domingo, 23 de julio de 2017

Torna sol, reciente libro de poesía de Cynthia Briceño

UN LUGAR TORNA SOL En la introspección 
poética de Cynthia Briceño Valiente
Por Armando Arteaga


Nunca debe tomarse al pie de la letra aquello de que las excepciones confirman la regla. No existe réplica en el discurso humano para explicarnos la belleza de las cosas, y menos para sentir el acto de vivir como una experiencia trascendente. Se trata entonces de provocar el repliegue lúcido del poeta ante la realidad observada y el cultivo de una visión íntima y reflexiva, detenida en los asuntos pequeños y cotidianos, tanto en los escenarios más familiares y resonantes como en el mundo inasible de cada ser, donde el amor cristaliza nuevas formas de aventuras. La disonancia agria de la vida no hará nunca mella en la poesía.
Un trasfondo emocional marcan los poemas de Cynthia Briceño Valiente, se remontan hasta los sentimientos infantiles y amorosos; son reinos combatientes donde se recrea un posible balance biográfico y poético; es decir, estamos, por un lado, ante una obsesión por un tiempo omnipresente; y, por otro lado, fundamentalmente, ante la búsqueda de una ausencia (o la unidad perdida de la infancia en su ámbito lírico), donde fluye la trascendente vida, donde se intenta develar ciertos enigmas funcionales del lenguaje de las cosas, la gramática del buen vivir, el verbo de la existencia y hasta la actuación simbólica del «desencaminar» humano.
En poesía, poner el dedo en la herida es aseverar que siempre terminamos por regresar al primer amor, al saudade, a la nostalgia o al último instante de lo más excéntrico. Fluye en los poemas de Cynthia el amor al terruño, el recuerdo de las bondades y frustraciones de la infancia, el descubrimiento de la pasión y la ternura con que los seres humanos enfrentan las vicisitudes de la vida.
Yacila, Barranco, Piura… son lugares especiales en los poemas de la poeta, donde el amor permanece intacto, nada se deteriora por lo caminado en el trayecto perdido u olvidado, nada lo destruye. Ni el tiempo ni los dolores más intensos de las traiciones humanas pueden con esa sensibilidad excepcional que tiene el mensaje de sus palabras: ese es su triunfo poético. Demostrándonos que, aunque la memoria se desborde como un río caudaloso, nos extinga o nos inmovilice ante lo sagrado de la vida, ante esa admiración por el suceso de vivir, no puede hacer nada el impulso del olvido. Su poesía nos alerta para no zafarnos de las acciones vividas.
Por ello, esta manera de entender la vida en la poesía de la autora es casi siempre un alivio, un respiro de aire puro; es una pasión desbordada, pero ecuánime; una emoción beligerante, pero directa y sincera, en cada circunstancia de la vida que observa, detalla y la hace poética. Su poesía es siempre un reconocimiento al carácter efímero de la vida, digamos, una imitación a la vida, donde se perfilan los caminos de las sensaciones y el pretexto de mostrarnos las experiencias vividas, buscando también la sonoridad de las emociones y las experiencias. En manos de nuestra poeta el lenguaje es, ante todo, un pretexto simbólico de comunicación y un instrumento semántico.
Cynthia Briceño Valiente es poeta solar, enamorada del mar y del desierto. Ha poetizado magistralmente con inteligencia e ironía; a veces, en versos libres, depurando su lenguaje; y otras veces, en un tono esperanzado y religioso, indagando por el lado nocturno de la vida, hurgando en la luz lunar, con cierto tono solemne, en casi todos sus poemas bellos, rigurosos, cálidos, acerca de la experiencia de vivir con alegría (en los límites de la tristeza, es cierto, en algunos). Es una contradicción de sus logros poéticos, en su expresión propia (alejándose del tradicionalismo poético vigente), porque busca el brillo exacto de las cosas sencillas y aborda los objetos olvidados (que describen situaciones metafísicas), donde la belleza lo es todo: es la alquimia del verbo que manda, la responsabilidad de un lenguaje preciso.
¿En qué instante pensamos que un poema asume en nuestra lectura personal una verdad absoluta? No importa que discrepemos con el texto literario o el léxico del poema (sentamos que es una visión del mundo lo que nos entrega un poeta), lo que vale es la emoción, pues se visiona la vida, y así quedan vetados los males del mundo. La poesía echa la vista atrás; supone enfrentarnos a la evidencia que todos sentimos: la inevitabilidad tácita del sufrimiento y de la alegría de vivir. La poesía como un acto de vida es una fuente de primigenia originalidad. Torna sol es una fábrica de excelencia universal: «Yacila», «Inmemorable», «Proporción áurea», «Frente al espejo», «Exhortaciones», «La moneda del César», «Niño costero», «El botón y la rosa», entre otros poemas.
Pocos manantiales tienen la fresca sinceridad de la poesía de la autora tan profusa; primero, en transparencia humana; y luego, en juego de imágenes y abstracciones motivadas por su intuición, su inteligencia, su sensibilidad y su sabiduría. Son versos lumínicos sacados desde las sombras. Muy cerca de la tradición lírica del simbolismo, aunque diferente a Eguren. Sí, más cerca, en el camino y en la sensibilidad poética hermanada de Blanca Varela, de Magda Portal, de la mexicana Rosario Castellanos y de la nicaragüense Claribel Alegría.
Los poemas de la poeta Briceño son tan hermosos como perturbadores. Nos hallamos frente a una mirada profunda y por momentos intensa, fructífera y crítica ante la miseria espiritual que a veces alcanza a la naturaleza humana (llena casi siempre de imprecisiones), ante esa dura realidad observada, a la que contrapone su verismo lírico, su poesía libre, su prospección psicológica, romántica y su espiritualidad. Durante toda la lectura de este poemario, uno va descubriendo el carácter innovador y contundente de su creación; una poesía expresada con la emoción y desenvoltura de su propio lenguaje (de habla recatada), llena de un temperamento humano espléndido, que dice su propia verdad, su mención honrosa de rechazo ante lo desagradable que en algunos momentos tiene la vida (el poema Niño costero, por ejemplo). Encontraremos, además, una gran admiración por el paisaje natural y una enigmática magnificencia ante el misterio de las cosas.

YACILA


En la Yacila dueña
de mis pequeñas riberas,
el verano hacía largo
el camino hasta la orilla.
Y la balsita vieja
de los maderos años
esperaba mar adentro
mi sonrisa aún de niña.
Al lado de los hombrecitos
de espalda amable y fatigada
jugaban nuestros primeros sueños
con la red de pescadores,
y así lanzábamos al aire
un tejido de promesas
y atrapábamos al mal tiempo
y a los peces de colores.
Ahí estaban siempre los niños
que me hablaban de grandes olas
con sus sonrisas de balsitas
y su mirar de aceituna.
¡He respirado tantas veces
tu cielo olor a luna!…
¡Ah, Yacila!, ¡qué fría tu agua,
pero qué tibia tu espuma!
Tu arena ha calentado siempre
las plantas de mis inquietas huellas
que tu playa por las noches
retira, devuelve y esconde.
Y sobre el muelle de tu sol
se levanta la casa de Pedro
que también su barca ha dejado
para pronunciar mi nombre.


Lo tradicional 
y lo novedoso en estos versos
Escribe: Marco Martos

La poesía de Torna sol, el libro que ahora el lector tiene en sus manos, presenta distintas vertientes. En el aspecto temático, recoge de diferentes maneras las experiencias iniciales de la vida transcurrida en los parajes de Piura (en el norte del Perú); los primeros afectos a la naturaleza (el mar de Yacila, por ejemplo) y las iniciales experiencias del amor. Pero puede notarse, en la entrelínea de estos versos, que todo ese mundo es visto desde la distancia de la madurez.
Hay una separación no solo temporal, sino física de ese paraíso perdido; todo lo cual nos hace recordar aquello que escribió Ernesto Sábato, quien consideraba a la infancia como la patria de la que nos han desterrado. En el tiempo cercano, las desdichas que afligen al norte del Perú afloran en uno de los más sentidos poemas.
Desde el punto de vista formal, es una poesía escrita en verso libre, pues no cultiva ninguna de las estrofas conocidas, no utiliza el conteo riguroso de las sílabas, pero conserva, dado el gran conocimiento de la tradición literaria que tiene su autora, un nexo visible con la realización poética de nuestra lengua a lo largo de los siglos en la distribución de los acentos y en las asonancias que aquí y allá van apareciendo. Lo tradicional y lo novedoso parecen darse la mano en estos versos.












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