martes, 27 de noviembre de 2018

Colina Cruz y Tiempos de Colambo, cuentos de la comedia humana rural de Teófilo Gutiérrez Jiménez



Miguel Gutiérrez: 
“La mayoría de las historias de Colina Cruz se erigen como una suerte de memoria colectiva de Guaranguillo, una aldea olvidada de la región de Jaén, en que junto al dolor, la violencia, la desolación se halla también el matiz humorístico de la comedia humana rural. Los personajes que son como sombras, como siluetas difuminadas o fantasmales, adquieren sustancia a través de la voz de los distintos narradores, voces que dan cuenta, casi siempre en un tono expiatorio y aun de conjuración, de la violencia subversiva y contrasubversiva, del peso de la superstición y la intolerancia aldeana, o de la iniciación degradada del sexo y el descubrimiento de la muerte y de la levedad y futilidad de los actos humanos. Pero lo que confiere mayor jerarquía artística a Colina Cruz, no son las historias en sí mismas sino la textura de la prosa, fresca y precisa, con que Teófilo Gutiérrez ha sabido tejer las voces narrativas de sus deleitables cuentos.” 

      
Raúl Jurado:
 “En Colina Cruz hay un buen uso de la coma retórica, el encantamiento de la oralización en boca de los personajes, la simpleza enumerativa para desarrollar la tensionalidad de la fábula, el recurso de lo cotidiano que depara sorpresas e historias en Guaranguillo, prosa fotográfica como instantáneas coloridas. Colina Cruz en su brevedad es un libro que marca con fuego los ojos del lector. Colina Cruz no es un libro para ser tragado, ni digerido sino para ser cosido en la mente diríamos parafraseando al viejo Bacón.”  




Alicia Santos: "Teófilo Gutiérrez Jiménez, autor de Colina Cruz, estudió en la GUE San Miguel de Piura y literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado el libro de cuentos Tiempos de colambo(Sanval, Lima, 1996) y cuentos en revistas diversas. También fue periodista en los diarios La Voz, La República, Ojo y en la Revista Somos de El Comercio. En 1989 obtuvo el Tercer Premio de Cuento Copé y en el 2004 el Primer Premio de Cuento 500VL-Municipalidad de Lima. Es creador del sello Hipocampo Editores. Nació en Jaén, pero desde los 9 años vivió en la calle Libertad, cuadra 1, frente al Teatro Municipal de Piura, y frecuentó a diario la casa del tío Néstor Martos Garrido, como le decían cariñosamente los jóvenes de entonces. Amigo de los mangaches de la Junín, los últimos. Este libro retoma la escritura dejada hace años para publicar otros libros de diversos autores de la literatura peruana. Publicamos Colina Cruz como un reconocimiento al autor-fundador por su calidad literaria fuera de toda duda. 



Antonio Gálvez Ronceros:
Tratándose de un libro de cuentos no es común que, además de la calidad de cada cuento, el conjunto logre construir un universo particular cuyas notas den la certeza de la autenticidad. Este logro es mucho menos común si se trata del primer libro de un autor. Teófilo Gutiérrez, en ésta su primera obra orgánica, ha logrado construir ese universo, lo que permite declarar con satisfacción que con ello la narrativa corta resulta enriquecida en sus mejores frutos. Tres son las notas esenciales de las historias de esta colección: conflictos de la vida cotidiana, ámbito de pequeño poblado que tiene muy cerca la flora y el desierto, y entrega de los hechos a través de la voz de los protagonistas. El tratamiento revela madurez: sentido de la estrategia en la distribución de los hechos, puntualidad en los recursos de estilo, pertinencia de la coloquialidad en el lenguaje de los protagonistas y funcionalidad de los datos de ambientación local. Pero estos recursos narrativos, operando sobre aquellas notas esenciales, no habrían cuajado con autenticidad un universo de la vida de provincia, sin esa actitud poética que se funda en la identidad del espíritu del autor y el espíritu del universo que postula.

Miguel Ildefonso:
Colina Cruz no es solo el rescate de la memoria; en sus historias seremos testigos de cómo la violencia es capaz de reinventarse para acabar con los últimos vestigios de la inocencia. La destreza narrativa de Teófilo Gutiérrez nos hará vivir –cual iniciados– esos momentos cruciales del Perú en que esta violencia deja ver su rostro antes de ejecutar a la víctima, allí en esos pueblos desolados, en donde lo raro, lo extraño y el asombro aún pervivían. 
Carlos Rengifo:
El arte del cuento, por su extensión y precisión, requiere de ciertas claves y sugerencias para que el cuadro presentado adquiera intensidad y profundidad. Pero no bastan solamente las técnicas, menos el artificio; en el meollo, es la historia la que finalmente impondrá su ritmo y dirección, y la que seducirá o desalentará al lector. En Colina Cruz, la vida humana corre con la soltura quieta que la da la palabra, y el ambiente rural que baña todos los cuentos deja, por instantes, un hálito de melancolía. Los personajes –seres sencillos, en contacto directo con la naturaleza– se enfrentan sin remilgos a su destino, y es en aquel destino donde se hilvana la visión del autor, que no es para nada fatalista, sombría, ni poco edificante, sino más bien de una sutileza irónica, parejada con un rango aleccionador. 

 domingo, agosto 22, 2010

TEOFILO GUTIERREZ Y SU COLINA CRUZ EN TIEMPOS DE LETRA

RAÚL JURADO PÁRRAGA
“Al comenzar la noche no se oyó ningún balazo y no hubo alboroto de perros, pero sí un endemoniado croar de sapos en la orilla del río cercano a la casa de los Ruiz.” Así, de sugerente se presentan las primeras líneas del cuento Pincelada que integra el breve libro: Colina cruz (Hipocampo Editores, 2009) de Teófilo Gutiérrez Jímenez. La construcción oracional muestra el escenario de la historia a desarrollarse. Nos pica la curiosidad por saber que le sucede a los Ruiz y el narrador va configurando el espacio dialógico entre Pablo Ruíz y su mujer: “-¡hombre apaga la luz! / El giró los ojos hacia el umbral de la puerta del dormitorio, donde estaba la mata de sábila colgada y amarrada a un clavo oxidado por una cinta de tela roja. Una hoja se estaba secando./ -¡malagüero- le dijo ella/ -¡tonterías – dijo él. Se seca porque las hojas también mueren alguna ve. Nacerán otras, y así , sucesivamente.“ La tensión del fatalismo y la muerte se muestran como máscaras de la soledad, la superstición, el olvido, el recuerdo. Teófilo Gutiérrez con “oficio de narrador” y con una prosa minimalista va estructurando la memoria de los moradores de “Guarangillo” un olvidado lugar ubicado en Jaén. Colina cruz no es un libro de cuentos más, es un libro de cuentos bien escritos. En el cuento: la mujer de Antonio Claros la historia recrea desde la escritura “la oralización de esos personajes”: “no que decían que la mujer tenía las piernas como patas de saltamontes”, •”como que tenía cola de mono y pezuña en lugar de un pie” Coloquio y chisme una mirada de censura y de “mal-decir” colectivo que tensiona la actitud de hombre que se aleja y esconde su “felicidad” fuera de ese enjambre de “enjuiciamientos” . Colina Cruz en los diez cuentos que la conforman nos es un libro más sino un libro que confirma la destreza narrativa de Gutiérrez quien ya el año de 1995 había editado su libro: “Tiempo de Colambo” con siete cuentos admirables, por el tratamiento minimalista del relato.
Volviendo a Colina Cruz en este libro no hay ornamentación innecesaria sino, por el contario se da paso al ensayo de la brevedad y la pincelada exacta para graficar historias que tematizan la memoria colectiva de los habitantes de Guarangillo donde se hace presente la superstición, la soledad, la muerte, el juego, lo mágico, lo infernal, lo popular, la venganza, la envidia, el amor. Un cuento que recrea la memoria colectiva con belleza y picardía es el “diablo en el arroyuelo” que a partir de la imagen tierna de la niñez nos traza la derrota del viejo Satán con admirable ludismo. Por otro lado, señalo dos textos ejemplares de esa manía por contar bien; “noche de perro”, “un brujo, un colambo y una piedra muy rara”. Aunque en su totalidad cada cuento muestra su valía. Otro rasgo que llama la atención en Colina Cruz es señalar el salto cualitativo que ha seguido Gutiérrez desde sus primer libro hasta este segundo libro. Gutiérrez es un “orfebre hábil en el difícil “arte de contar bien una historia”. En Colina Cruz hay un buen uso de la coma retórica, el encantamiento de la oralización en boca de los personajes, la simpleza enumerativa para desarrollar la tensionalidad de la fábula, el recurso de lo cotidiano que depara sorpresas e historias en Guaranguillo, prosa fotográfica como instantáneas coloridas. Colina Cruz en su brevedad es un libro que marca con fuego los ojos del lector. Colina Cruz no es un libro para ser tragado, ni digerido sino para ser cosido en la mente diríamos parafraseando al viejo Bacón. Es un libro de “cuentos deleitables“ dice en la contratapa Miguel Gutiérrez. Yo agregaría que es un libro de cuentos finamente cincelados con oficio y paciencia narrativa.

LUNES, 7 DE MAYO DE 2012


TEÓFILO GUTIÉRREZ, UN ANÓNIMO CONOCIDO / Bernardo Rafael Álvarez

No sé si es buena o mala la costumbre que tengo de no frecuentar muy apretadamente los lugares donde suelen reunirse los poetas y escritores; me refiero, claro, a los bares del centro de Lima y de otras partes y, concretamente, del jirón Quilca. Pero lo cierto es que debido a esto pierdo las oportunidades de enterarme tempranamente de algunas nuevas apariciones bibliográficas de algunos amigos. Hace ya doce años Teófilo Gutiérrez, a través de su sello editorial Hipocampo, publicó un poemario mío –Dispersión de cuervos-; pero hace más de doce años que entre él y yo nació una entrañable amistad (iniciada gracias al gran Juan Ramírez Ruiz, allí precisamente: en el jirón Quilca) que, aunque últimamente no nos vemos mucho, sé que ha ido fortaleciéndose con el tiempo. Para definirlo en dos palabras, diría que Teófilo es un buen pata. Pero es, además, de eso y de cuidadoso editor (lo digo con conocimiento de causa) un mesurado y muy talentoso narrador. 

En 1995 sacó a la luz “Tiempos de Colambo”, una colección de relatos con sabor y aroma a evocación aldeana que, no obstante tratarse de “cuentos iniciales”, como los definió en la dedicatoria que colocó en el ejemplar que entonces me obsequió, son textos que en verdad ponen de manifiesto una ostensible madurez a la que se suma la innegable calidad. Al leer el título de ese libro, lo confieso, me quedé medio estupefacto. Tuve que preguntarle a Teófilo y él se encargó de “desasnarme”; me explicó que “colambo” es el nombre dado a una serpiente, una serpiente muy extraña en realidad. Efectivamente, en uno de los relatos es descrita como un ofidio “parduzco y voraz, que puede mimetizarse como cualquier culebra de monte”. Así, inusitados, como esto que leemos en la descripción anotada, son los relatos que nos ofrece el libro primero de Teófilo Gutiérrez. Y limpiamente, como limpia y clara es el alma de nuestros pueblos, los relatos aparecen como una fotografía poética de la gente de nuestra sierra norteña; son, como muy bien apunta Antonio Gálvez Ronceros en el colofón, “un universo de la vida de provincia”, con “esa actitud poética que se funda en la identidad del espíritu del autor”.  
Teófilo Gutiérrez no es, digamos, un escritor apurado, desesperado, por publicar; es, más bien, un autor que hace gala de una excesiva parsimonia que no es precisamente, en su caso, signo de pereza, sino de responsabilidad por su oficio y de respeto por los lectores. Él es consciente de que un trabajo debe estar bien hecho, para ser digno de entrega. Y el cuidado que pone en lo suyo, también se da respecto de las ediciones que hace, con su sello editorial, de los libros escritos por poetas y narradores peruanos, especialmente jóvenes. La publicidad y la fama personal no es algo que le quite el sueño. Y esta suerte de despreocupación por ubicarse en la tribuna visible, es la razón por la que recién catorce años después, el 2009, de la aparición de su primer libro, decidió mandar a la imprenta su segundo volumen de relatos. Y yo, por lo que dije al principio (mi reticencia a ser asiduo concurrente de los lugares de encuentros bohemios), hace apenas unas semanas que tomé conocimiento de esto y, naturalmente, llegué a tener entre mis manos el libro que me ha regocijado con su lectura.
Como ya lo había adivinado, este libro no hace sino confirmar lo sabido: la calidad en la escritura de Teófilo Gutiérrez. Es, qué duda cabe, una valiosa contribución a la narrativa nacional venida de la parte norte de nuestro país. Entre otras cosas, creo que su importancia está –repito- en su capacidad de mostrar con palabras el alma limpia y clara de los pueblos nuestros, representados en los ojos y la sensibilidad de Teófilo, por –como dice Miguel Gutiérrez- la “memoria colectiva de Guaranguillo, una aldea olvidada de la región de Jaén”; Jaén, la provincia donde nació el autor de este libro cuyo título es “Colina Cruz” y ha sido escrito gracias al estímulo de la nostalgia y por eso deja notar –tomo las palabras de Carlos Rengifo- “un hálito de melancolía” a pesar de la “sutileza irónica”.
 Raúl Jurado Párraga escribió una nota acerca de “Colina Cruz”, en que, con toda justicia, reconoce la destreza narrativa de nuestro autor y apunta que “no es un libro de cuentos más, es un libro de cuentos bien escritos”. Bueno, es natural que sea así, porque no estamos frente a un escritor improvisado. Hizo labor periodística, como colaborador en los diarios La voz, La República y Ojo, además en la revista Somos. Obtuvo, en 1989, el Tercer Premio de Cuento Copé y en el 2004 ocupó el primer lugar en el Concurso de Cuento 500VL. Es un escritor con oficio, pues. Pero es digno de señalar que Jurado Párraga, acertado escrutador, ha logrado precisar que en los relatos de “Colina Cruz” son “la superstición, la soledad, la muerte, el juego, lo mágico, lo infernal, lo popular, la venganza, la envidia, el amor”, los elementos que caracterizan a lo que el otro Gutiérrez -el autor de “El viejo saurio se retira”- llama “la memoria colectiva de Guaranguillo”. A esto, sin embargo, no podemos dejar de agregar el discreto toque de ironía, de buen humor (inherente a Teófilo), que siempre se hace presente. Solo una frase quiero citar, porque es representativa: “Por eso he cogido el pasatiempo de olvidarlo todo…”. El olvido no como un simple vacío, como ausencia de memoria, sino como “un acto”, un pasatiempo. Pura reflexión. Puro humor. 
Hay un cuento en que aparece esto: “el Diablo se dijo para sí que ya era tiempo de traer al infierno a unos cuantos jovencitos porque tenía que renovar sus ejércitos envejecidos”. Yo debo decir que, efectivamente, ya es tiempo, jovencitos y señores, no de acercarse al infierno precisamente pero sí a esta suerte de fuego fecundo que es la narrativa de Teófilo Gutiérrez, poco conocida pero merecedora de mayor difusión y, sobre todo, de lectura. No sean mezquinos, señores de la crítica literaria. Teófilo Gutiérrez no puede seguir siendo lo que yo llamo “el más conocido de los anónimos en nuestro medio”.

http://imaginariotranseunte.blogspot.com/2012/05/teofilo-gutierrez-un-anonimo-conocido.html

lunes, 26 de noviembre de 2018

DEL PODER (ON POWER) de Ricardo Paredes Vassallo

He tenido que viajar a muchas naciones y continentes; ha tenido que pasar mucho tiempo y mucho pensamiento para concluir que el Poder Humano no es otra cosa que la Ética Humana. Ello es, que la ética individual o general, nacional o local, de las instituciones y de los estados, no es otra cosa que el poder político que organiza a las personas, a las instituciones o a los estados de las naciones en concordancia con la fuerza acumulada por la racionalidad.  
Siendo por esto mismo, que nunca filósofo alguno pudo entender lo que el PODER era porque trataba a la ETICA humana como cosa distinta o contrapuesta a la política y al poder personal y social.



RICARDO PAREDES VASSALLO
(Conchucos, Áncash, Perú, 1952)

El pensador de La Plaga Humana es considerado el filósofo más importante de América Latina y de la lengua hispana por estudiantes, académicos y críticos, de distintas universidades del mundo.
Su pensamiento, explícito brillantemente en su libro La Plaga Humana, enumera las causas de la hecatombe de la civilización, analizando la miope contribución de la filosofía y de las ciencias (a manos de los “inteligentes y muy laboriosos hombres”) que lentamente y de forma indetenible, destruye las condiciones naturales para la existencia de todos los seres vivos. La filosofía de este gran pensador, que desde hace 35 años es ciudadano del mundo entero, además de contar con la virtud de su potente fuerza y originalidad, ha sido capaz de separar al ayer del hoy en el quehacer filosófico mundial, al instaurar como más firmes y convenientes para la subsistencia de la VIDA en la Tierra, el pensar y el obrar simples; teniendo en cuenta más a la importancia de la naturaleza animal del hombre que a la superflua y perjudicial producción de su racionalidad incontrolable, concreta de modo catastrófico, en su desarrollo técnico y político.
Enseña con el ejemplo, a los parcos y estoicos ciudadanos del futuro, a resarcirse de lo superfluo y a trabajar para detener en todos los frentes a la humanidad entera (convertida en una real y verdadera PLAGA).

Proemio
“La civilización humana no ha sido bien pensada”.

Esta “Filosofía Sintética del Poder Humano”, para nada debe ser tomada como una ontología filosófica, suscrita por mí, de este asunto importante; antes bien, como la definición o la respuesta que doy a esta crucial cuestión del pensamiento y que concierne a la humanidad entera. Pues, como debe saberse indudablemente, el problema del poder, desde que fue planteado como un asunto “político”, desde los orígenes mismos del estado (en el de Atenas, específicamente), por Platón en “La República” y por Aristóteles, consecutivamente, en varios de sus tratados; nadie, después de estos insignes precursores, ha arrojado mayor certidumbre sobre este asunto sin subrayar o repetir los manidos conceptos griegos, circundando, por lo tanto, alrededor del asunto y sin ingresar en él para tomarlo con las manos y mostrarlo tal como es; también, cómo es que este se genera y cómo actúa entre los hombres, en la sociedad y desde esta, en la realidad humana del mundo. 
La consecuencia indirecta, pero mayor, ocasionado por el pobre entendimiento del poder humano, entonces, es haber construido en miles de años unas civilizaciones asombrosas pero destructivas, fornidas por fuera pero vacías por dentro.
El ocuparme en hacer una filosofía axiomática del poder, en el momento en el que el triunfo racional de la civilización humana es idénticamente proporcional a la debacle ocasionada por esta a la naturaleza, no supone esfuerzo tardío ni estéril alguno. Pues, el erróneo, y ciertamente pobre comprensión de lo que el poder humano es y significa, nos ha conducido a armar una civilización mal pensada, mal hecha y gobernada sin objetivos racionales y concretos, necesarios generalmente y controlables por todos:
 ¿Cuál es el objetivo implícito (y no abstracto), de la existencia de la civilización humana? ¿Qué líneas racionales gobiernan a la existencia de los hombres?
Había que plantearse resolver todo esto antes de llegar al meollo del mismo; y el trabajo que me costó responderlos, está aquí, resumido y en sus manos.
Este libro, y como su nombre mismo bien lo delata, contiene una filosofía sintética del poder humano; esto es, compendia el argumento esencial y teórico del poder, desprovisto, entonces, de sus formalidades y consecuencias concretas y múltiples: ello es, de los efectos deducibles de nuestras acciones y relaciones, emprendidas y entabladas socialmente, y que se constituyen como sustratos de nuestra moral, de nuestra política, y, finalmente, como nuestra racionalidad aplicada. 

POR NO QUEDARME CALLADO -DÉCIMAS- DE JINRE GUEVARA DÍAZ

Por no quedarme callado reúne un conjunto de décimas de singular y atenta reflexión sobre hechos político-sociales que transcurren erráticos en el Perú y Latinoamérica, amén de otros rincones del planeta, porque la desigualdad, es universal. Este libro es el resultado poético de un cantor popular preocupado por circunstancias desfavorables que afectan no solo el proceso de desarrollo social, sino que incurren también en constantes afrentas a la dignidad de los seres humanos. Esa sensibilidad y compromiso de Jinre Guevara, esa  búsqueda de un mundo más justo y bello, es la génesis de un grito que nunca callará, de un sujeto poético que se torna molestia para sistemas que siempre tratarán de ocultar la verdad.

 Jinre Guevara Díaz presenta su primer libro de décimas: Por no quedarme callado, resultado de un espíritu singular, de constante búsqueda de trascendencia y desarrollo del pensamiento.
Músico autodidacto de origen cajamarquino, «merodeador» de la décima y la poesía, con orientación  a la investigación cultural. Es fundador e integrante de «Los Cholos», agrupación de música y canto popular tradicional peruano de reconocida trayectoria, con quienes ha realizado importantes giras y conciertos tanto en Perú como en países de Latinoamérica y Europa, entre ellos: Chile, Argentina, Ecuador, Colombia, Bélgica, Francia, Alemania y España. Con más de treinta y cinco años de actividad musical -de ellos, veinte con «Los Cholos»- ha participado en la producción de cinco álbumes dedicados a la afirmación y difusión de diferentes lenguajes musicales tradicionales del Perú,  y en otras de carácter colectivo. Producto de un constante espíritu indagativo, ha recorrido gran parte del Perú acercándose al conocimiento de expresiones culturales populares, así como a personajes de trascendencia de estas regiones, vivencias que sin duda han contribuido a sus reflexiones planteadas en la presente edición.
Jinre Guevara ha participado como ponente en conversatorios, conferencias y talleres sobre temas vinculados a la música y cultura tradicional del Perú, en universidades, colegios y centros culturales. Desde hace varios años, es un constante columnista en portales de opinión sobre temas vinculados a la música, coyuntura social, política y económica. Estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde además culminó un posgrado. Actualmente se encuentra trabajando con «Los Cholos» en su sexta producción musical, así como en la preparación de su segundo libro de décimas y otro de poemas en prosa y verso.


PRÓLOGO
PARA NO QUEDARME CALLADO
Julio Carmona

Desde las heridas de la vieja España, escribió nuestro inmortal maestro: «Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él». La genialidad, según él, se llama pueblo. Sin este no habría nación, no habría patria, no habría genios. Enorme deuda, entonces, la del genio para con su pueblo. Por eso quienes siguen el camino que va trazando el pueblo (junto a sus mejores hijos) no hacen otra cosa que devolver esa prístina enseñanza. Y esa es la tarea del maestro, del artista, del campesino, del obrero, del poeta. Todos son alimentadores de ese fuego. Por eso empecé llamando así a César Vallejo: nuestro inmortal maestro.
Y, por eso también, quiero usar el apelativo de maestro para saludar a Jinre Guevara, autor de este libro para el que ha tenido la gentileza de permitirme pergeñar estas letras prologales. Es cierto que él —con la modestia sincera de los grandes— minimiza su acción poética. Porque sabe que está midiendo su talla con la de esa fuente de amor y fuego que es el pueblo. Es decir, con la de quienes lo preceden en este esfuerzo mancomunado de enaltecer la vida. Y, en efecto, no se equivoca Jinre. Los grandes cultores de la décima (que es la forma poética elegida por él para decir lo que no quiere callar) han sido tocados por ese fuego amoroso. Y siempre es difícil alcanzar su altura. Pero el solo hecho de intentar esa hazaña ya es un mérito.
Y quien se acerque a este nuevo —y, asimismo, antiguo— surtidor fluyente de ese hontanar, habrá de sentirse desconcertado. Y se preguntará por qué Jinre ha elegido la décima. Y la respuesta que intuyo es porque la décima —del mismo modo como el soneto— ha pasado a tener una prosapia genuinamente popular. Y Jinre no podía beber de otra fuente que no fuera esa. Una fuente que da la seguridad de no estar imitando a nadie aunque sean muchos los que la hacen suya. Y esto ocurre porque todo lo que deja de tener autor conocido pasa a ser de propiedad del pueblo. Del soneto se sabe que es oriundo de Italia. Pero ni en su país de origen ni en España, que es el de su arraigo, se tiene la certeza de quién pudo ser su primer usuario. En el caso de la décima se pretende atribuirla al poeta español Vicente Espinel (ubicable entre los siglos XVI y XVII) y es así que también se la suele llamar décima o espinela. Sin embargo, la fuerza de la costumbre (que es la que siempre le da la razón al pueblo) ha impuesto el nombre de décima y ha clausurado el de su supuesto creador. Se cumple así lo que dijera Manuel Machado, en una copla en la que explica el origen de esta:
Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.
Y tanto es así que cuando los poetas llamados cultos o puros recurren a esa forma popular evitan asumir ese su nombre más común: décima. Es el caso de Martín Adán quien a su libro de décimas lo tituló La rosa de la espinela. Pero a los poetas populares les parecería totalmente cursi llamarse «espinelistas». Con mayor orgullo prefieren la calificación de decimistas.
Los poetas populares —y Jinre pertenece a esa estirpe— no son mezquinos con otras formas de poetizar (las usan cuando la necesidad obliga), sin embargo —y esto es lo decisivo— no se extrañan o enajenan de esas formas originarias con que el pueblo sabe expresar y sentir mejor sus verdades. ¿Y qué mejor aprendizaje para el dominio de este hermoso —y nada fácil— arte de la décima, que hacerlo bajo el auspicio de sus cultores populares? Y Jinre así lo testimonia y menciona a Nicomedes Santa Cruz y a Juan Urcariegui García (y yo puedo agregar a Luis Felipe Angell, Sofocleto). Pero él incluye a otro grande del verso armonioso, Gustavo Adolfo Bécquer. (Y, asimismo, yo me atrevo a incluir a Rubén Darío). Y cualquier otro maestro más, cuyo nombre sea invocado, será para hacer un justo homenaje a su labor pedagógica que busca impedir su clausura o anonadamiento.
Yo siempre suelo decir —cuando los jóvenes estudiantes secundarios eligen este trabajo desinteresado de la poesía— que es la más segura garantía de que con cada uno de ellos habrá un policía (y hasta un delincuente) menos. El arte en general constituye un pasaporte inigualable para acceder a las regiones invalorables del espíritu creador o constructor de seres humanos íntegros. Por eso me congratulo y, de paso, agradezco a Jinre que considere a mi modesto trabajo como uno de sus referentes para el logro de estos textos poéticos que él ahora nos ofrece, con una solvencia que nadie creo ha de mezquinarle.
Aquí el lector encontrará una voz que dice su verdad sin medias tintas, con el respaldo de una sinceridad a toda prueba. Tocando temas tan comunes y al mismo tiempo tan especiales para todos los que nos ha tocado la suerte y el sufrimiento de haber nacido en este hermoso y doloroso país. Tal el caso de rememorar su historia que nos compromete para seguir dando más de nosotros mismos en su trayectoria de llegar a ser la auténtica madre patria que anhelamos (y no la madrastra a que la condenan ser sus necios hijastros). Y así leemos:

Llegaste con una cruz
en el puño de tu espada,
con tu biblia tan preciada
y cargando tu arcabuz.
Y ello constituye reconocer —como lo hace Jinre— la sabiduría y la grandeza de su pueblo:

Camino y siembro mis pasos
aunque no son solo míos,
antes existieron ríos,
que forjaron estos trazos.
Son del tiempo, como lazos
que refuerzan la memoria,
gestas cargadas de gloria
de los pueblos que lucharon,
mujeres y hombres que guiaron
las sendas de nuestra historia.

Pero también se halla en estas páginas la ironía y el humor que fustiga la inopia y destemplanza de esos hijastros, que suelen cobijarse ya sea en los establos de la burocracia administrativa como en los chiqueros de la política criolla, aquellos oscuros recovecos en donde solo brillan los ojos angurrientos de la venalidad y la componenda.

El «táper» de la vergüenza,
color naranja y con plata,
para la gente insensata
y que ignora la gran prensa.

Lo cual lleva a nuestro poeta a tocar los temas que fluyen de las ciudades que es en donde están más al acecho los tentáculos de la corrupción y los acíbares del delito.

Para zamparte a la «cola»
y pasarte la luz roja,
no te importa si se enoja
un adulto o una chibola.
Tú te sientes siempre «piola»,
el «mosca» que todo puede,
el que todo lo transgrede
sin importar los demás,
mas te engañas, ya verás,
nadie quiere a quien se excede.

Y asimismo están los temas de la solidaridad con los pueblos hermanos (Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia) que también luchan por dar a sus respectivos terruños la gloria de verlos libres de toda sujeción a cualquier amo extranjero. Y este cobijo del canto en lo esencial de Nuestra América, de nuestra patria grande, no puede no debe estar alejado de su fuente nutricia: la madre naturaleza, que es cantarle a la vida, a las aves, a la reina de los tubérculos, la papa, e igualmente  a esos otros frutos de la tierra que son los minerales, elementos todos ellos por los cuales nuestros pueblos se desviven y también lamentablemente mueren por la ceguera de gobiernos putrefactos. Y todo este abanico temático lo resume nuestro poeta en la primera décima de su última composición de pie forzado:

Desde chico fui aprendiendo
sin querer, sin darme cuenta:
el que no calla, se enfrenta
y que más se aprende, oyendo.
Que muchos andan huyendo
cuando un debate es planteado
y se ponen de costado...
Pero eso… ¡No iba conmigo!
aunque perdiera un amigo,
por no quedarme callado.

Jinre Guevara, nuestro poeta, cantor del pueblo, no quiere quedarse callado. Y hace bien que así sea. Y podrá perder un amigo (que también suele ocurrir, porque no callar implica a veces herir) pero también —como dice otro libro grande de la patria universal— se tiene un mundo por ganar.
Sé que es innecesario decirlo, pero digo que Jinre sabe que estas palabras mías no están lastradas por el pegajoso hollín de la adulación. Y sabe que —así como dice la canción popular que «amor con amor se paga»— igualmente yo le digo que a su sinceridad respondo con mi sinceridad.

DÉCIMAS

Saber de los pueblos
Camino y siembro mis pasos
aunque no son sólo míos,
antes existieron ríos,
que forjaron estos trazos.
Son del tiempo, como lazos
que refuerzan la memoria,
gestas cargadas de gloria
de los pueblos que lucharon,
mujeres y hombres que guiaron
las sendas de nuestra historia.

No está completo el camino
sin las huellas del pasado,
no vamos a ningún lado,
con su ausencia, no hay destino…
pues si empiezo, no termino,
porque el que quiera aprender
de antaño, debe atender
los cantos del corazón,
de viejos que con unción,
nos legaron su saber.

«El saber» es un camino
sin paradero final,
nos discierne el bien del mal
moldeando nuestro destino.
Cual obrero forja el vino,
madura  nuestra confianza,
en el puño, una lanza,
contra toda mezquindad,
reconstruye la verdad,
ilumina la esperanza.                         
(2012)


ALAN el inocente
Según el propio García
lo rodeaban sólo «ratas»,
ninguno fueron sus «patas»
y de robos, no sabía.
No se atribuye autoría
de «petro-audios», «faenones»,
«narco-indultos» y ladrones
liberados por dinero,
que en París fue un tipo austero,
que es un «doctor», sin millones.

Él dice que nunca ha dicho
que hay «peruanos de segunda»
y que esa frase iracunda,
de la prensa, es un capricho
Sostiene este susodicho,
que nunca fue un mentecato,
que jamás ‘planchó el zapato’ 
en la espalda de un peruano,
que en Bagua no fue inhumano…
que con él, no es «Lavajato».

Keiko-décima
Política y cocaína 
corrupción, robo siniestro,
son casi como el ‘pan nuestro’
cuando se habla de la «china».
Con «lavadores» camina
y hace gala de cinismo,
como aquel fujimorismo
que nos llenó de vergüenza,
ese que compró a la prensa
y nos condujo al abismo.

Quieren que me trague el cuento,
dicen que «Keiko es distinta», 
es claro que es «pura finta» 
para engañar a los «lentos» .
No tiene ningún talento
y es que… ¡nunca ha trabajado!
pero viaja a todos lados
gastando varios millones,
agarrando de «huevones»
a los que creen que ha cambiado.
        



LA MUJER DE ANTONIO CLAROS, un cuento de Teófilo Gutiérrez

LA MUJER DE ANTONIO CLAROS (del libro Colina Cruz) Teófilo Gutiérrez Antonio Claros se ausentó cerca de un mes del pueblo. Al regresar lo ...