jueves, 4 de julio de 2013

20+1: NOSSUM (Bestiario limeño)

Enrique Pereda, José C. Sáenz, Javier Suárez, Milagros Zoes y Karl Gutiérrez (ilustraciones) son autores, todos y cada uno, simultánea y sucesivamente, humanos y divinos, del tejido colectivo Nossum 20+1. Bestiario Limeño, organismo monstruoso y, por eso mismo, rojo y bello, como aquel Catoblepas que recorre los abismos olvidados de nuestra ciudad contagiando al mundo del enamorado recuerdo de la revolución. Para ver al Catoblepas, primero debemos oírlo; de otro modo, como ya lo dijera el viejo Plinio, nos convertirá en piedra. Sin embargo, los bestiarios son inexactos: la voz del Catoblepas es el mentido antídoto contra su mirada milagro. Javier Suárez es miembro del Colectivo Interdisciplinario TXT. 










20+1: NOSSUM (Bestiario limeño)

Poesía y ensayos de Javier Suárez
Lima, Perú, julio 2013, 182 pp.
Formato: 24 cm alto x 17 cm ancho.


20 + 1: Nossum (Bestiario limeño) es eso mismo: la nota máxima, el múltiplo redondo y perfecto al que se le añade la unidad para desequilibrarlo, para cuestionarlo, para forzarlo a escapar de sí, de su torre de marfil que, oronda, se eleva por sobre todas las cosas creyéndose superior a ellas. El resultado es un ser monstruoso, es decir, no necesariamente horrible, pero sí irregular, excesivamente grande, extraordinario y hasta magnífico, que bien puede producir admiración y espanto a causa de su ser y parecer (y aun perecer) tan particulares. Se hace llamar Nossum (“soy nosotros”), un ente simple y plural a la vez, una mezcla de tantas pieles y tantas fuerzas distintas, como el mítico catoblepas que es la suma o multiplicación de ave, pez, serpiente y mamífero, agobiado por su pesada cabeza, cargada acaso de atormentados pensamientos; de ahí que avance sin ver, haciendo a tientas su camino, que es de todos y de ninguno y que solo lo conduce de vuelta a sí. ¿Por qué? ¿Para qué?
Igual forma e igual dinámica las tiene este libro extraordinario -nuevo hito en la poesía peruana-, henchido de voces y pieles que se anuncian, se hablan, se complementan o se superponen; un contrapunto de timbres y de cuerpos que coralmente interpretan el mundo de las esencias y apariencias, de las miserias y grandezas humanas y divinas (si es que nos quedan de estas últimas), al compás de otra voz aún más subterránea y misteriosa, o de un agujero negro desde donde se sentencia nuestro vulgar y feble destino.
Pero todo esto a fin de cuentas es un juego, como la rayuela cortazariana, los homónimos pessoanos o los ejercicios lingüísticos de la mejor Vanguardia. En suma, un riesgo, una aventura, una incursión en el azar que rige el orden del universo, una agazapada angustia, una tenue esperanza. En lo más recóndito subyace la “¡arquitectura del único poema… de la voz que permanece y no se entrega!”, la del que hablaba y por la que se condolía nuestro casi improbable poeta Raúl Deustua.

                                                                                   Renato Sandoval Bacigalupo


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