumir ese su nombre más común: décima. Es el caso de Martín Adán quien a su libro de décimas lo tituló La rosa de la espinela. Pero a los poetas populares les parecería totalmente cursi llamarse «espinelistas». Con mayor orgullo prefieren la calificación de decimistas. 

Los poetas populares —y Jinre pertenece a esa estirpe— no son mezquinos con otras formas de poetizar (las usan cuando la necesidad obliga), sin embargo —y esto es lo decisivo— no se extrañan o enajenan de esas formas originarias con que el pueblo sabe expresar y sentir mejor sus verdades. ¿Y qué mejor aprendizaje para el dominio de este hermoso —y nada fácil— arte de la décima, que hacerlo bajo el auspicio de sus cultores populares? Y Jinre así lo testimonia y menciona a Nicomedes Santa Cruz y a Juan Urcariegui García (y yo puedo agregar a Luis Felipe Angell, Sofocleto). Pero él incluye a otro grande del verso armonioso, Gustavo Adolfo Bécquer. (Y, asimismo, yo me atrevo a incluir a Rubén Darío). Y cualquier otro maestro más, cuyo nombre sea invocado, será para hacer un justo homenaje a su labor pedagógica que busca impedir su clausura o anonadamiento.

Yo siempre suelo decir —cuando los jóvenes estudiantes secundarios eligen este trabajo desinteresado de la poesía— que es la más segura garantía de que con cada uno de ellos habrá un policía (y hasta un delincuente) menos. El arte en general constituye un pasaporte inigualable para acceder a las regiones invalorables del espíritu creador o constructor de seres humanos íntegros. Por eso me congratulo y, de paso, agradezco a Jinre que considere a mi modesto trabajo como uno de sus referentes para el logro de estos textos poéticos que él ahora nos ofrece, con una solvencia que nadie creo ha de mezquinarle.

Aquí el lector encontrará una voz que dice su verdad sin medias tintas, con el respaldo de una sinceridad a toda prueba. Tocando temas tan comunes y al mismo tiempo tan especiales para todos los que nos ha tocado la suerte y el sufrimiento de haber nacido en este hermoso y doloroso país. Tal el caso de rememorar su historia que nos compromete para seguir dando más de nosotros mismos en su trayectoria de llegar a ser la auténtica madre patria que anhelamos (y no la madrastra a que la condenan ser sus necios hijastros). Y así leemos:

Llegaste con una cruz

en el puño de tu espada,
con tu biblia tan preciada
y cargando tu arcabuz.

Y ello constituye reconocer —como lo hace Jinre— la sabiduría y la grandeza de su pueblo:

Camino y siembro mis pasos

aunque no son solo míos,
antes existieron ríos,
que forjaron estos trazos.
Son del tiempo, como lazos
que refuerzan la memoria,
gestas cargadas de gloria
de los pueblos que lucharon,
mujeres y hombres que guiaron
las sendas de nuestra historia. 

Pero también se halla en estas páginas la ironía y el humor que fustiga la inopia y destemplanza de esos hijastros, que suelen cobijarse ya sea en los establos de la burocracia administrativa como en los chiqueros de la política criolla, aquellos oscuros recovecos en donde solo brillan los ojos angurrientos de la venalidad y la componenda. 

El «táper» de la vergüenza,
para la gente insensata
y que ignora la gran prensa.
color naranja y con plata,

Lo cual lleva a nuestro poeta a tocar los temas que fluyen de las ciudades que es en donde están más al acecho los tentáculos de la corrupción y los acíbares del delito.

Para zamparte a la «cola»
y pasarte la luz roja,
no te importa si se enoja
un adulto o una chibola.
Tú te sientes siempre «piola»,
el «mosca» que todo puede,
el que todo lo transgrede
sin importar los demás,
mas te engañas, ya verás,
nadie quiere a quien se excede.

Y asimismo están los temas de la solidaridad con los pueblos hermanos (Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia) que también luchan por dar a sus respectivos terruños la gloria de verlos libres de toda sujeción a cualquier amo extranjero. Y este cobijo del canto en lo esencial de Nuestra América, de nuestra patria grande, no puede no debe estar alejado de su fuente nutricia: la madre naturaleza, que es cantarle a la vida, a las aves, a la reina de los tubérculos, la papa, e igualmente  a esos otros frutos de la tierra que son los minerales, elementos todos ellos por los cuales nuestros pueblos se desviven y también lamentablemente mueren por la ceguera de gobiernos putrefactos. Y todo este abanico temático lo resume nuestro poeta en la primera décima de su última composición de pie forzado:

Desde chico fui aprendiendo
sin querer, sin darme cuenta:
el que no calla, se enfrenta
y que más se aprende, oyendo.
Que muchos andan huyendo
cuando un debate es planteado
y se ponen de costado...
Pero eso… ¡No iba conmigo!
aunque perdiera un amigo,
por no quedarme callado.

Jinre Guevara, nuestro poeta, cantor del pueblo, no quiere quedarse callado. Y hace bien que así sea. Y podrá perder un amigo (que también suele ocurrir, porque no callar implica a veces herir) pero también —como dice otro libro grande de la patria universal— se tiene un mundo por ganar. 

Sé que es innecesario decirlo, pero digo que Jinre sabe que estas palabras mías no están lastradas por el pegajoso hollín de la adulación. Y sabe que —así como dice la canción popular que «amor con amor se paga»— igualmente yo le digo que a su sinceridad respondo con mi sinceridad.

DÉCIMAS DE JINRE

«Táper»

El «táper» de la vergüenza,
color naranja y con plata,
para la gente insensata
y que ignora la gran prensa.
Es la burla a tanta ofensa
desdeñada por la gente,
que piensa que un presidente
puede robar y matar,
saquear, mentir, torturar
y decir: «¡Soy inocente!»

ALAN el inocente

Según el propio García
lo rodeaban sólo «ratas»,
ninguno fueron sus «patas»
y de robos, no sabía.
No se atribuye autoría
de «petro-audios», «faenones»,
«narco-indultos» y ladrones
liberados por dinero,
que en París fue un tipo austero,
que es un «doctor», sin millones.

Él dice que nunca ha dicho
que hay «peruanos de segunda»
y que esa frase iracunda,
de la prensa, es un capricho
Sostiene este susodicho,
que nunca fue un mentecato,
que jamás ‘planchó el zapato’ 
en la espalda de un peruano,
que en Bagua no fue inhumano…
que con él, no es «Lavajato».

Keiko-décima

Política y cocaína 
corrupción, robo siniestro,
son casi como el ‘pan nuestro’
cuando se habla de la «china».
Con «lavadores» camina
y hace gala de cinismo,
como aquel fujimorismo
que nos llenó de vergüenza,
ese que compró a la prensa
y nos condujo al abismo.

Quieren que me trague el cuento,
dicen que «Keiko es distinta», 
es claro que es «pura finta» 
para engañar a los «lentos» .
No tiene ningún talento
y es que… ¡nunca ha trabajado!
pero viaja a todos lados
gastando varios millones,
agarrando de «huevones»
a los que creen que ha cambiado.

¡Feliz día, Lima!

¡Lima, capital peruana!
Con tus huacas, tus balcones, 
mazamorra y picarones,
costeña y también serrana.
Una décima hoy me gana
para decir con amor: 
¡No existe mejor cultor
de nuestra diversidad…
…que eres más vieja en verdad,
que el turrón y el alfajor!

¡Alianza campeón!

Hoy llegaste hasta la cima
para enriquecer la historia,
corazón de La Victoria,
¡Campeonaste, Alianza Lima!
Hoy afirmas esta rima
constante de tus colores, 
como el amor en las flores 
que recuerdan a tus hijos,
a esos «potrillos» prolijos, 
¡«Blanquiazul», de mis amores!




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