martes, 7 de junio de 2016

Opus est poesía completa (1965-2016) de Antonio Cillóniz, cuatro volúmenes: Mañanas de primavera, Mediodías del verano, Tardes de otoño y Noches del invierno

ISBN: 978-612-4082-47-4
ISBN: 978-612-4082-46-7
ISBN: 978-612-4082-45-0
ISBN 978-612-4082-44-3
                                                                                          
Antonio Cillóniz de la Guerra (Lima, 1944) salió del Perú en 1961 y, salvo el breve período de 1973-1974 durante el cual trabajó en Lima en la Editorial del Instituto Nacional de Cultura, ha residido siempre en España, donde se licenció en Filología Románica por la Universidad Complutense y en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid, ejerciendo la docencia como catedrático en lengua y literatura españolas hasta su jubilación. 
Como poeta, obtuvo en 1970 el renombrado premio Poeta Joven del Perú por Después de caminar cierto tiempo hacia el este (Lima, 1971) y fue incluido tanto en el tomo tercero de Imagen de la literatura peruana actual (Lima, 1971) de Julio Ortega (Casma, 1942) como en la célebre antología Estos 13 (Lima, 1973) de José Miguel Oviedo (Lima, 1934). Estos hechos contribuyeron a que se considerase a Cillóniz como miembro del 70 y no del 60, según los criterios de clasificación generacional de entonces, periodización cuestionada por el propio Cillóniz en su intervención en el “II Congreso de Peruanistas” celebrado en Sevilla en 2004, donde afirmó que entre 1965 y 1968 se produjo una evolución poética en el Perú, que se desmarcaba de la generación del 50 y no de la generación del 60, pues ésta era mera prolongación de aquélla.A pesar de la adscripción de Cillóniz al 70 se reconoció cierta singularidad a su poesía; así, Oviedo en el prólogo de Estos 13 (p. 19) afirma que “por razón de su exilio en Madrid es casi un marginal” y Ricardo Falla (Lima, 1944) en Fondo de fuego. La Generación del ‘70 (Lima, 1990) lo sitúa dentro de los poetas insulares de dicha generación (p. 82).
La obra poética de Antonio Cillóniz está recogida en las siguientes ediciones: Verso vulgar (Madrid, 1968), Después de caminar cierto tiempo hacia el este (Lima, 1971, premio Poeta Joven del Perú, 1970), Los dominios (Lima, 1975), Una noche en el caballo de Troya (Madrid, 1987, Premio Extraordinario de Poesía Iberoamericana 1985), La constancia del tiempo (Lima, 1990), La constancia del tiempo. (Poesía 1965-1992) (Barcelona, 1992, premio César Vallejo en Poesía 1999), Un modo de mostrar el mundo (Madrid, 2000), Según la sombra de los sueños (Madrid, 2003) y Heredades del tiempo (Buenos Aires, 2012).
En Hipocampo Editores publica Victoriosos vencidos (Lima, 2016) y Opus est poesía completa (1965-2016) en la Serie Cavalts Armats (Lima, 2016) en cuatro volúmenes: Mañanas de primavera, Mediodías del verano, Tardes de otoño y Noches del invierno
Su poesía ha sido traducida al italiano por Antonio Melis y María Beatrice Lenzi, al árabe por Bahira Abdulatif y Khalid Raissouni y al francés por María del Carmen Sotillos Rubio.
Antonio Cillóniz, un poeta que, perteneciente a esa generación del 70 (o del 68, como prefieren algunos) ha sido calificado como poeta «insular» y «marginal», portador de una obra personal y coherente, próxima a una realidad de la que da cuenta con minucioso rigor, pero también con alta conciencia del instrumento lingüístico utilizado. Belén Castro Morales.
La marginalidad preservó a Cillóniz de lo estentóreo y parricida. Es otro de los deslindes que lo alejan del grumo gregario cuyo correlato poético es el poema de reflexiones intermitentes y filosofantes. Se percibe en los últimos poemas de Cillóniz, como en otros marginales, una mayor concentración verbal, un reajuste expresivo, un verso más templado y riguroso; todo lo contrario de la ya fatigosa expansión prosaica característica del coloquialismo residual. Alejandro Romualdo.
Cillóniz optó por un lenguaje a veces difícil, rico en oscuridad y en imágenes, en el que no es raro percibir reminiscencias afortunadas de la poesía americana de ascendencia prehispánica.
Esa riqueza marca también las distancias que mediaban entre Cillóniz y la mayoría de los miembros de su generación: él era un poeta culto, no sólo capacitado para el uso inteligente de las referencias históricas o literarias que demuestran sus versos, sino para utilizar diferentes registros y aprovechar la tradición en beneficio de su creación personal. Con una concepción más compleja del hecho poético que la ofrecida por quienes se limitaban a practicar el prosaísmo.


Opiniones sobre la poesía de Cillóniz

Teodosio Fernández:
-Cillóniz consiguió conjugar la preocupación social con el «purismo» simbolista o surrealizante, superando una polaridad que los años sesenta parecían haber dejado sin vigencia.  
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-Cillóniz sostenía así una conversación inagotable con la tradición literaria, y eso le permitía a veces transmutarse en antipoeta, en algo mucho más complejo que un poeta realista y propenso a la crítica social. 
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-Cillóniz consiguió conjugar la preocupación social con el «purismo» simbolista o surrealizante, superando una polaridad que los años sesenta parecían haber dejado sin vigencia. Esa fue su forma de indagar en una identidad americana que afloraba como imaginación de los orígenes, como acercamiento a oscuras fuerzas telúricas, como reelaboración de mitos o fantasías de tierras y gentes legendarias, como rebeldía de los desheredados frente a un destino adverso.

Alejandro Romualdo:
-Cillóniz es un poeta realista y crítico. Adjetivar el realismo es una tautología obligatoria si tenemos en cuenta los cuantiosos “reflejos fieles” que lo han degradado a simulacro especular apologético. La visión materialista del poeta abarca la historia vasta y global y la pequeña historia humana de la cotidianeidad. En esas direcciones, la utopía de cada instante es la lucha que prepara la fiesta que ilumina benjamineanamente el “sentido histórico”.

Belén Castro Morales:
-En esta tradición reciente que busca la síntesis entre purismo y compromiso, entre hallazgos vanguardistas y discursos de varia procedencia, antes no aceptados por el canon poético, se inserta con trazos originales y con voz propia la poesía de Cillóniz.
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Su proyecto poético, considerado en su conjunto, implica la consecución de un lenguaje poético versátil y finamente aguzado, dotado para la desgarrada ternura y para la parodia, para el realismo social y para la reflexión metafísica, para el monólogo dramático y para el epigrama ácido. Y consigue un lenguaje poético asombrosamente económico en sus medios expresivos, pero nunca inocente respecto a su propia complejidad retórica y capaz, al mismo tiempo, de sustentar una estrategia crítica y una ideología. 

Juan Felipe Villar-Dégano:
-Cillóniz entra en esta constante vallejiana que le permite interiorizar lo social sin perder su dimensión humana, de hombre común que ríe y llora, está reflexivo o intrascendente, aunque le acompañen más los cactus de amargura que las guirnaldas de placer.

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-Desde 1967 la poesía de Cillóniz va configurando una lenta y efectiva labor de desmitificación, pero no en el sentido de Eielson o Romualdo que luchan con la palabra y la frase hasta pretender abolirla, sino desmitificando tópicos y contenidos desde la historia, los propios mitos y la dimensión irónica del lenguaje, con sutiles desdoblamientos semánticos. 

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Antonio Cillóniz es un poeta isla que ha ido trazando sus versos al compás de dos ritmos: El social y el individual.  
Jason Wilson:
-Cillóniz escribe poemas que son chispas de humor negro, con inversiones súbitas que nos sacuden. Se desconfía del poder seductor y lírico de la palabra poética para hacernos conscientes de ciertas trampas idealistas, casi sinónimas de la poesía lírica. Al mismo tiempo no le basta a Cillóniz el lema quevediano del «desengáñate», porque va más allá de lo personal subjetivo; quiere encarar lo social. ¿Una poesía política entonces? Evidentemente. Recordando la etimología griega acerca de quien no se preocupa de la política, se dice que es un idiota.

Alejandro Romualdo:
-Otra distinción de Cillóniz es su persistencia en la línea de los grandes poetas clásicos castellanos: Quevedo, Vallejo, Hernández. Continúa la tradición orientándola hacia poetas como Maiacovsky y Brecht. El versículo tiene su origen en resonancias bíblicas, y, cosa rara en su generación, son perceptibles las flores silvestres abriéndose en algunos de sus poemas de aires andinos, levemente impresos en la sintaxis.El Perú precolombino, colonial, republicano, también está presente.  

Antonio Melis:
-Cillóniz asume plenamente y soberanamente la responsabilidad de la palabra, a partir de una autoconciencia cumplida del oficio literario. Consigue en esta obra una extraordinaria transparencia de lenguaje, que corresponde perfectamente a una mirada luminosa y penetrante sobre el enredo de la vida humana. Por eso su mensaje poético intenso adquiere también el significado de un modelo intelectual, ofrecido con firmeza y dignidad en el desierto de estos años que estamos recorriendo.
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-A veces, el verso de Cillóniz parece acercarse a una forma de antipoesía. Pero de la antipoesía conocida, y tan importante en el Novecientos poético hispanoamericano, lo separa la ausencia de una intención iconoclasta en el terreno del estilo. Ya no se trata de atacar los residuos de un tono solemne y alto, sino que se necesita recuperar las herramientas de un lenguaje gastado por la rutina. De allí este aspecto de reconstrucción de un idioma que presentan muchas veces sus poemas. La lucha con las palabras es una tentativa de comprobar su vigencia y eficacia.
Consigue en esta obra una extraordinaria transparencia de lenguaje, que corresponde perfectamente a una mirada luminosa y penetrante sobre el enredo de la vida humana. Por eso su mensaje poético intenso adquiere también el significado de un modelo intelectual, ofrecido con firmeza y dignidad en el desierto de estos años que estamos recorriendo.
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-Cillóniz no puede ya identificarse con la «poesía comprometida», por lo menos en su acepción tradicional e inmediatista. Su compromiso es a largo plazo, y se identifica con una búsqueda incesante y sufrida de la verdad.
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-Esta última etapa de la poesía de Cillóniz confirma y acentúa los rasgos de su personalidad. Aparece ahora en primer plano un elemento que se había asomado a veces en la producción anterior. Se podía definir como una visión de la vida desde la muerte. Es una perspectiva que, más allá de sus raíces autobiográficas, se vincula con toda una tradición literaria muy antigua. Mijail Bajtin ha investigado de manera insuperable esta línea del «diálogo de los muertos».
La obra de Vallejo constituye, para todo poeta peruano (y no sólo peruano), un reto y un riesgo al mismo tiempo. En la poesía madura de Cillóniz, este punto de referencia adquiere claramente una función de estímulo para un mejor sondeo en sí mismo. Es el Vallejo más rigurosamente geométrico, quien impulsa hacia un discurso poético apremiante, que adquiere a veces casi la estructura de un teorema.
Cillóniz no se dedica a ensamblar artificialmente o casualmente poemas concebidos en origen como un cuerpo autónomo, sino que desarrolla con coherencia un discurso envolvente, que culmina naturalmente en la estructura del libro. Como en una sabia telaraña, al final de este procedimiento, queda atrapada la realidad profunda y no la mera contingencia fenoménica.  

Vicente Cervera Salinas:
Antonio Cillóniz es un gran poeta –a veces olvidado por los lectores de poesía– y al que debemos vindicar por su “intensidad y su altura”, que diría su paisano César Vallejo.  

Carmen Ruiz Barrionuevo:
-El lenguaje de Cillóniz no se quiebra a concesiones sino que busca la precisión verbal en el poema, y en el verso; no prodiga las imágenes, no derrocha adjetivos que halaguen al lector, sabe que escribir es reducir y usa las mínimas palabras, pero siempre las justas para dar en el blanco exacto de lo que busca toda poesía: la función de remover las conciencias, de intranquilizar a un lector mecanizado en una sociedad como la de nuestros días.






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